Invasiones y represiones zaristas, hambruna y deportaciones soviéticas, ese es el recuerdo de Rusia que tienen los tártaros de Crimea, que han decidido dar este domingo la espalda al referéndum separatista.
"Los tártaros estamos en estado de shock. No podemos creer que hoy nos acostemos en Ucrania y el lunes nos levantemos en Rusia", aseguró a Efe Jamzín Umarovich, jefe de Relaciones Exteriores del Medzhlis (Asamblea Popular de los tártaros de Crimea).
Los principales pobladores de la península durante siglos, esta minoría musulmana que ahora representa sólo un 12 por ciento de los habitantes de Crimea no quiere ni oír hablar de un posible retorno a Rusia. "Hay miedo al ingreso en la Federación Rusa. Toda nuestra historia con los rusos sólo nos ha traído tragedias. Éramos más de dos millones cuando el imperio ruso puso sus botas en la península hace tres siglos y ahora somos una minoría", señala.
Primero fue la expulsión y el éxodo a Turquía, después la hambruna ocasionada por la colectivización forzosa de la tierra y más tarde la deportación estalinista a Asia Central debido a la presunta colaboración con la Alemania nazi. "No tenemos un solo recuerdo positivo de Rusia. Y ahora en los mítines en Sebastopol escuchamos llamamientos a deportar de nuevo a los tártaros", denunció.
Bajchisarái, en contra del Kremlin
Umárovich está convencido de que el boicot a la consulta por parte de los tártaros será total, ya que considera que el referéndum no es ni legítimo ni democrático. "Es una payasada. (El primer ministro crimeo, Serguéi) Axiónov dibujará los resultados a su antojo. Todo se decide en los pasillos del Kremlin. Moscú es la que le dicta a Crimea por donde tirar, ahora a la izquierda, ahora a la derecha", señala.
En Bajchisarái, ciudad situada en el corazón de la península donde abundan las mezquitas y los tártaros representan una cuarta parte de la población, el ánimo de esta minoría es de indignación con el presidente ruso, Vladímir Putin, y decepción con Occidente. "¿Es usted de la televisión alemana? Dígale a (la canciller alemana, Angela) Merkel que sabemos muy bien por qué no quiere presionar a Putin. Alemania no puede vivir sin el gas ruso. ¡Es una vergüenza!", asegura Azalia, vendedora en el mercado de abastos local.
En el mercado uno se topa con numerosas víctimas de la deportación, gentes que nacieron o vivieron casi todas sus vidas en Uzbekistán o en Siberia.
"A mí me enviaron a los Urales. No regresé a Crimea hasta 1994. Ahora tengo 90 años", aseguró Gulnur, cuya dentadura es casi toda de oro.
Ésta ciudad situada a medio camino entre la capital, Simferópol, y Sebastopol, se ha convertido en el único reducto de la resistencia a la secesión en toda la península, ya que hasta su propio alcalde llamó a boicotear el plebiscito. La gente se niega obstinadamente a aceptar siquiera la posibilidad de que Crimea regrese a manos rusas.
"No podemos volver a vivir en Rusia. No quiero creerlo. No hay honor en el referéndum. Occidente debe obligar a Putin a renunciar a Crimea", asegura la guía del palacio del antiguo canato tártaro (siglo XV-XVIII), que incluye hasta un harén.
Miedo a otra Bosnia
La presencia de varios miles de cosacos rusos hace temer a los tártaros que en Crimea se repita lo que ocurrió en los años 90 en Bosnia cuando los musulmanes fueron víctimas de limpieza étnica.
Lo que también es un hecho es que los rusos de Crimea se quejan de que los tártaros se han apropiado de manera ilegal de terrenos para la construcción de viviendas, restaurantes y otros negocios, por lo que estos temen que ahora las nuevas autoridades decidan vengarse y ordenen la expropiación de esas tierras.
A veces las fronteras étnicas se desvanecen como es el caso de Ira, una vendedora de legumbres en el mercado, cuya madre es rusa, su padre ucraniano y su marido tártaro, una "auténtica Internacional" como ella la llama.
"Yo estoy a favor de Ucrania. En Rusia no nos espera nada bueno. Putin sólo necesita Crimea para desplegar tropas. Para nada más. Nosotros queremos vivir en paz. Que Putin saque sus tropas de Crimea ¿Quién se lo pidió? Que se las lleve y nos deje en paz de una vez", dijo a Efe.
Como ocurriera en varias ocasiones a lo largo de su trágica historia, los tártaros se encuentran de nuevo en una encrucijada, ésta vez como único escollo que separa a Crimea de la reunificación con Rusia, ya que la minoría ucraniana ha sido acallada por las autoridades separatistas. En cualquier caso, Umárovich asegura que los tártaros nunca volverán a abandonar su territorio, pero tampoco optarán por la "variante chechena" (guerra contra Rusia).
"Estamos muy decepcionados con Estados Unidos y la Unión Europea. Hasta le hemos pedido por escrito a la ONU que envíen cascos azules a Crimea. Sí, todos hablan de sanciones contra Rusia, pero aceptan sin oponer resistencia alguna que Crimea se separe de Ucrania", asegura