Pese al mal tiempo una marea humana formada por mas de un millón de peregrinos llenó la plaza de San Pedro, sus aledaños y el centro de la ciudad de Roma para acudir a una cita histórica, la canonización de dos gigantes de la fe: los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.
Nadie quería perderse una día histórico que además dejaba para la historia un hecho histórico: la presencia de cuatro Papas. Dos ya son santos, Francisco los proclamó como tal y Benedicto XVI fue un discreto pero importantísimo testigo de esto. Nunca antes había ocurrido algo así.
El primer momento emotivo se producía con la llegada de Benedicto XVI, aclamado por la multitud y situado en un segundo plano. Cuando llegó Francisco ambos se fundían en un entrañable abrazo. Pasado este momento llegaba el turno de los verdaderos protagonistas: los dos Papas ahora santos.
Con el canto de la letanía de los santos daba comienzo la procesión de inicio ante un lugar abarrotado y lleno de emoción. Ya iniciada la ceremonia se produjo el momento más esperado, la fórmula de canonización en el que el cardenal Amato preguntó al Papa si procedía a la canonización y tras este paso se entonó el Veni Creator, la misma invocación al Espíritu Santo que se hace cuando los cardenales procesionan para el Cónclave.
Tras esto, el Pontífice declaraba oficialmente santos a ambos papas y les inscribía en el Libro de los Santos. Incluso antes de acabar la fórmula la multitud rompió a aplaudir con júbilo ante la declaración del Papa.
Posteriormente, Francisco recibió las reliquias de los ya nuevos santos. De Juan XXIII era un trozo de su piel que se extrajo cuando se exhumó su cuerpo para la beatificación. De Juan Pablo II eran unas gotas de su sangre. De los balcones de la basílica de San Pedro colgaban ya los retratos de los nuevos santos, imágenes con las que serán venerados ya como miembro del ejército de los santos.
Las palabras de Francisco
En una corta pero intensa homilía tras la liturgia, Francisco puso en relación el Evangelio con san Juan Pablo y San Juan. Dijo de ellos que "tuvieron el coraje de tocar con sus manos las llagas y su costado. No han tenido vergüenza de la carne de Cristo. No se han escandalizado de su cruz".
De este modo, añadía que "en cada persona que sufre veían a Jesús. Han sido hombres valerosos, llenos de espíritu. Nos han dado un testimonio del amor de Dios, de su misericordia".
Francisco afirmaba también que ambos santos "han sido sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Han conocido las tragedias pero éstas no han podido con ellos porque su fuerza era Dios". Y es que según leyó el Pontífice, tanto en el papa Magno como en el Bueno, como eran conocidos ambos, "fue más fuerte en ellos la misericordia".
Según Francisco, "los dos santos recibieron como don del Señor la esperanza que dieron en abundancia al pueblo de Dios, recibiendo del pueblo un eterno reconocimiento".
"Colaboraron con el Espíritu para poner al día a la Iglesia según su fisonomía original que le dieron los santos a lo largo de los siglos. Son los santos los que hacen crecer la Iglesia y llevarla adelante".
De san Juan XXIII, papa que convocó el Concilio Vaticano II, "tuvo una delicada docilidad al Espíritu Santo y se dejó conducir. Este ha sido su gran servicio a la Iglesia. A mi me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu Santo".
Con respecto a Juan Pablo II, Francisco le definió como "el Papa de la familia". "Dijo que querría ser recordado como el Papa de la familia", dijo, para añadir que "desde el cielo sin duda la va a sostener".
El júbilo de los cientos de miles de peregrinos
Tras acabar la ceremonia con el Regina Coeli, y la alegría de todos los presentes ante la presencia de dos nuevos santos ondeaban en la plaza miles de banderas de todo el mundo que mostraban la universalidad de la Iglesia y el amor del orbe católico por estos santos.
Tras la canonización, todas las campanas de Roma sonaron en señal de júbilo y las reliquias de los dos nuevos santos se dejaron expuestas en San Pedro para que los cientos de miles de peregrinos pudieran venerar y rezar a estos dos gigantes de la fe.
Datos históricos en la ceremonia
A la izquierda del altar se encuentran las delegaciones de los países, entre las que hay 24 jefes de Estado y 34 jefes de Gobierno. Entre ellos los Reyes de España, donde doña Sofía viste de blanco gracias a una histórica dispensa papal reservada a España. Además, la delegación española la completaban los ministros Margallo, Gallardón, Morenés y Fernández Díaz así como el embajador español ante la Santa Sede.
Además, la multitudinaria ceremonia contó con la presencia de casi todo el colegio cardenalicio, algunos muy mayores no pudieron asistir. Entre ellos, de manera muy discreta se situaba Benedicto XVI, papa emérito. Además, había más de 1.000 obispos de todo el mundo y más de 6.000 sacerdotes.