La dimisión del Comisario europeo de Sanidad, salpicado en un caso de tráfico de influencias, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la naturaleza de las amistades, muy frecuentes en Bruselas, entre los legisladores con los grupos de interés.
El reciente endurecimiento del código de conducta de los comisarios se ha revelado más una operación de estética de cara a la opinión pública que una manera eficaz de evitar abusos en las altas esferas del poder europeo.
Resulta irónico que a John Dalli, el comisario encargado de la cartera de Salud y uno de los principales valedores de la ley antitabaco, le haya implicado en un turbio caso de corrupción precisamente una empresa de la industria tabacalera. Pero al margen de la anécdota, las acusaciones que le imputa Sweedish Match (una compañía de tabaco de mascar) dejarían al descubierto los resquicios por los que tantas veces se adultera el proceso legislativo en virtud de amistades e intereses económicos.
La acusación se remonta al mes de mayo, cuando la tabacalera aseguró que un empresario maltés se jactaba de ser amigo del comisario y poder convencerle para modificar la legislación de productos del tabaco a cambio, claro, de recibir cuantiosas sumas de dinero. Todo ello puso en marcha una investigación de la OLAF (Oficina Antifraude), que, aunque no encontró pruebas concluyentes de que ni el comisario ni el empresario percibieran finalmente remuneración económica alguna, sí concluyó la estrecha amistad que unía a ambos y que el comisario estaba al tanto de los tejemanejes de su amigo. El director general de la OLAF, Giovanni Kessler, resaltaba hoy en rueda de prensa que existen "circunstancias nada ambiguas y pruebas de que el comisario estaba al tanto de las maquinaciones de su amigo y de que éste estaba usando su nombre para ganar ventajas económicas".
Kessler ha dejado claro que, puesto que la legislación no se vio afectada por estos chanchullos, el pecado (probado) del comisario, más que aprovecharse económicamente de la situación, fue "no hacer nada"." ¿Te imaginas que alguien fuera por ahí diciendo ‘dame un millón de euros y yo te arreglaré esta investigación antifraude’? Si yo lo supiera, debería tomar medidas para bloquearlo, para impedirlo, ¡¿no creen?!", ha explicado, expresivo.
Dimisión ¿forzosa?
Otro del foco de la polémica se ha centrado en si el comisario, que defiende su inocencia, dimitió o, por el contrario, fue forzado a ello por su compañero de filas y presidente, José Manuel Durao Barroso. Aunque oficialmente la Comisión Europea sostiene que Dalli presentó su dimisión "para defender su reputación", el propio Dalli ha difundido un vídeo en el que asegura que Barroso forzó su salida. No sería raro que Barroso hubiera querido evitar que se repitiera el escándalo protagonizada por una antigua comisaria, la francesa Edith Cresson, cuya testaruda negativa a dimitir tras ser acusada de nepotismo, hizo caer, en 1999, a la comisión Santer en pleno.
El miembro maltés del equipo de 27 que dirige Barroso, que ya había sido implicado en un caso de soborno cuando era ministro de Exteriores de su país, será sustituido por otro maltés, una vez el Parlamento Europeo le dé el visto bueno y el Consejo y la Comisión lo nombren.