La cumbre de los líderes de la OTAN: entre una grave crisis interna y la amenaza de Rusia
La estrategia futura y el dinero dividen a los socios. El malestar con Turquía se ha disparado entre todos los aliados.
El Palacio de Buckingham, residencia oficial de la Reina de Inglaterra, será el escenario en la tarde-noche de este martes de una recepción en la que participan los líderes de los 29 países que forman parte de la OTAN. No está previsto que ninguno de los mandatarios falte a la cita. Todos harán actos de presencia. Una aparente imagen de unidad que, en realidad, y a diferencia de lo que ha pasando en ocasiones anteriores, esta vez será solo imagen.
La Alianza Atlántica celebra entre hoy y mañana una cumbre de líderes que debería ser especial. Un momento para celebrar el 70 aniversario de una organización política y militar que ha defendido la democracia y la libertad por casi todo el planeta. Pero la realidad es que se celebra en medio de una grave crisis interna por las diferencia en la estrategia a corto, medio y largo plazo, las tiranteces por la inversión en Defensa, el profundo malestar interno con Turquía y la amenaza de Rusia.
Las diferencias sobre la estrategia a futuro es preocupante. La OTAN parece incapaz de elaborar un nuevo marco estratégico que marque el camino a seguir. Así lo denunció, con una expresión más que cuestionable, el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Dijo que la alianza está en estado de "muerte cerebral" y que no se trata de hablar "solo de dinero", sino de tener una "estrategia clara". El mensaje era nítido, pero las palabras empleadas no gustaron a otros socios.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue uno de los que se mostró más molestos. Y eso que él ha empleado palabrería similar cuando le ha interesado. Aun así, en un tono conciliador, se ha mostrado seguro de poder solucionar sus diferencias con Macron en la cumbre. Precisamente es Trump quien más habla de dinero (algo heredado de Barack Obama) y quien más está actuando en algunos aspectos de manera unilateral, obviando las posiciones del resto de socios de la OTAN.
Pero tampoco ha gustado, en términos generales, la propuesta de Alemania para que la organización pueda dotarse de una estrategia a futuro. Angela Merkel planteó la posibilidad de crear un grupo de expertos que evalúe la situación y proponga medidas para reavivar la unidad de la Alianza. Algo que es visto desde muchos países como una evidencia de que los cerebros estratégicos de la OTAN están secos de materia gris estratégica.
El dinero volverá a ser una fricción importante. Tras años de presión, Estados Unidos logró en la cumbre de Cardiff de 2014 que todos los socios se comprometieran a invertir el 2 por ciento de su PIB en materia de Defensa para el año 2024. Inicialmente pareció un éxito de Barack Obama, pero la realidad cinco años después es que pocos van a cumplir. Trump ha continuado enarbolando la bandera del 2 por ciento, con excesos verbales incluidos, pero de poco le ha servido.
La realidad es que sólo 9 socios están cumpliendo ahora mismo con el compromiso de inversión. Se trata de Estados Unidos (3,42 por ciento), Bulgaria (3,25 por ciento), Grecia (2,28 por ciento), Reino Unido (2,14 por ciento), Estonia (2,14 por ciento), Rumanía (2,04 por ciento), Lituania (2,03 por ciento), Letonia (2,01 por ciento) y Polonia (2 por ciento). Turquía (1,89 por ciento), Francia (1,83 por ciento) y Noruega (1,80 por ciento) rozan la cifra. A partir de ahí, pintan bastos.
Las cifras de España en este sentido son preocupantes y sonrojantes. En 2018 se consolidó como el segundo país que menos invierte (0,92 por ciento) en Defensa. La estimación de la OTAN para este 2019 no es mejor: 0,93 por ciento del PIB. Menos de la mitad de lo que se comprometió a invertir para 2024 en la cumbre que se celebró hace cinco años. Y esas cifras tendrá que defenderlas como pueda Pedro Sánchez cuando sea señalado por los socios que sí cumplen, con Trump a la cabeza.
La intención del Gobierno español es intentar vender la fuerte implicación que tienen las Fuerzas Armadas españolas en las misiones internacionales bajo bandera de la organización, muy superior a la de otros países con mayor inversión. En la actualidad son 1.100 militares desplegados en países como Afganistán, Irak, Estonia, Turquía, o en misiones como la de Policía Aérea en el Báltico o los despliegues navales permanentes en el Mar Mediterráneo o el Mar del Norte/Mar Báltico.
El malestar con Turquía en el seno de la Alianza Atlántica también es más que evidente. Todos los socios están enfadados por la decisión unilateral de invadir el norte de Siria para crearse su propia franja de protección y intentar expulsar a los kurdo-sirios de su frontera. El malestar fue tal que estuvo a punto de dar al traste hace unas semanas con el despliegue de baterías antiaéreas que algunos socios de la OTAN, entre ellos, España, tienen en suelo otomano.
El desafío de Recep Tayyip Erdogan al resto de socios es tal que está dispuesto a bloquear los planes estratégicos de la Alianza para la defensa de los países bálticos y Polonia frente a la amenaza de Rusia si todos los socios no apoyan su ataque unilateral a Siria y señalan a los grupos kurdos del norte de Siria como una organización terrorista. El enfado en los países del antiguo bloque del Este es de órdago.
Por si fuera poco, el líder turco ha dado un giro en su política exterior en los dos últimos años y se ha acercado en exceso a Rusia, hasta el punto de comprar a Moscú un sistema de misiles antiaéreos S-400, pese a las advertencias de la OTAN de que sus socios no deben comprar material militar ruso por ser incompatible con el occidental. Pero Erdogan ha mirado para otro lado y no le ha importado que la compra haya supuesto su expulsión del programa del caza estadounidense F-35.
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