Emmanuel Macron, exministro de François Hollande, ha anunciado su candidatura para sustituir al presidente socialista francés con una propuesta que pretende estar por encima de la fractura tradicional entre derecha e izquierda y, sobre todo, contra un sistema político "bloqueado" y "obsoleto".
En una puesta en escena cuidadosamente orquestada en un centro de aprendizaje de Bobigny, ciudad del extrarradio de París repleta de barrios sensibles y capital del departamento con mayores problemas sociales del país, prometió, si sale elegido, "una revolución democrática profunda" con un programa de momento poco definido.
Esa clase política, a la que denostó, reaccionó con críticas generalizadas a este hombre de 38 años que nunca se ha presentado a unas elecciones, que mientras fue titular de Economía dejó una huella de liberal, y que, sobre todo, se beneficia de una gran notoriedad por la atención mediática que genera.
Uno de sus principales mensajes hoy fue que en sus cinco años de experiencia política, primero en el gabinete de Hollande en el Elíseo y luego como ministro, comprobó que el sistema político "se ha convertido en el principal obstáculo para la transformación del país".
Según su lectura, ese sistema "bloqueado" ha llevado a que Francia "haya salido del camino del progreso" ante la globalización y sus consecuencias, y su conclusión es que "no se puede responder a ese nuevo mundo con los mismos hombres y las mismas ideas".
Consideró que la posición de jefe del Estado es la que permite llevar a cabo la "revolución" que promete y que él está listo" para "hacer entrar a Francia en el siglo XXI".
Además, trató de utilizar como baza el no contar con un partido que lo respalde -creó su movimiento "En Marcha" el pasado abril, que reivindica ahora cerca de 100.000 simpatizantes- insistiendo en que su reto "no es unir la derecha ni la izquierda, sino a los franceses".
Una forma de referirse con desdén a las primarias de la derecha y el centro que celebran el próximo domingo su primera vuelta y la segunda el día 27, pero también a las de la izquierda organizadas en enero por el Partido Socialista, que Hollande se ha comprometido a disputar si finalmente decide intentar su reelección.
Elegir hoy para declararse candidato, algo que era un secreto a voces desde que Macron salió del Gobierno en agosto para consagrarse a su carrera política, no parece gratuito para irrumpir en el debate mañana de los pretendientes a las primarias de la derecha y quitar protagonismo a los favoritos, Alain Juppé, Nicolas Sarkozy y François Fillon.
Además, se adelanta y condiciona el anuncio que Hollande ha programado en diciembre para decir si volverá a aspirar al Elíseo o si, en caso contrario, dejará que su primer ministro, Manuel Valls, sea quien defienda en las primarias de la izquierda la acción de su Gobierno en los cinco años de mandato.
El jefe del Estado, mentor en política de Macron, al que protegió hasta que dejó la cartera de Economía, no quiso en un primer momento reaccionar de forma explícita al desembarco de su exministro en la carrera presidencial, que en su entorno se percibe como una forma de traición.
Sin citarlo, se limitó a advertir de que "si Francia se divide, se fragmenta y se desune, en un momento en que afronta tantas amenazas, irá hacia abajo".
Menos reparos hubo para cargar contra Macron desde la derecha y la extrema derecha. Juppé recordó que fue "coautor de la desastrosa política económica" de la presidencia de Hollande, al que "ha apuñalado por la espalda", mientras la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, dijo que siempre ha sido "el candidato de los bancos".