Mientras el Gobierno celebra la evacuación de 106 españoles que este mismo lunes han aterrizado en Barajas, lo cierto es que aún son cerca de un centenar los compatriotas que siguen atrapados en Ucrania tras la invasión rusa. Entre ellos, se encuentran Luis Delgado y su mujer.
Ambos salieron de Elche hace una semana rumbo a la ciudad ucraniana de Zaporiyia para participar como jueces internacionales en una competición de baile deportivo. Hoy, permanecen encerrados en un hotel mientras los rusos asedian el aeropuerto y la central nuclear de esta localidad, la más grande de Europa. "Cuando escuchamos las explosiones, apagamos las luces y bajamos al vestíbulo para estar acompañados, pero esto no es un refugio, no hay un búnker", explica Luis al otro lado del teléfono, mientras repite una y otra vez que el Gobierno les ha abandonado.
"Dicen que los que nos hemos quedado es porque así lo hemos decidido y es mentira. Desde el primer momento nos pusimos en contacto con nuestras autoridades consulares y no nos han hecho ni puñetero caso y ahora, después de tanto insistir, nos han llamado esta mañana y lo único que nos dicen es que nos pongamos en un sitio seguro y que, cuando pase la situación, ya se pondrán en contacto con nosotros -denuncia indignado-. ¡Es que entonces ya no necesito el consulado para nada! ¡Es una vergüenza todo lo que está sucediendo!".
Críticas a la Embajada y al Consulado
Su mujer, que, a pesar de haber nacido en Ucrania, lleva ya más de 20 años residiendo en Elche, nos relata una por una todas las gestiones que han hecho en los últimos días para tratar de salir del país lo antes posible: correos electrónicos tras los que únicamente recibían respuestas automáticas instándoles a permanecer en un lugar seguro y llamadas a una Embajada española donde nadie parecía coger el teléfono.
"Nuestra embajadora salió corriendo a la frontera cuando la Embajada de Portugal aún está en pie repatriando portugueses. Esto no es normal -lamenta Luis-. Una embajada y un consulado están para dar soluciones cuando pasan cosas como éstas y no sólo para rellenar el pasaporte y el visado".
Desesperados, han llegado a pedir ayuda a las autoridades portuguesas. "Pero claro, nos dicen que ellos no están para repatriar españoles, que si se lo pide el Gobierno pues ya harían alguna cosa, pero esto no es así", explica. Ante esta situación, lo único que les queda es esperar, ya que ni tienen coche privado ni pueden acceder a otro tipo de transporte para llegar a la frontera con Polonia, a unos 1.000 kilómetros de donde se encuentran.
La frontera, a 1.000 kilómetros
"Parece que estamos en un parque de atracciones, pero no. Aquí todos los aeropuertos están bombardeados, las carreteras también las están bombardeando y los chechenos paran a las familias y les matan para robar sus coches y su dinero -asegura Svetlana-. Intentamos contactar con alguna empresa de taxis para tratar de salir de aquí pagando lo que fuera, pero nadie se arriesga a meterse en carretera 1.000 km, porque por el camino te pueden matar tranquilamente y porque no se puede hacer un viaje tan largo sin saber si más adelante hay gasolineras para poder repostar".
Según nos cuenta Luis, en el hotel hay más huéspedes que han ido saliendo de las zonas más conflictivas y que van avanzando poco a poco hacia la frontera de un hotel a otro. Sin embargo, ellos no contemplan esta posibilidad: "Nosotros no tenemos coche ni nadie que nos oriente por dónde podemos salir ni nada de nada, así que no tenemos más remedio que quedarnos aquí y confiar en el Gobierno o en que la situación se pacifique un poco y podamos salir corriendo".
La preocupación de sus hijos
Mientras tanto, y a pesar del nerviosismo que les invade, tratan de mantener la calma para no preocupar a su familia en España y, sobre todo, a sus hijos. "Nos llaman constantemente e intentamos decirles que estamos bien. No queremos alarmarlos demasiado, porque ya bastante tienen con poner la televisión", nos dice mientras trata de predicar con el ejemplo.
Cuando el pasado 22 de febrero, él y su mujer aterrizaron en Ucrania jamás pensaron que iban a ser testigos de la invasión de Rusia. "Nadie nos avisó de que se podía desatar el conflicto", lamenta Svetlana, dueña de un club de baile deportivo en Elche desde hace años. "Somos jueces internacionales y viajamos a otros países con relativa frecuencia -añade Luis-. Sólo pedimos que nos saquen de aquí lo antes posible".