Emmanuel Macron se convertirá en el jefe de Estado más joven de Francia nada más y nada menos que desde Napoleón, tras una indiscutible victoria electoral en la que ha superado en más de 30 puntos a su rival Marine Le Pen: ya con el 100% del voto escrutado el candidato de En Marcha ha alcanzado el 66%, mientras que Le Pen se queda en el 34%.
Se trata del segundo mayor margen en una segunda vuelta en toda la historia de la V República Francesa, después de la que obtuviese Chirac en el 2002, precisamente frente al padre de la candidata en esta ocasión, Jean Marie Le Pen.
La victoria de Macron ha superado a las previsiones de las encuestas, que si bien en los últimos días marcaban una línea ascendente –especialmente después del debate en televisión en el que batió claramente a Le Pen– llegaron a colocarlo sólo con 58% de intención de voto, en el momento más bajo tras la primera vuelta.
Por otro lado, la abstención ha sido más alta de lo habitual, pero no exagerada: un 24% de los franceses ha decidido no acudir a las urnas. Además –y esto sí son datos inéditos– cerca de un 9% de los votos han sido en blanco y más de un 3% nulos.
Derrota sin paliativos
Pese a que algunos análisis destacan que el Frente Nacional haya llegado al 35%, casi el doble de lo que tuvo en su anterior aparición en la segunda vuelta, lo cierto es que ésta resulta una comparación poco útil políticamente: estamos hablando de unas elecciones hace la friolera de 15 años y en una Francia completamente distinta.
La comparación es mucho más pertinente con las expectativas que la propia Le Pen y el Frente Nacional podían tener unos meses atrás, cuando la duda era si alguien sería capaz de frenar su carrera a la presidencia. De hecho, hasta hace unas semanas su victoria en la primera vuelta era indiscutible, pero finalmente también ésta se le escapó.
Le Pen, en suma, ha perdido una oportunidad única que será difícil que se le vuelva a presentar: con una Europa en crisis económica y política; tras los triunfos del Brexit y de Trump; con la inmigración y los refugiados permanentemente en la primera página de la agenda política; y, también, con Francia sacudida con extraordinaria violencia por el terrorismo islamista.
Y además la candidata del Frente Nacional no ha logrado imponerse pese a que buena parte de la izquierda –en Francia y también en España– ha roto el cordón sanitario que hasta ahora todas las fuerzas políticas de uno u otro color habían trazado alrededor del partido de extrema derecha.
Una izquierda, por cierto, que ha demostrado un nivel de desorientación inaudito en este proceso electoral: por un lado el Partido Socialista reducido prácticamente a la nada tras un viraje seco a la izquierda consagrado en las primarias; por el otro, un Mélenchon que no ha sido capaz de pedir al 20% de los franceses que lo apoyaron que se enfrenten a la amenaza de una extrema derecha con la que lo cierto es que coincidía en buena parte de su programa. Unos electores que, de hecho, se han hecho sentir en la abstención y, sobre todo, en el 11,7% de votos en blanco o nulos. En suma, el ridículo de algunos antifascistas profesionales a uno y otro lado de los Pirineos ha sido mayúsculo.
Un escenario nuevo
La victoria de Macron abre un escenario político absolutamente inesperado en Francia: en pocos años y sin un partido estructurado que lo apoyase ha pasado de ser un inesperado ministro de Economía a convertirse en todo un presidente de Francia.
Pero esa novedad puede suponerle no pocos problemas para desarrollar su programa político: en junio se enfrentará a unas elecciones legislativas para las que todavía no tiene candidatos –hay unos pocos confirmados y son necesarios 570– y podría enfrentarse a una Asamblea Nacional en la que la presencia de los suyos fuese poco menos que testimonial.
Sin embargo, lo cierto es que la composición de la cámara legislativa es a día de hoy una gran incógnita: con un sistema de dos vueltas en el que se elige a un único diputado por distrito lo más probable es que el FN no tenga ninguna fuerza y, tras el desplome de los socialistas y el resultado pobre de los Republicanos resulta imposible predecir qué mayoría dominará la Asamblea, aunque las encuestas apunten a que En Marcha podría tener un resultado notable.
La victoria de un hombre
Por otro lado, también hay que destacar que Macron ha logrado una victoria personal difícilmente igualable en la que ya se puede calificar, probablemente, como la más fulgurante carrera política de la historia de Francia.
Una carrera en la que Macron ha trazado una línea ideológica poco definida o, mejor dicho, sin tener muy en cuenta las divisiones tradicionales entre derecha e izquierda. Así, ha sido el ministro más "de derechas" de un gobierno socialista, y su apuesta política está en un espacio que podríamos denominar de centro, en el que junta elementos clásicos de la socialdemocracia, con también elementos que podríamos llamar liberales o, al menos, razonablemente cercanas al liberalismo.
En cualquier caso, puede que desde esa posición algo más ambigua ideológicamente, y con un hombre y un partido llegado desde las afueras del sistema, sea la única forma en la que sea posible abordar las reformas que Francia necesita… y que la Unión Europea necesita que Francia lleve a cabo.