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Democracia en América

Una verdadera democracia

A lo largo de estos últimos meses hemos asistido a una extraordinaria campaña electoral. Desde las primarias hasta hoy, millones de personas en todo el mundo se han acercado a conocer la maravilla que es la democracia representativa norteamericana, ejemplo de libertad individual para el planeta. El triunfo de Barack Obama resulta también una victoria histórica en cuanto al origen y el color de la piel de este nuevo presidente electo. De padre africano pero criado por una madre y una abuela blancas, Obama ha sido capaz de hacerse a sí mismo y salir adelante gracias en gran parte al imperecedero sueño americano: ese sueño siempre posible, generación tras generación; ese sueño abierto a todos, como esta noche ha podido comprobar el propio Obama. Pese a sus tremendas contradicciones ideológicas, su campaña ha sabido aplicar una seria disciplina, ha sido superior económicamente a la de su contrincante y se ha visto aupada por los vientos de los ciclos políticos que esta vez favorecían al Partido Demócrata. A todo eso ha ayudado también la quiebra económica que vivimos a tan sólo unas semanas de las elecciones, justo cuando la campaña de McCain iba por delante.

Pese al desfortunado y descarado apoyo mediático, Obama es justo vencedor y hoy cabe felicitarse porque América -pese a todo- sigue adelante en su camino de libertad y democracia. Aun así, no cabe llamarse a engaño y dejar de esconder la realidad de los hechos. Estados Unidos ha elegido a un candidato del que apenas sabemos nada, y lo poco que sabemos no augura demasiadas buenas cosas. El voto a favor de Obama ha sido fundamentalmente un voto apoyado más en la emoción de millones de personas anhelantes de "cambio", que una mirada cuidadosa a los logros y los hechos políticos reales de este joven político. Elegido ya presidente, la obligación de todos los norteamericanos (incluidos quienes no lo hemos votado) debe ser respetar al presidente electo y a la institución a la que representa. Sin embargo, eso no supone dejar de oponerse a políticas confusas que expolian a la ciudadanía, ni tampoco olvidar las dudas que millones de ciudadanos seguimos teniendo ante Obama. El 48 % de los votantes estadounidenses hemos dado nuestro apoyo a McCain y seguimos sin comulgar con las ideas expuestas por Obama durante su campaña. Porque el "cambio" que propone Obama es un cambio de los fundamentos básicos de la idea de América, muy distinto al "cambio" en Washington que propugnaba acertadamente McCain.

A partir de ahora, Obama deberá tener olfato político y defender de verdad la libertad individual y dejar a un lado los radicalismos colectivistas que ha venido exhibiendo en varias partes de su campaña. Cierto es que Obama contará con unas mayorías Demócratas en el Congreso y en el Senado que le concederán un gran poder y un amplio nivel de maniobra. A la hora de escribir esto, los Demócratas han ganado doce asientos en el Congreso pero sólo cinco en el Senado, lo que es algo de lo poco positivo para los Republicanos en esta noche electoral. Aun así, la mitad de los estadounidenses no vamos a tragar con ruedas de molino un giro tan radical como el que augura la alianza Obama-Reid-Pelosi.

Desde esa minoría en Washington, el Partido Republicano ha empezado ya esta misma noche a rehacer su frente político y a preparar nuevos candidatos. Para ello, los Republicanos habrán de volver sin medias tintas a los principios del conservadurismo norteamericano, aquellos principios de Barry Goldwater y Ronald Reagan que en los últimos años se han ido dejando tristemente en el camino por culpa de un idiotizado centrismo. Deseábamos ciertamente un triunfo de McCain como mal menor para Estados Unidos. Pero llegados a este punto, el horizonte de las intermedias de 2010 y las presidenciales de 2012 deben ser el objetivo de una nueva generación de políticos conservadores que vuelvan a todo aquello que Reagan supo hacer. Esos políticos existen aunque los hayan silenciado. Están ahí y es hora de contar con ellos. Se equivocan quienes auguran que América ya es otra o que el conservadurismo norteamericano ha muerto. Aquellos principios de Ronald Reagan y aquellos mismos valores de la revolución americana y el Contrato con América de Newt Gingrich siguen hoy intactos. Cada vez que se ponen en práctica producen éxitos electorales. Cada vez que se abandonan generan derrotas.

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