En vez del pistoletazo de salida de las negociaciones para conseguir aupar a Jean Claude Juncker presidente de la Comisión Europea, los gestos de los líderes este miércoles de madrugada gritaban más bien las pocas posibilidades del luxemburgués de hacerse con la silla más poderosa de Bruselas. Y es que el candidato del partido más votado en las pasadas elecciones contaba con los recelos publicitados desde Londres, pero el golpe más dañino se lo asestó la canciller alemana, quien, curiosamente, meses antes lo había impuesto a su familia política.
Era la primera cita de Jefes de Estado y de Gobierno, y el hecho de que fuera informal y no hubiera conclusiones en las que enrocarse durante horas hacía presagiar que los líderes expresarían libremente sus preferencias. Por eso mismo, la falta de entusiasmo de la canciller Merkel al hablar del aspirante a presidente tras la cena no fue casual. Tampoco lo fueron sus constantes alusiones a Jean Claude Juncker como "el candidato de mi partido" o "el designado por el Partido Popular Europeo", o la más de media hora y otras tantas preguntas de la prensa en las que evitó dar una sola razón por la que su Gobierno apoyaría al luxemburgués. El golpe acaso mortal llegó a la pregunta de si cree que Juncker sería capaz de impulsar una agenda como la que reclaman los Gobiernos en este momento post electoral. "Sería capaz",dijo, no sin apostillar un gélido "como muchos otros", lo que confirmó que la canciller no está por la labor de partirse la cara por su compañero de filas.
Además, la canciller se agarró a unos tratados y a unas normas todavía no estrenadas para no respaldar al candidato popular. "Es el candidato de mi partido, pero yo estoy atada a los tratados", reiteró con terquedad explicando que ella, como miembro del Consejo Europeo, tiene la obligación de presentar un candidato consensuado con sus colegas. Llegó incluso a ilustrar con un ejemplo de la República Federal de Alemania el hecho de que es posible elegir a un presidente que no provenga del partido mayoritario.
Se fajó, en suma, a la hora de pormenorizar los problemas legales o prácticos de proponer a Jean Claude Juncker, pero no aportó ni una sola razón por la que ella vería con buenos ojos al que, hasta ahora, había sido su candidato.
Hombre del pasado
Hay quien esgrime su experiencia como primer ministro de su país durante casi dos décadas para sostener la solvencia de Juncker como negociador y defender las posibilidades de que, finalmente, sea su nombre el que los Gobiernos (por mayoría cualificada) estampen sobre un papel y envíen al Parlamento Europeo para el voto final. Otros, como su ferviente detractor David Cameron, lo catalogan de "hombre del pasado" por su gestión al frente del Eurogrupo durante los peores momentos de la crisis. De hecho, el prémier británico ha iniciado una nada disimulada campaña de desprestigio y ha puesto en marcha unas intrigas que, según algunas fuentes, habrían empezado a dar frutos en Suecia, Hungría y una serie de países pequeños.
En todo caso, aun sin brillo ni grandes perspectivas para el candidato que, sobre el papel, podría ser favorito, el proceso de negociación quedó abierto y Van Rompuy, habitual mediador tanto en el seno del Consejo que preside, como en su dividido país, iniciará esta misma semana los contactos para pulsar apoyos y posibles compromisos.
Lo que sí quedó claro es que pese al intento durante esta campaña de vender su legitimidad democrática, las instituciones comunitarias no tienen intención de responder a las expectativas creadas. "Los altos cargos no se elegirán en una sala a puerta cerrada", repetía la propaganda institucional que ahora tendrá que prepararse para explicarle al ciudadano si decide designar un candidato distinto a todos los que dieron la cara durante la campaña.
Rajoy: "Las cosas van a salir bien"
A la salida de la reunión, por supuesto a puerta cerrada, el presidente se mostró confiado de que "las cosas van a salir razonablemente bien". Si bien, en privado, el Gobierno reconoce el "lío" existente en el reparto de puestos, en el que España pretende recuperar el peso perdido. "Esto lleva un tiempo", advirtió el propio Mariano Rajoy, que en esta ocasión ya no quiso casarse con nadie. Ni tan siquiera citó a Juncker. "Van Rompuy ha recibido un mandato y en eso estamos", resumieron fuentes gubernamentales.
Sobre las opciones del Ejecutivo de ocupar puestos clave, las citadas fuentes tacharon de "especulaciones" la posibilidad de que Rajoy pudiera sacrificar a Miguel Arias Cañete -para el que se busca una comisaría potente- a cambio de que Luis de Guindos se convierta en el nuevo presidente del Eurogrupo. "La partida de ajedrez ha comenzado", recalcaron. "No ha habido nombres. De momento estamos con el presidente de la Comisión".
Mientras, desde Génova se recordó que el presidente tiene "un plan" para para la delegación española en el Parlamento europeo: la marcha de Cañete a su retiro dorado supondría que Esteban González Pons dirigiría el grupo, como así quedó pactado antes del 25-M. De esta forma, por cierto, Carlos Iturgáiz obtendría su deseado escaño. "Conociendo a Rajoy, estoy seguro de que luchará todo lo posible para que Cañete logre la comisaría", en voz de un miembro de la dirección. En el Gobierno no van tan lejos: "estamos en las negociaciones. Veremos como encajan las piezas".