El Frente Nacional ha conseguido un importante triunfo en la primera vuelta de las elecciones regionales, al obtener en torno al 28% de los votos, desplazando a Les Républicains (centro-derecha) de Nicolas Sarkozy y al Partido Socialista de François Hollande a la segunda y tercera posición, respectivamente.
Un éxito sin precedentes
Marine Le Pen, en su comparecencia triunfal de ayer por la noche, se comprometió a transformar Francia y a poner en marcha una nueva República que defienda la "nación y la soberanía" y a los "franceses más vulnerables", basada en valores republicanos como la libertad, la igualdad, la fraternidad y el laicismo. Marine Le Pen también hizo énfasis en la necesaria recuperación de los "territorios perdidos" de la República, en clara referencia a las banlieues, donde habita gran parte de la población de origen extranjero, y solicitó el apoyo de los franceses para la segunda vuelta del domingo que viene.
Como ocurrió tras el gran éxito del Frente Nacional en las elecciones europeas de 2014, los líderes políticos de los dos partidos de Gobierno y gran parte de la prensa se han llevado las manos a la cabeza y han lamentado el grave error cometido por la población al votar a un partido extremista y populista que basa su estrategia en el descontento hacia los partidos de gobierno sin aportar soluciones creíbles y realistas. Siguen así la tradicional estrategia de dejar al Frente Nacional al margen de la vida política de la República.
Una dinámica antigua
No son pocos los que han querido minimizar la victoria del partido de Le Pen poniendo de manifiesto una posible vinculación entre la misma y los recientes atentados de París. A escasas horas de los atentados ya muchos advertían del riesgo que entrañaba caer en el error de votar al Frente Nacional para, según algunos, hacer el juego a los terroristas. Pese a que desde posiciones contrarias al partido de Le Pen este discurso resulta muy tentador, y ha sido retomado tanto por el PS como por LR, no se debe exagerar el papel que los atentados han desempeñado a la hora de orientar el voto de los franceses. De hecho, en París, ciudad afectada por los atentados, el Frente Nacional no sobrepasó el 10% de los votos. En realidad, la fuerza del partido de extrema derecha no es novedosa, el Frente Nacional lleva más de 2 años obteniendo un apoyo superior al 25% en todos los sondeos, y ya antes de los atentados se contemplaba la posibilidad de que pudiera obtener la victoria en las elecciones.
Por lo tanto, los atentados han podido reforzar ligeramente al partido de extrema derecha, pero no suponen bajo ningún concepto un elemento central para explicar un cambio de tendencia cuyas causas son mucho más profundas.
Un apoyo coherente
El Frente Nacional ha conseguido hacerse un hueco en todo el territorio francés. Sin embargo, sigue siendo mucho más poderoso en el este, donde cosecha sus mejores resultados. En las antiguas regiones industriales, hoy deprimidas, el Frente Nacional explota el miedo y la frustración. Le Pen aprovecha el temor a lo desconocido y a la degradación de Francia para construir un discurso a medida de los que más tienen que perder con el fenómeno globalizador en su conjunto. Por lo tanto, el partido conjuga el miedo a la llegada masiva de inmigrantes, que acabaría con los valores franceses, y la crítica a una construcción europea que pondría en riesgo el modelo social francés poniéndolo a los pies de los intereses de los tecnócratas y las multinacionales.
Le Pen consigue así grandes resultados en los antiguos caladeros de votos del hoy decrépito Partido Comunista Francés, y el FN es un partido muy valorado por los más vulnerables. La formación de Le Pen tiene su principal sustento en las zonas periurbanas, que se sienten marginadas por una Francia cada vez más diferente de la que conocieron sus padres. En las elecciones europeas consiguió convertirse así en el partido más apoyado por los obreros pero también por los jóvenes, de los que le apoyaron en cerca de un 35%. Los dos principales partidos pinchan en hueso al criticar el extremismo de una formación cuyas ideas consiguen un apoyo masivo entre los franceses más humildes, decepcionados por las políticas llevadas a cabo desde hace décadas y que se consideran traicionados por las élites políticas tradicionales.
Un partido más
El Frente Nacional ha conseguido capitalizar en su favor el descontento con la política y es hoy un partido dinámico cuyas tres cabezas visibles, Florian Philippot (34), Marine Le Pen (47) y Marion Maréchal-Le Pen (25), son mucho más jóvenes que los líderes de los otros partidos. El Frente Nacional cuenta con una página de Facebook más actualizada que la de sus rivales y con más de 300.000 megustas, más que LR y el PS juntos, y ha conseguido en gran medida normalizar su imagen y legitimar sus propuestas.
La normalización del Frente Nacional se muestra a todos los niveles. Parece que la tradicional solución del frente republicano para evitar que el FN llegue al poder cuenta cada vez con menos apoyo. Esta estrategia supone que si el Frente Nacional es el partido más votado en una circunscripción, el tercero se retira de la segunda vuelta para que sus electores se inclinen por el otro partido y complicar mucho la victoria de aquél. El partido de Sarkozy se ha mostrado contrario a retirarse en los lugares en los que ha sido tercero para facilitar un triunfo socialista, y mantendrá sus listas en todas las regiones. Los socialistas sí retirarán las suyas en las dos regiones donde el FN obtuvo más del 40% de los votos, pero el candidato socialista en la región Gran Este se mantendrá, contra la opinión de su partido, lo que supone facilitar mucho la victoria a Florian Philippot.
Apoyar al Frente Nacional se ha convertido pues en un voto para mostrar adhesión, ya no de castigo, para cerca de 6 millones de franceses que consideran que sus soluciones son las más apropiadas para mejorar la situación de Francia. Pese a que las competencias de las regiones en Francia son muy limitadas, gobernar tres de las más pobladas serviría de excepcional lanzadera a Marine Le Pen de cara a las presidenciales de 2017, que se presentan más abiertas que nunca.