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El primer día del Papa Francisco: renuncia a la limusina y paga la factura de la pensión

El Papa ha sorprendido a todos. Ayer llegó a la residencia en autobús y hoy ha ido en un coche normal a la Basílica de Santa María la Mayor.

Antes de ser Papa, el entonces cardenal Bergoglio, podía ser visto por Buenos Aires viajando en metro y en autobús e incluso vivía en un pequeño apartamento fuera del Palacio Arzobispal. Ya como Pontífice todo el mundo daba por hecho que Francisco no podría seguir este tipo de vida tan sencillo y a pie de calle.

Sin embargo, desde su elección el Papa Francisco no ha dejado de sorprender a propios y extraños. La primera anécdota la contó el cardenal estadounidense, Timothy Dolan, elector en el Cónclave. Según afirmaba anoche el Papa tuvo su primer acto en una cena con todos los cardenales. Todos ellos se trasladaron al lugar en autobús y esperaban allí la llegada del Papa, prevista en una limusina del Vaticano. Pero para sorpresa de todos el Pontífice bajó de un autobús al llegar al lugar.

En autobús y pagando las facturas

Tras dormir por primera noche como obispo de Roma esta mañana, el papa Francisco ha vuelto a hacer gala de su sencilla personalidad. Aunque ayer dijo desde el balcón de San Pedro que iría a rezar a la Virgen María pocos sospechaban que ya hoy abandonara el Vaticano.

Concretamente ha elegido la basílica de Santa María la Mayor, conocida como la de los españoles y cuyo protocanónigo es el Rey de España. A las 8.05 llegaba a la iglesia pero de manera sorprendente llegaba en un sencillo coche de la gendarmería vaticana y con una pequeña escolta. Por la puerta lateral, por ahí quiso entrar el flamante Papa, no por la puerta principal

Allí rezó durante diez minutos ante la Virgen a la que dejó un ramo de flores y acudió a la llamada Capilla Sixtina, en el que se encuentra el altar en el que San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, donde celebró su primera misa en Roma en la noche de Navidad de 1538. Allí también oró frente a la tumba de Pio V.

En este sentido, Francisco se ha ido tal y como ha llegado, en un coche de lo más sencillo y con el personal necesario. Pero de nuevo sorprendió a sus acompañantes y pidió al chófer que desviara la ruta y que aparcara en la via la Scrofa, cerca de Piazza Navona, en la residencia en la que se alojó en los días previos al Cónclave. Una vez dentro y con los responsables en estado de shock ha recogido sus pertenencias, ha pedido la factura y la ha pagado como cualquier otro cliente.

La misma cruz pectoral que estos días

Del mismo modo, el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, aseguró que "el Santo Padre saludó a la multitud llevando al cuello la misma cruz pectoral que llevaba estos días: no eligió la cruz pectoral del Papa para las grandes ceremonias ni tampoco se puso la muceta roja que puede llevar un Sumo Pontífice, ni la estola".

Del mismo modo, explicó que el nombre de Francisco viene por San Francisco de Asís, "que recuerda tanto la espiritualidad y la pobreza evangélicas. Su nombre como Papa es Francisco, a secas".

Su estilo informal y las rupturas del protocolo por su extrema sencillez ya han sido también tratadas por la seguridad vaticana. El propio Lombardi ha explicado que "los encargados de la seguridad del Pontífice están a su servicio y adaptan las medidas para protegerlo al estilo de cada Papa. Por ejemplo, Juan Pablo II era un pontífice que rompía las previsiones e iba a saludar a las personas sin avisar antes, y siempre los encargados de su seguridad adecuaban los métodos para protegerlo a estas características".

Sus noches con los enfermos

La austeridad no es algo nuevo ni un signo que quiera hacer ahora al ser Papa sino que ha sido una de las cualidades que le han definido durante todos estos años. Aparte de sus viajes en metro y bus en Buenos Aires y sus paseos por Roma, el entonces cardenal bonaerense tenía como práctica habitual acompañar a los sacerdotes ancianos o enfermos, llegando a acompañarles durante toda la noche junto a la cama.

Otra anécdota del ahora Papa y que era sobradamente conocida se produjo cuando fue creado cardenal por Juan Pablo II en 2001. En ese momento, feligreses de Buenos Aires querían acompañarle a Roma para conmemorar este histórico momento. Sin embargo, él les pidió que no fueran y que el dinero que tenían previsto gastarse lo destinasen a obras de caridad.

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