Un "lío de los gordos" en la negociación de la nueva cúpula de la UE
El presidente, antes de aterrizar en Bruselas, ya había hablado dos veces con Merkel, Hollande y Van Rompuy. Existen dudas sobre Juncker.
Las elecciones han abierto la veda para el reparto de poder, pero las incertidumbres alrededor del fondo y la forma del proceso amenazan con provocar una nueva sacudida institucional. A partir de esta misma noche, los Veintiocho comenzarán a pulsar mutuamente sus intenciones en torno al aspirante a suceder a José Manuel Durao Barroso al frente de la Comisión Europea. Y si, como se atisba, la controvertida figura de Jean Claude Juncker, el designado por el partido más votado, concita suspicacias y acaba provocando el veto por parte de algunas capitales, el relevo podría acabar convirtiéndose en lo que fuentes diplomáticas definen estos días como "un lío de los gordos".
La campaña electoral, que las instituciones y sus representantes han jaleado al son de un repetidísimo "esta vez es distinto", ha girado en torno al mensaje de que el candidato del partido más votado tendría la legitimidad para convertirse en el próximo presidente de la Comisión Europea. Sin embargo, la posibilidad de que la poltrona más codiciada acabara ocupándola un "outsider" de compromiso, es decir, ninguno de los cinco candidatos –o dos con posibilidades de ganar- que se presentaron ante el ciudadano, ha sobrevolado el debate sucesorio desde el principio. De hecho, no hubo debate electoral en que los cinco candidatos no bramaran contra lo que consideran "una burla a los votantes" a los que se les lanzaría el mensaje, en palabras del candidato liberal, de que "todo el ejercicio democrático no ha sido más que un jueguecito".
Por eso, nada más conocerse la victoria apurada del Partido Popular Europeo el domingo pasadas las 11 de la noche, su candidato, Jean Claude Juncker, se arrogó el derecho a ser aupado presidente y reivindicó su poltrona.
Apenas cuarenta y ocho horas después de conocerse los resultados electorales, también los grupos políticos en la Eurocámara han señalado hacia el luxemburgués para que sea el "primero en intentar conseguir la mayoría requerida". El propio Juncker se mostró dispuesto a pactar con socialistas y liberales, aunque no con la extrema derecha. Lo que no pudo contener el deslenguado Juncker fue una salida chulesca –marca de la casa- asegurando que "el candidato número uno no se pondrá de rodillas ante los socialistas".
Según fuentes diplomáticas, este martes no habrá nombre sobre la mesa, aunque difícilmente se podrá evitar un asunto que los líderes ya han comenzado a despachar en sus casas. Cameron ha sido el menos disimulado en mostrar su querencia hacia otro nombre, el de la primera ministra danesa, Hellen Thorning Schmitt. También a Merkel, a pesar de haber aupado a Juncker candidato, se le ha visto durante la campaña arrastrar los pies. Y es que el de la elección es un proceso cuyas normas del juego, recién estrenadas, no están claras. Incluso el prémier holandés, Mark Rutte, ha llegado a afirmar que la idea de elegir al presidente entre los candidatos de las elecciones "es un invento del Parlamento". Y es que los tratados sólo hablan de "tener en cuanta" los resultados, y no de atar las manos de los Gobiernos con el mensaje de las urnas.
De los pocos en dar un paso adelante este martes fue Mariano Rajoy, que, aunque sin mojarse en exceso, dijo que Juncker debería ser el primer candidato en buscar apoyos y ser "tenido en cuenta". Aun así, el propio presidente admitió división. "Hay personas con diferentes formas de ver las cosas", explicó.
La pregunta de qué pasaría si Juncker se quema antes de llegar a la meta está en el aire. Y como respuesta, han ido desfilando nombres durante las últimas semanas. El que más resuena es el del prémier irlandés, Enda Kenny, dirigente de un país pequeño que ha superado un rescate con éxito y que, en círculos diplomáticos, no parece incomodar demasiado. "Es lo menos malo", resumía esta semana un embajador.
El veredicto final, por tanto, dependerá, en gran medida, de los equilibrios entre capitales, en los que el avance del euroescepticismo tendrá mucho que decir –siquiera, malician fuentes diplomáticas, por tener a Cameron contento-, y de los que "se puede esperar cualquier cosa", a juzgar de observadores institucionales.
Rajoy llega a Bruselas
Oficiosamente, España lleva meses moviendo sus hilos para ganar peso en unas altas esferas en las que, se quejan altos cargos en público y en privado, el Gobierno se siente poco representado desde que perdió su poltrona en las plantas nobles del BCE en Fráncfort. En Dublín, Mariano Rajoy ordenó votar al candidato de Merkel a cambio de más poder en las instituciones. Y ahora, ganadas las elecciones pese a la caída de votos, se siente fuerte para mantener el pulso.
Así, antes de aterrizar en la capital comunitaria, el presidente español ya negoció en dos ocasiones con el presidente francés, François Hollande; el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; y, por supuesto, la canciller alemana. Según la nota difundida por la Moncloa, "han analizado el resultado de las recientes elecciones europeas".
En el Gobierno tienen fijación por dos puestos: una comisaría potente, que dirigiría Miguel Arias Cañete, y la presidencia del Eurogrupo, a la que aspira el aún ministro Luis de Guindos. El titular de Economía mostró su malestar por el nombramiento del actual representante, Jerom Dijsselbloem, que ahora no descarta repetir en el cargo. En paralelo, algunas fuentes no descartan alcanzar un tercer puesto para Ramón Luis Valcárcel, que dejó la presidencia de Murcia para dar definitivamente el salto a Bruselas.
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