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De atentados a boicots comerciales: el islamismo declara la guerra a Francia por defender su democracia

El asesinato de un profesor francés y el cierre de una mezquita iniciaron la crisis. Erdogan es la cabeza visible de los ataques al país galo.

El asesinato de un profesor francés y el cierre de una mezquita iniciaron la crisis. Erdogan es la cabeza visible de los ataques al país galo.
Policías franceses junto a la iglesias del último ataque yihadista. | Cordon Press

La importante penetración que las corrientes más rigoristas del Islam han tenido en Francia en las últimas décadas se ha convertido en un serio problema para el Gobierno de Enmanuel Macron. Las autoridades galas han estado durante años mirando hacia otro lado –algo que también ha pasado en otros países europeos, incluido en España– y controlar ahora este fenómeno es sumamente complicado.

La nueva guerra que el islam más radical ha abierto en la última semana contra el país vecino tiene su origen en el pasado 17 de octubre. Ese día, un terrorista islámico degolló en París a un profesor de instituto francés. Su pecado, mostrar imágenes de Mahoma en una clase dedicada a debatir sobre la libertad de expresión. El islam no acepta la representación iconográfica de su profeta. La clase de este maestro, Samuel Paty, fue denunciada en las redes sociales por sus propios alumnos y sus padres, que la consideraron una ofensa a su religión.

El Ejecutivo francés reaccionó rápidamente. Por un lado, con un emotivo homenaje al profesor asesinado. Por el otro, tomando medidas para combatir la expansión del islamismo. Se ordenó el cierre de la Gran Mezquita de Pantin, un barrio bastante pobre situado en el noreste de París, cuyo imán –de tendencia salafista– había subido a sus redes sociales un vídeo muy incendiario criticando la clase del profesor días antes de que fuera degollado.

Las autoridades han elaborado un listado de más de 50 asociaciones para su posible disolución por difundir el islamismo, entre ellas, algunas de gran influencia en la comunidad musulmana francesa como el Colectivo contra la Islamofobia de Francia (CCIF, en sus siglas en francés) o la ONG Baraka City. También se va a expulsar a 230 extranjeros –entre refugiados e inmigrantes ilegales–, en su mayoría con delitos pendientes, sospechosos de apoyar el terrorismo islamista.

Macron ha dado un giro total a la estrategia gala para combatir el islamismo y se ha mostrado muy tajante: "los islamistas no deben dormir tranquilos en nuestro país". También ha defendido, en nombre de la libertad de expresión, que las caricaturas de Mahoma puedan ser publicadas en cualquier medio de comunicación o utilizadas para su debate como hizo el profesor asesinado. A su juicio, el laicismo francés y la democracia están por encima de todo.

El próximo mes de diciembre se llevará a la Asamblea legislativa francesa la nueva ley contra el separatismo, y en ella, se incluirán también medidas legales que faciliten poder acabar con las asociaciones islamistas, cerrar mezquitas radicales, y dificultar la financiación de estas estructuras que apoyan el terrorismo.

Las medidas tomadas en Francia, así como el hecho de permitir que las caricaturas de Mahoma puedan circunscribirse en el ámbito de la libertad de expresión no han gustado nada en los círculos islamistas tanto dentro como fuera de Francia. Y, posiblemente, lo más peligroso está siendo la campaña de acoso iniciada por el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que ha cuestionado la salud mental de Macron y ha abanderado un boicot a los productos galos.

No ha ayudado a destensar la situación la última portada del semanario satírico Charlie Hedbó, que publicó las famosas caricaturas que llevan años enfadando al mundo musulmán, que en su último número dedica la portada al líder turco, al que ridiculiza mostrándolo en ropa interior y levantando la vestimenta a una mujer ataviada con indumentaria musulmana para jugar con alusiones al "profeta".

Pero el mandatario turco no está solo. Otros miembros de gobiernos de países islámicos han entrado de lleno en la guerra. Es el caso del primer ministro de Pakistán, Imran Khan, que acusó al presidente francés de "atacar a los musulmanes de Europa y el mundo" o el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, Ali Shamkhani, ha calificado el comportamiento del mandatario francés de "irracional" y le ha acusado de "ofender al islam".

Como se puede ver, los ataques a Francia vienen tanto de la rama suní como de la chií del islam. No ha habido divisiones para esto. Incluso de países que se suponen que son grandes aliados franceses, como es el caso de Marruecos. Su ministro de Exteriores pidió que la iconografía relativa a Mahoma nunca esté dentro de la libertad de expresión porque suponen un ataque a todos los musulmanes.

Los Hermanos Musulmanes están liderando protestas contra Francia y su gobierno, pidiendo el boicot a sus productos, en países como Jordania, Qatar –donde una de sus universidades ha suspendido la semana de la cultura francesa, Kuwait, Siria –en las zonas controladas por Turquía en este país el que promueve los actos–. También ha habido protestas en Gaza y Cisjordania, en Arabia Saudí, en Irak, Blangladesh y un número importante de países musulmanes o con una importante comunidad musulmana.

Incluso, algunos jeques árabes no han tenido reparo en utilizar las redes sociales para realizar comentarios que pueden parecer una clara incitación a cometer atentados terroristas. "Si no hay una disculpa oficial a todos los países musulmanes, recomendaremos las acciones ofensivas del Mensajero de Dios, así que asume las consecuencias", decía esta misma semana el jeque catarí Abdullah Bin Nasser Al Thani, propietario del Málaga CF.

Este viernes, apenas quince días después del inicio de la nueva guerra del islamismo contra Francia por querer defender su propia democracia, el terror ha golpeado al país vecino. Al menos tres personas han sido asesinadas por un terrorista islamista en Niza, las Fuerzas de Seguridad galas han conseguido desactivar otro atentado en Aviñón, y otro terrorista ha atacado y herido con un cuchillo a unos de los agentes de seguridad del consulado francés de Jeda, en Arabia Saudí.

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