La canciller alemana, Angela Merkel, advirtió este miércoles a Moscú de que el envenenamiento del líder opositor ruso Alexei Navalni con agente nervioso de origen soviético Novichok tendrá una "reacción común adecuada" de la Unión Europea (UE) y la OTAN.
Merkel se dirigió a Moscú en una breve declaración institucional pocas horas después de que trascendiese que la Bundeswehr (ejército alemán) y el hospital berlinés Charité, donde permanece Navalni en coma desde hace doce días, habían identificado sin género de dudas el tipo de veneno que se le suministró al líder opositor.
"Esperamos que el Gobierno ruso aclare estos hechos. Se plantean ahora preguntas muy graves que sólo puede y debe responder el Gobierno ruso. La situación de Alexei Navalni ha despertado interés mundial. El mundo espera respuesta", subrayó.
La canciller avanzó que habrá una respuesta coordinada de los socios y aliados de Alemania: "Hemos informado a nuestros socios de la UE y de la OTAN de los resultados de los análisis. Lo estudiaremos conjuntamente y, a la luz de la respuesta rusa, decidiremos sobre una reacción común adecuada".
El envenenamiento de Navalni es un "crimen" que atenta contra "derechos y valores fundamentales", argumentó la canciller después de que su portavoz, Steffen Seibert, hubiese hablado de un "atentado con armas químicas".
Mismo veneno que Skripal
Merkel subrayó que se había comprobado "sin duda" la presencia de Novichok en el cuerpo del opositor ruso. Ése es el mismo agente nervioso, desarrollado por la Unión Soviética en los años 70 y 80 del siglo pasado, con que se envenenó en 2018 al exagente doble ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Salisbury (Reino Unido).
Explicó que el Gobierno alemán ya se había puesto en contacto con sus socios europeos y con sus aliados en la OTAN para ponerles al corriente, así como con el Bundestag (cámara baja alemana) y la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ).
También le habían comunicado los resultados de las pruebas médicas al embajador de Rusia en Alemania en una reunión convocada de urgencia.
Merkel condenó "profundamente" el ataque al opositor ruso en nombre del Gobierno alemán, se solidarizó con sus familiares y allegados, y confió en "que se pueda recuperar".
El último parte médico de Charité advertía este miércoles de que el tratamiento de Navalni, en cuidados intensivos y con respiración asistida, será prolongado y que aún "no se pueden descartar consecuencias duraderas" por su "grave envenenamiento".
Clave geopolítica
El caso Navalni puede convertirse en la gota que colme el vaso del Gobierno alemán, que con Merkel a la cabeza había abogado insistentemente en los últimos años por mantener siempre los canales de diálogo abiertos con Moscú, pese a la creciente hostilidad rusa.
Esto le permitió por ejemplo a la canciller fraguar los Acuerdos de Minsk entre Rusia y Ucrania en 2015, aunque el conflicto en Donetsk y Lugansk lleva años enquistado desde entonces.
Pero también le llevó a la contención ante el asesinato en 2019 en pleno centro de Berlín de un georgiano que colaboró con rebeldes y ayudó a servicios secretos occidentales. Incluso cuando hace apenas unas semanas la Fiscalía General alemana lo caracterizó como un atentado encargado por Rusia.
Muchos observadores achacaban esta posición a relaciones históricas, pero también a los estrechos lazos económicos entre los dos países, ejemplificados en el gasoducto Nord Stream 2 que une directamente a ambos a través del Báltico y que Berlín ha insistido en llevar a cabo a pesar de las insistentes críticas de Estados Unidos, los países bálticos y Polonia.
Navalni colapsó durante un viaje en avión en Rusia el 20 de agosto y desde entonces sus colaboradores han hablado de un envenenamiento. Dos días más tarde fue trasladado en avión medicalizado a Berlín por petición de su familia.
La Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) actualizó en 2019 su lista de sustancias prohibidas para incluir el Novichok. Sus 193 Estados miembros acordaron por consenso incluir esta sustancia en las listas de compuestos químicos tóxicos y sus precursores, como el gas sarín o el cloro, respaldando así una propuesta conjunta de Holanda, Estados Unidos y Canadá.