Dos hombres de Estado frente a frente
Alain Juppé, el hombre de orden, conservador, pero humanista moderado. François Fillon, la encarnación francesa del tatcherista ultraliberal.
El pasado jueves 24 de Noviembre tuvo lugar el debate definitivo entre los dos aspirantes conservadores al Palacio del Elíseo: François Fillon y Alain Juppé. Los cuatro millones de votantes inscritos en las primarias del Partido "Los Republicanos" tendrán la última palabra este domingo 27 de Noviembre.
Dos hombres de Estado frente a frente. Se comportan con esa extrema amabilidad cortante y eficaz que hiela la sangre. Conscientes del devenir de un país en descomposición progresiva. Dos hombres curtidos en las tripas de una misma familia política. Guardianes de secretos de Estado. Ambos son ex ministros del entonces presidente Sarkozy. Nada queda al azar. Dominan a la perfección las maniobras políticas para tumbar al adversario-amigo de partido. Las Primarias tienen un aparente componente fratricida. Pero no. Ambos están preparados y es innegable que disfrutan de las triquiñuelas frente a la cámara fija.
Fillon/Juppé: ¿dos rivales o dos estrategas? Más bien lo segundo
Consiguieron eliminar a Sarkozy el pasado 20 de Noviembre. No les fue muy difícil. Los electores ya no confiaban en las palabras del ex presidente convertido en caricatura de sí mismo.
Los respectivos equipos de campaña de Fillon y Juppé montaron una expectación mediática inteligentemente planificada. Utilizaron un método muy banal pero que siempre funciona. Durante los últimos meses alimentaron un enfrentamiento ficticio entre ambos candidatos. El flujo de opiniones y el peso de las tertulias televisivas fueron diseñando dos perfiles bien opuestos. Alain Juppé, el hombre de orden, conservador como corresponde, pero humanista moderado, conciliador, católico ma non troppo, frente a François Fillon, la encarnación francesa del tatcherista ultraliberal, homófobo y cercano a Putin.
Pero nada de eso era real ni tampoco verdaderamente falso
Lo que vimos en el debate Fillon/Juppé del pasado jueves 24 fue un ejercicio de seriedad y serenidad. Un espectáculo muy alejado de la pugilística que se esperaba. No hubo acrobacias ni piruetas. Ningún riesgo. Todo fue medido, inteligentemente sopesado.
La fanfarria mediática que anunciaba polémicas de alto vuelo se apagó con las primeras palabras de ambos candidatos. Los votantes hartos de crispación se relajaron y escucharon a dos hombres aparentemente sensatos. Así funcionan las máquinas de convencimiento. Puro teatro. La expectación consiguió reunir a cerca de nueve millones de televidentes. Los cuatro millones que los habían votado se fueron a la cama congratulándose del buen tono de los candidatos y de la altura pedagógica a la hora de presentar reformas quirúrgicas muy drásticas como la supresión de 300.000 funcionarios que propone Juppé o la de 500.000, estimada por Fillon. Todo ello en un plazo de entre cinco años y diez años.
Las diferencias ideológicas se quedaron en simples diferencias de métodos a la hora de gestionar los plazos de las reformas.
Ambos se ahorraron reproches. Se presentaron como una opción de derecha centrista y centrada en el bien nacional y en el contenido patriótico del programa. No se enfrentaron en los temas sustanciales. Quedó muy a las claras que ambos navegaban en una misma dirección política necesariamente sombría. Necesariamente amarga.
"Unir, fortalecer, Reforzar, Defender"
Desenfundan con elegancia aprendida la semántica gaullista, y precisan que es "absolutamente incompatible" con el discurso de Marine Le Pen. Pasaron a vuela pluma sobre la política internacional sin profundizar, para no asustar a un país ya fragilizado por el miedo. En este punto se pudo percibir una divergencia –posiblemente más personal que política- cuando Juppé criticó el apoyo explícito que le habría dado Putin a la candidatura de Fillon.
El debate se concentró en lo doméstico: seguridad, prestaciones sociales, paro, sanidad, el patriotismo en las escuelas, impuestos, autónomos. Como prioridad el desmantelamiento de una estructura administrativa que pone trabas a la creación de empresas. No se habló de la supresión de las 35 horas. Sólo se contempló llegar a las 39 horas remuneradas.
Sobrevolaron con exquisita moderación aquellos temas como el aborto, el matrimonio homosexual, la adopción, la filiación. Los dos anduvieron con pies de plomo.
Lo que quedó del debate tuvo un efecto sedante. Era la jugada decisiva del fin de las primarias.
François Fillon moderó su rotundidad verbal y Juppé se atuvo al código ético de su programa. El partido Los Republicanos se presentó el jueves "como una derecha liberal y social, justa y equitativa". Capaz de parar los pies al Frente Nacional y por ello, ambos candidatos insistieron rotundamente en su voluntad de no tocar la Ley electoral de la Vº República. Es una Ley blindada.
Para los que conocen bien la tradición republicana francesa algo verdaderamente anómalo ha sucedido: el Papa Francisco se ha colado en la campaña electoral del partido conservador. Y no parece querer salir. Un hecho verdaderamente insólito a tener en cuenta en el espíritu republicano. Pero el Santo Padre es un personaje irrefrenablemente mediático. El periódico Le Monde abría la víspera del debate con una viñeta del genial Plantu:
"Trés Saint Père, vous êtes plutôt Fillon ou plutôt Juppé?"
¿Qué pueden replicar a esto Fillon y Juppé? Ya no es cosa terrenal.
El próximo domingo habrá un vencedor. Si el Santo Padre de Plantu así lo elige.
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