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La angustia de vivir la invasión de Ucrania en la distancia: "Todo está vacío, comen galletas"

Kateryna es de Jersón, ciudad asaltada por los rusos el 1 de marzo. Cuando habla con su familia, oye disparos y explosiones. Lo cuenta para LD.

Kateryna es de Jersón, ciudad asaltada por los rusos el 1 de marzo. Cuando habla con su familia, oye disparos y explosiones. Lo cuenta para LD.
Concentración de ucranianos en la Plaza Moyúa de Bilbao, el 27 de febrero. | KATERYNA KAMINSKA

Son días duros para los ucranianos que viven en España. Se saben a salvo pero sufren en la distancia el horror que está padeciendo su pueblo desde que comenzara la invasión rusa, el pasado 24 de febrero. Ven pasar las horas pegados a un móvil, permanentemente pendientes de las noticias que llegan de su país. Tienen el alma en vilo. Se aferran a la esperanza de que sus familias estén bien, y lo sigan estando. Pero no saben cuánto puede durar esta guerra y el futuro es incierto. Es el caso de Kateryna Kaminshka, que hace un esfuerzo tremendo para contar su historia para LD.

Coge la llamada visiblemente emocionada. Se percibe la angustia en cada una de sus palabras. Ella vive en Bilbao pero su familia sigue allí, en Jersón. Una ciudad del sur de Ucrania que fue asaltada por los rusos en la madrugada del 1 de marzo. Hace días que "no pueden ir al supermercado, no hay comida. Está vacío...Todo está así, vacío", explica. Como no podía ser de otra manera, está muy preocupada por sus seres queridos. Se están alimentando como pueden, "comen galletas María". Su hermano menor tiene un niño de un año y "no hay pañales, no hay comida para bebé".

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Tiene "muchísimo miedo". Lo que oye cuando habla con ellos por teléfono le encoge el corazón, a pesar de que le mandan mensajes tranquilizadores. "Oigo disparos, explosiones... Tú estás en una casa y escuchas todo lo que está pasando, con este eco, sabiendo además que es muy frío allí". Desde aquí no puede hacer mucho por ellos. "De Polonia a Kiev pueden recibir ayuda, hay algún tren que funciona... Pero de Kiev al sur del país la gente está atrapada porque los puentes que llevan a pasar el río están bloqueados. No llega comida, no llegan medicamentos y no pueden salir de allí".

No esperaban la invasión

Desde Bilbao, Kateryna intenta enviar apoyo moral a su familia. "Lo que hace falta es fuerza de alma, fuerza de espíritu, motivación, inspiración, porque con esta situación cualquiera se puede rendir", comenta. "Resistir es muy importante, seguir consciente, o sea... No volverse loco". Es difícil cuando tienen a los rusos pisando los talones, pero el patriotismo del pueblo ucraniano les impulsa a continuar. "La gente sale a la calle sin armas y se pone en frente de un tanque. Me parece increíble, de verdad. Me inspira", exclama.

Su máximo referente es su madre. Ella tenía que haberse operado en estos días. Tiene un cáncer "serio, con metástasis". Pero, aún así, decidió quedarse "por Ucrania". "Mi familia ha ayudado a trasladar vecinos a sitios seguros, donde no hay cosas estratégicas y no son tan activos los soldados. Han juntado medicamentos y los han compartido con los que los necesitaban. Han acogido a un niño con síndrome de Down que se quedó sin asistencia...".

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Katheryna y su madre cuando vino a Bilbao, en septiembre.

Ahora Katheryna piensa en la cantidad de veces que le propuso a sus padres que se vinieran a España, cuando ni siquiera imaginaban que algo así, una invasión, se podía producir. "En nuestro tiempo una guerra es algo impensable", señala. "Ni siquiera la gente de Rusia que está aquí. Tengo amigos rusos y sienten muchísima vergüenza por lo que está pasando". Ella invita a no prejuzgar por la nacionalidad, aunque sí condena la forma con la que actúan los soldados enviados por Rusia.

Los rusos de Putin

En Rusia hay dos tipos de rusos, los que están del lado de Putin y los que están en contra. Y entre los que han ido a invadir Ucrania, se dice que hay de todo, incluso que algunos están desertando por estar en desacuerdo con e desarrollo de los acontecimientos. "Hay una parte de esa gente que dice: no hemos sabido dónde vamos, somos profesores y somos gente normal que nos han traído aquí por la noche", explica. Pero las noticias que le llegan a Katheryna desde Jersón es que hay otros muchos que "no respetan ninguna norma". "Hay gente loca que explota todo, dispara a mujeres con niños y a gente de paz... Dicen: por cada soldado ruso que vais a matar, mataremos a 10 de vuestros soldados".

Rusia sabe que la batalla moral es muy importante. Según le cuentan a Kateryna, está perpetrando un auténtico "ataque informativo". A través de las redes, están difundiendo "falsedades", como que "Jersón se ha rendido". "Es mentira", asevera, "lo hacen para desinformar y provocar que la gente salga a la calle". "El objetivo es desmoralizar a la población ucraniana".

Aún así, los ucranianos mantienen la esperanza. "Son muy patriotas y piensan que Europa y los países vecinos van a ayudarles a parar a este loco". Así define a Putin: "un loco". Entretanto, ella ayuda a sus compatriotas como puede: "buscando alojamientos para gente que viene aquí de Ucrania, ayudando con papeles, con idioma... Hay un jardín internacional de gente de todos lados que quieren ayudar, hasta gente de Rusia".

De Jersón a Bilbao

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Kateryna y sus hijos son felices en España.

Kateryna salió huyendo de Ucrania poco antes de la crisis de Crimea. Jerson está a sólo una hora de allí. Nos situamos en agosto de 2014. Los ucranianos no sabían si el conflicto se quedaría en la citada península o si podía extenderse hacia el interior del país. Así que cuando empezaron a pasar por allí los tanques rusos, cogió a su hijo de apenas un año y se marchó. Dejaba atrás sus raíces y a toda su familia. Sus padres no quisieron irse, tenían gente mayor a la que cuidar y un negocio familiar que les había costado mucho levantar.

"Estamos acostumbrados a ver tanques en las películas de guerra, pero cuando ves uno de verdad sientes miedo, pánico... Fue horrible", relata. Una experiencia que la impulsó a dar "un paso al vacío" y venir a España, a Bilbao. Cuando unos conocidos le ofrecen la posibilidad de venir con ellos, ni siquiera sabía dónde estaba la ciudad. "Llegué sin saber el idioma, no tenía nada estable, ni vivienda ni trabajo, venía con niño... Puedo escribir un libro sobre cómo el estrés influye en el aprendizaje de un idioma. Aprendes como esponja", asegura.

Kateryna tiene dos carreras: Economía y Filología. Pero a su llegada a España tuvo que trabajar de lo que pudo. No fue demasiado tiempo. En cuanto aprendió el idioma, la cosa cambió e incluso se atrevió a desarrollar un negocio. Está muy agradecida a Cruz Roja y CEAR, las organizaciones que le asistieron a su llegada. "Cuando vienes a un país, no sabes ni por dónde empezar", señala. Le ayudaron a arreglar sus papeles, a pagar su primera vivienda y a hacer los trámites para que su hijo pudiera entrar en la guardería. En definitiva, a empezar una nueva vida.

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