El ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) Dominique Strauss-Kahn volvió este lunes al banquillo de los acusados en el juicio abierto contra él y otras 13 personas por proxenetismo agravado, cargo por el que podría ser condenado hasta a diez años de prisión y 1,5 millones de euros de multa.
Con traje y corbata oscura y acompañado de uno de sus tres abogados, Henri Leclerc, Strauss-Kahn llegó poco después de las 12:30 al Tribunal Correccional de Lille (norte de Francia), sin hacer declaraciones. El proceso se inició en 2011, cuando denuncias anónimas llevaron a la Policía Judicial de Lille a investigar supuestas actividades de prostitución en los hoteles Carlton y Des Tours de esa ciudad.
La aparición del nombre de Strauss-Kahn, en un momento en que estaba inmerso en el escándalo por el presunto abuso sexual contra una empleada en un hotel neoyorquino, dio un nueva dimensión al caso, en el que también están encausados un policía, un abogado y varios empresarios. Se les acusa de organizar una quincena de orgías con prostitutas en Bélgica, París, Washington o Nueva York, tomando como base de operaciones el Hotel Carlton, entre 2007 y 2011, cuando el exministro socialista, conocido como DSK, todavía estaba al frente del FMI (2007-2011).
El sumario señala a Strauss-Kahn como la persona sobre la que presuntamente pivotaba la red y lo presenta como el principal beneficiario de esas veladas, a menudo descritas por las chicas que participaban en ellas como "brutales". Cuatro de esas prostitutas se han constituido en acusación particular y su testimonio en la vista, según analizan los medios, podría resultar más perjudicial para la reputación del político que el riesgo de una eventual condena.
En sus declaraciones ante los instructores, esas mujeres describieron a DSK como un hombre ávido de sexo, con una tendencia muy marcada hacia prácticas de dominación y sodomía, que dejaban constancia de que le gustaban las "relaciones de fuerza". Eran prácticas, según ese testimonio, "próximas al bestialismo". El antiguo director del FMI, de 65 años y precedido por su fama de libertino e incluso de acosador, siempre ha defendido que no era consciente de que las mujeres que le llevaban sus amigos eran prostitutas.
Strauss-Kahn no está considerado en este caso como simple cliente, sino como proxeneta, porque el código penal francés castiga con ese delito a todo aquel que fomente o proteja la prostitución de otra persona o a quien se beneficie de ésta. La crudeza de las bacanales descritas por esas chicas ilustra, según los jueces, que no se trataba de meras adeptas al libertinaje y que el exministro de Finanzas socialista no podía ignorar su condición de prostitutas.
Demostrar que no era consciente de su situación adquiere por lo tanto una importancia fundamental en este proceso, que está previsto que dure tres semanas.
Este lunes, el Tribunal rechazó tanto la demanda de que la acusación civil comparezca a puerta cerrada como la de que se anule el proceso, realizada por un abogado de la defensa por considerar que la instrucción estuvo viciada por maniobras políticas contra DSK.
Ese letrado, Olivier Bluche, se basaba en revelaciones del antiguo comisario Joël Specque, según el cual antes de que este sumario se abriera oficialmente el 2 de febrero de 2011 hubo escuchas administrativas autorizadas por el Gobierno conservador de Nicolas Sarkozy.
Esa teoría busca sustentar la idea de que todo fue un complot para acabar con las ambiciones de DSK de conseguir la jefatura del Estado en las elecciones de mayo de 2012 y de que, según Karl Vandamme, abogado de otro acusado, "el proxenetismo es una construcción jurídica para poder atraparlo en la red".