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Cataluña se cuela en el debate de candidatos europeos

Mientras que la verde abre los brazos de la UE a una Cataluña independiente, la mayoría alega que es una "cuestión nacional"

Mientras que la verde abre los brazos de la UE a una Cataluña independiente, la mayoría alega que es una "cuestión nacional"
Debate de candidatos europeos en Bruselas | EFE

Junto a la crisis, la política de inmigración o los símbolos religiosos, la hipotética independencia de Cataluña se coló entre los numerosos temas que los cinco candidatos de los principales partidos europeos abordaron en el debate de este jueves. Si la candidata de los Verdes, Ska Keller, se mostró partidaria de abrir los brazos de la UE a una Cataluña independiente, la mayoría pasó de puntillas por un tema del que se lavan las manos argumentando que es un "asunto nacional".

Mientras que la joven candidata de los verdes se descolgó con una encendida defensa del "derecho de los europeos a decidir su futuro", el liberal y el socialista pasaron la pelota a las capitales alegando el socorrido comodín de la "cuestión nacional", y el popular terció con una genérica petición de respeto a las constituciones nacionales. "Si fuera presidente de la Comisión -aseguró una candidata sin posibilidades reales de acceder al puesto-, les daría la bienvenida a la Unión Europea".

Lo curioso es que el liberal Verhofstadt, miembro de la familia política de Convergencia, se mostrara partidario de que el asunto se solucione en casa, lo mismo que hiciera el candidato popular, Jean-Claude Juncker, -"sería lo acertado", argumentó- antes de pedir respeto a las constituciones nacionales "siempre y en todo lugar"

Abstención y euroescepticismo, rivales ausentes

Por lo demás, el primer duelo europeo entre candidatos de los principales partidos se saldó con muchos grandes temas y pocas (y pequeñas) diferencias. En un formato poco favorable a la confrontación –y con agilidad reducida, en parte, a causa de las exigencias de interpretación-, el debate fue aumentando de tono conforme se dejó de hablar de las grandes generalidades económicas –como "el desempleo es una lacra" o "no a la generación perdida"- y se fue aproximando a escollos políticos como la crisis migratoria o el derecho de autodeterminación de Cataluña y Escocia. También hubo reproches de la izquierda a la gestión de la crisis y a la "manía de la UE de tumbar Gobiernos democráticos", y encendidas críticas por parte del candidato liberal, Guy Verhofstadt, a la actual Comisión presidida por Durao Barroso y presa, en su opinión, de las "presiones de París y Berlín".

Tras los anteriores cara a cara entre los candidatos socialista (Martin Schultz) y popular, los más críticos alegaron que, más que estar disputándose la presidencia de la Comisión, parecían más "un agradable debate parlamentario entre viejos rivales". En este caso, además, los candidatos se llevaron su propia comparsa, que se ocupó de aplaudir cada una de las intervenciones enlatadas.

Pero hay quien argumenta que el rival en estos debates es, en realidad, la abstención y la ausencia de una opinión pública europea. Las encuestas muestran el desconocimiento, aunque mucho menor que en anteriores comicios, de la población de los candidatos europeos. De ahí el esfuerzo de Eurovisión, de retransmitir este primer gran debate en directo desde el hemiciclo del Parlamento Europeo a través de 49 canales de televisión, 39 páginas webs y 10 radios.

El otro gran rival ausente fue el euroescepticismo, puesto que los conservadores británicos no quisieron participar en lo que califican de "no debate" .

El candidato comodín, "impensable"

En un intento de dotar a las instituciones comunitarias de una mayor legitimidad democrática, esta vez, los altos cargos no (sólo) se cocinarán entre Gobiernos en una sala a puerta cerrada, sino que las urnas tendrán que señalar hacia el grupo más votado en las elecciones al Parlamento Europeo y, sólo entonces, los Gobiernos propondrán su candidato. El sistema es nuevo y sus trampas, por tanto, no están escritas. Nadie sabe concretar lo que significa que los Gobiernos deberán "basarse" en los resultados electorales, pero lo cierto es que todos abominaron de la posibilidad de que el próximo presidente de la Comisión no fuera ninguno de ellos.

Hasta ahora, el puesto de presidente del Parlamento, se elegía en una cita entre Jefes de Estado y de Gobierno, exacta –arguyen los más críticos del nuevo sistema- a la que se celebrará el mismo martes 27 justo después de las elecciones. Malician dichas voces que los Gobiernos pudieran sacarse su as de la manga, una suerte de candidato de compromiso que pudiera desatascar posibles vetos, en caso de un resultado muy ajustado entre populares y socialistas. Algo que, convinieron los cinco aspirantes al puesto, sería "impensable" y una "burla" a los electores.

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