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La gesta del cordobés que ha conseguido sacar a su mujer y sus hijos de Kiev ante la inoperancia del Gobierno

La falta de ayuda de la Embajada empujó a Juan Antonio Luna a hacer las maletas para rescatarles él mismo. Hoy, todos respiran tranquilos en Polonia.

La falta de ayuda de la Embajada empujó a Juan Antonio Luna a hacer las maletas para rescatarles él mismo. Hoy, todos respiran tranquilos en Polonia.
Juan Antonio, Roksolana y sus dos hijos por fin juntos | Libertad Digital

En medio del horror de las bombas, de los disparos, de la violencia irracional de la invasión rusa, aun hay cabida para historias que hacen llorar y no de pena, sino de emoción y admiración a partes iguales. La de Juan Antonio Luna es una de ellas. Cordobés de pura cepa, este funcionario del Ayuntamiento de Cabra vio cómo su vida daba un giro de 180 grados cuando la invasión rusa pilló a su mujer y a sus dos hijos de 6 y 4 años a 60 kilómetros de Kiev.

Ante la falta de ayuda del Gobierno, no lo dudó ni un momento: hizo las maletas y voló a Polonia dispuesto a rescatar él mismo a su familia. La que van a leer a continuación es la historia de un hombre dispuesto a todo, en cuyo camino se cruza un matrimonio español afincado en Ucrania con una generosidad que traspasa fronteras y que, afortunadamente, concluye este sábado con la frase que todos estábamos deseando escuchar: "Estamos en casa".

Así empezó todo

El pasado 21 de enero, Roksolana se despidió de su marido para ir a visitar a su madre a Kiev acompañada por sus dos hijos. No estaba pasando por un buen momento y pensó que pasar unas cuantas semanas con sus nietos le daría un chute de energía. Juan Antonio no tenía más remedio que quedarse trabajando en España. Lo que no imaginó entonces es que él también acabaría haciendo las maletas, pero no para sumarse a esa visita, sino para rescatar a su familia de una invasión que no vieron venir.

Tras constatar el avance de las tropas rusas, el viernes 25 de febrero, Juan Antonio llamó a la Embajada española en Ucrania. Su mujer y sus hijos se encontraban en una aldea situada a unos 60 kilómetros al sur de la capital de Ucrania, así que su principal objetivo era huir de allí lo antes posible. Sin embargo, la respuesta de la Embajada le dejó helado: "No hay más convoyes".

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Juan Antonio, antes de reencontrarse con su mujer y sus hijos

"Me voy para allá"

Pasó 24 horas sin dormir pensando qué hacer y, al día siguiente, tomó una decisión inamovible: "Me voy para allá". Sacó un billete Málaga-Cracovia y se plantó en el país que más facilidades le ofrecía para iniciar su particular operación rescate. Su plan inicial pasaba por hacer el trayecto Varsovia-Kiev en tren. El último tramo, lo haría a pie: "Desde la estación, sabría llegar andando a la aldea donde están mis hijos. Son 60 kilómetros. En día y medio estaría allí", explicaba el pasado miércoles en una entrevista concedida al diario El Mundo.

Afortunadamente, unos voluntarios españoles le hicieron entrar en razón: "Me dijeron que hacia el interior de Ucrania los trenes iban prácticamente vacíos y estaban siendo atacados". Se trataba de un matrimonio que, de forma altruista, se dedica a ayudar a gente que quiere abandonar el país y que rápidamente le ofreció un plan alternativo: su mujer debería viajar en coche hasta la localidad donde ellos residen, Vinnytsia. Roksolana y sus hijos pasarían la noche en su casa y, al día siguiente, ellos mismos les ayudarían a llegar a Leópolis, la ciudad donde se concentran todos aquellos ucranianos que pretenden abandonar el país a través de Polonia.

La generosidad de una familia española

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Los hijos de Juan Antonio Luna, abandonando Kiev en coche

Con el miedo en el cuerpo, pero con la esperanza que le ofrecía aquella familia, la mujer de Juan Antonio montó a sus hijos en un coche y puso rumbo a su casa, a unas cuatro horas de la aldea donde permanecían escondidos desde que empezó la invasión. "Tienen dos hijas de su edad que están esperando a mis niños para empezar a jugar", nos decía emocionado a los periodistas que seguimos su caso desde el principio. Y, como muestra, nos enviaba un vídeo que el padre de las criaturas había grabado: dos niñas revoloteando alrededor de una casita de juguete en una escena prácticamente imposible de imaginar en plena guerra.

Apenas un par de horas después, pasadas las diez de la noche del jueves, Juan Antonio respiraba tranquilo. Su mujer y sus hijos estaban a salvo junto a una familia que estaba dispuesta a darlo todo para que se sintieran como en casa. "Han sido recibidos con golosinas y juegos de niños", relataba profundamente agradecido.

El cordobés, que lleva trayendo niños ucranianos a España más de 25 veranos a través de una asociación que él mismo preside, no daba crédito. "Yo vengo ayudando a los niños de Ucrania desde el 96, pero esta gente está aquí, son una gente extraordinaria. No sé cómo hacen el trabajo que tendría que hacer el Ministerio de Asuntos Exteriores -se preguntaba sin dar crédito-. Ellos sí que son los protagonistas de esta historia".

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Uno de los pequeños sonríe a cámara mientras juega feliz con sus nuevos amigos

Rumbo a la frontera

El viernes 4 de marzo, aquella maravillosa familia -que forma parte de la recién creada ONG Help to Ukraine- llevaba a Roksolana y sus dos hijos al llamado "Green Bus", un autobús exprés que se dedica exclusivamente a salvar a mujeres y niños. Su destino inicial era Leópolis. Sin embargo, el destino quiso que cambiara su ruta para llegar directamente a Cracovia, justo el lugar en el que, por indicación de los voluntarios españoles, Juan Antonio esperaba la orden para viajar a la frontera a recoger a su familia.

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La lista de la compra de Juan Antonio

"Acaban de montarse en el autobús. ¡Seguimos!", nos informaba el propio Juan Antonio pasadas las 12 del mediodía. Las siguientes horas se harían eternas tanto para él como para todos los periodistas que seguíamos su historia al minuto. El cordobés compartía con nosotros la ubicación de Roksolona y sus hijos, el tráfico que se iban encontrando, la situación que había en la frontera y hasta la lista de la compra que se disponía a hacer para preparar su llegada.

Finalmente, y tras más de 24 horas de travesía, este sábado llegaba la noticia que todos estábamos esperando: "Estamos en casa, vamos a ver si se dejan duchar -decía Juan Antonio en referencia a los pequeños-. Empieza otro tipo de lucha, pero bendita lucha ésta". Su casa durante estos días es la de una amiga de Roksolana en Cracovia. Lo que todavía no sabe el cordobés es cuándo podrán volar a España, donde les esperan familiares, amigos y lo más importante: otros tres hijos de un matrimonio anterior, que desean por encima de todo volver a abrazar a su padre. Verle viajar al epicentro del terror no fue agradable, pero él no olvida la frase que le dijo una de sus hijas antes de partir: "Papá, yo no quiero que vayas, bastante tenemos con tener a los hermanos allí, pero sé que vas a ir y estoy muy orgullosa de ti".

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