Peter Erdo es una de las figuras más destacadas de la Iglesia en Europa. Este húngaro de 60 años ha sido durante muchos años el cardenal más joven tras haber sido creado como tal por Juan Pablo II en 2003 cuando apenas contaba con 52 años. Para Roma, Erdo es el referente en la Iglesia de la Europa Oriental y así lo ven sus amigos en el Episcopado.
El cardenal Erdo es arzobispo de Esztergom-Budapest y primado de Hungría. Además, desde 2006 es el presidente de las Conferencias Episcopales de Europa. Este hecho puede ser relevante en este Cónclave puesto que este cargo le ha permitido tratar y conocer a buena parte de las iglesias europeas y le ha granjeado la amistad y la estima de numerosos cardenales de todo el continente y de la Curia. Si bien no tiene experiencia curial su extensa trayectoria pastoral y su liderazgo en las conferencias europeas le da un plus.
Una alternativa muy solida
Este húngaro mayor de seis hermanos llega al Cónclave sin hacer mucho ruido y a la sombra de los que han sonado como grandes favoritos. Es una alternativa, pero muy real. Erdo ya conoce el funcionamiento de la elección pues participó en la votación de 2005 que eligió a Benedicto XVI. En caso de que el Cónclave se 'enquistase' sería probablemente uno de los primeros nombres en salir a la palestra.
Conoce muy bien las sociedades secularizadas y las consecuencias del comunismo. Y además sabe tratar con el mundo no creyente. Además de su dilatada trayectoria pastoral ha dedicado una buena parte de su vida a la docencia y es uno de los canonistas más importantes del continente. Lo hizo como profesor y también arriesgando su integridad física fundando la primera universidad católica en Hungría durante el régimen comunista.
Salvando mucho las distancias, Erdo sería una especie de Wojtyla pues aportaría la experiencia de la Iglesia perseguida por el comunismo. Su vigor y su corpulencia también evocan al gran Papa polaco.
Una vocación forjada durante el comunismo
Sobre todo, Peter Erdo es un cardenal que forjó su fe bajo el yugo de la opresión comunista. Y ese hecho le marcó su sacerdocio. En una entrevista, el purpurado recordaba algunos momentos de su infancia que clarifican ese tiempo: "todos los domingos, después de la comida, mis padres nos enseñaban la religión. Mi padre era jurista, y desde el inicio del comunismo no pudo ejercer su trabajo porque era conocido como un católico practicante; mi madre era profesora, y no podía ejercer su empleo por la misma razón. En ese tiempo, eso significaba la pobreza. Sin embargo, gracias a ellos, sus hijos pudimos crecer en la fe y vivirla de un modo natural".
Tras esto, continua su relato: "entré en el Seminario en 1970. Tuve dificultad para ser aceptado en el seminario. Tras ingresar, hice el servicio militar y luego comencé los estudios de Teología. Es verdad, había dificultades, no se podían hacer muchas cosas, pero con algo de prudencia se podía hacer algo". Fue testigo como compañeros suyos fueron encarcelados aunque explica cómo conseguían esquivar al sistema opresor.
Por ello, sobre el siglo XX en Europa, el cardenal Erdo habló en otra conferencia sobre las ideologías que han arrasado Europa, la ideología que forja la masa y que destruye al individuo. "Primero llegó el nazismo y luego, en paralelo, el comunismo, o sea, el tantas veces llamado irónicamente ‘socialismo real’. Según revela la experiencia de estos pueblos, ninguna de las dos soluciones propuestas consiguió liberar al hombre de sí mismo, liberar al hombre de las consecuencias del pecado, de su egoísmo y por tanto de la explotación y la opresión. Es cierto que en algunos países socialistas, por ejemplo, podía alcanzarse cierta igualdad en la distribución de algunos bienes, pero –como bien sabemos- la igualdad no coincide necesariamente con la justicia. Y ni siquiera cierta tranquilidad mantenida a base de una presión evidente consigue hacer que se olvide la falta de libertad".
Claro, directo y conocedor de la realidad
Esto es precisamente lo que es el cardenal húngaro, libre para expresar sus convicciones. El cardenal Erdo es una persona muy clara pero a su vez es "sencillo, cercano y de trato exquisito", tal y como le definen los que le conocen. Además, maneja un gran número de lenguas entre las que está el inglés, italiano, alemán o español.
Por todo ello, no ha dudado en numerosas ocasiones en recordar las raíces de Europa y denunciar la intromisión del Estado en el en el interior del hombre cercenando sus libertades individuales. Tampoco ha tenido problemas en censurar el laicismo radical de algunos organismos internacionales y medios de comunicación.
"Está en curso una revolución antropológica que desorienta al mismo hombre, lo engaña, y corre el peligro de perderse a sí mismo. La Iglesia agradece al Señor por haber recibido de ella respuesta a las más profundas expectativas del hombre, a su más profundo anhelo y nostalgia del Otro. La respuesta es Cristo. La Nueva Evangelización, tema que nos está acompañando en estos años, es una ocasión y un llamamiento a trabajar para que Cristo, siempre igual ayer y hoy, pueda ser entendido y acogido por todos.Un corazón que ha encontrado su Camino en Cristo será capaz de cumplir milagros en la familia, en el colegio, en el trabajo y en diversas instituciones nacionales e internacionales", dijo recientemente en otra conferencia sobre el futuro de Europa.
Sin embargo, no evita la autocrítica y la responsabilidad en la descristianización de Europa. Por ello, cree que el futuro está en los laicos y que éstos deben dar un paso al frente puesto que llegan donde no podrá hacerlo un sacerdote. Sobre los problemas de hoy también alerta sin desfallecer: "en este momento de dificultad económica, el hombre de hoy, el ciudadano europeo de nuestros países, puede fácilmente dejarse contagiar por la mayor epidemia de nuestro tiempo: la desesperación. La falta de esperanza es el mayor mal de nuestra época".