El periodo transcurrido entre el 23 de febrero y 12 de marzo de 1944 fue, sin duda alguna, uno de los episodios más oscuros del comunismo. Hace 70 años, el régimen de Stalin llevó a cabo la deportación de todo el pueblo ingush y checheno, durante la cual murieron más de 200.000 personas.
El 3 de marzo, la República Autónoma Socialista Soviética de Chechenia-Ingushetia oficialmente dejó de existir. Toda referencia a esta república y a su población fue eliminada de las enciclopedias y las mapas oficiales. Ingushetios y chechenos fueron borrados de la tierra de sus antepasados, y los que sobrevivieron la deportación, fueron trasladados a Siberia y a regiones remotas de Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán.
Acusados de colaborar con los nazis
Entre los pretextos que se esgrimían para la deportación destacaba la supuesta colaboración de estos dos pueblos con la Alemania nazi. Sin embargo, las autoridades soviéticas no aportaron ninguna prueba de ello. Además, durante la Segunda Guerra Mundial, unos 40.000 chechenos combatieron en el Ejército rojo, pero cuando Stalin dio la orden de deportación, ellos fueron enviados a los gulag siberianos.
Por eso, varios historiadores aseguran que la verdadera razón de la deportación masiva de estos dos pueblos era su rechazo a la doctrina comunista, porque ésta quería acabar con sus señas de identidad y su modo de vida. En este sentido, el historiador estadounidense Norman Naimark afirma que con su deportación masiva en distintos lugares de Siberia y Asia Central, Stalin quería dispersar a estos dos pueblos para acabar de una vez con sus rebeliones y desobediencia.
Deportados en vagones de ganado
Curiosamente, la deportación comenzó el 23 de febrero, el día del Ejército Rojo. Aquel día, en cada pueblo y ciudad de la república autónoma fueron convocados los hombres en los edificios locales de los Soviet donde, en lugar de conmemorar una de las fiestas de la URSS, se les anunció que en cuestión de minutos serían deportados por colaborar con los nazis. Los habitantes de la república disponían de 15 minutos para recoger sus pertenencias, después de lo cual fueron transportados en camiones hasta las estaciones de ferrocarril más próximas, donde fueron encerrados en vagones de ganado.
Los ancianos y las mujeres embarazadas fueron asesinados, porque se consideraba que requerirían mucho esfuerzo para su transporte y que solo ralentizarían el proceso de deportación. Se estima que durante el viaje, que continuó varias semanas, más de 100.000 personas murieron de hambre, frío y de enfermedades infecciosas. Los familiares de los fallecidos ni siquiera tenían la posibilidad de enterrarlos, ya que los soldados comunistas arrojaban los cadáveres al lado de las vías del tren para no perder tiempo.
Una vez completado el proceso de la deportación, chechenos e ingushetios fueron esparcidos en distintos lugares de Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán donde, entre 1944 y 1948, murieron al menos 80.000 personas a causa de las condiciones inhumanas en las que tuvieron que vivir. Además, las autoridades comunistas habían prohibido a la población local ayudar a los recién llegados.
La masacre de Khaibakh
El pueblo de Khaibakh estaba enclavado en una zona montañosa de difícil acceso, por lo cual a los soldados rusos se les ordenó que se deshicieran de sus habitantes. Dziyaudin Malsagov, uno de los soldados comunistas presentes en Khaibakh , recordaría años más tarde que más de 700 mujeres, niños y ancianos, fueron encerrados en un establo en Khaibakh. " Cerramos el establo y luego lo encendimos. Se escuchaban muchos gritos de mujeres y niños, e incluso algunos consiguieron abrir la puerta. Entonces recibimos la orden de disparar a los que intentaban salir, de manera que la puerta se quedó bloqueada por sus cadáveres y los demás murieron quemados vivos".
Lavrenty Beria y sus soldados de los servicios secretos de la NKVD fueron los responsables de la deportación y de las matanzas, y por su defensa del ideal comunista en la república autónoma fueron condecorados con medallas por las autoridades soviéticas.
13 años de exilio
El 25 de febrero de 1956, el nuevo dirigente de la URSS, Nikita Jrushchov, aseguró que "la deportación de todos los chechenos e ingushetios" y sus "ejecuciones sin previo juicio" "no contribuyó a reforzar la unidad del Partido".
El entonces Primer Secretario del PCUS reconoció, además, que "estas deportaciones no podían justificarse por consideraciones de orden militar".La ruptura de Jrushchov con el estalinismo hizo posible que un año más tarde, en enero de 1957 se permitiera a los chechenos e ingushetios volver a sus casas.
En 2004, el Parlamento Europeo aprobó una moción que reconocía las atrocidades comunistas en Chechenia e Ingushetia como un genocidio.