La izquierda norteamericana y toda su vieja maquinaria mediática e ideológica ha entrado ya en estado de pánico ante el aterrizaje en la alta política nacional de Sarah Palin. Los inmediatos y perversos ataques a su persona y a su familia, amén de la obsesiva tergiversación de los datos en torno a su trayectoria humana y su ideología política, constituyen la punta de lanza de la siniestra estrategia del Partido Demócrata y sus aliados. El objetivo es destruir como sea a la Palin. Para ello vale todo, lo de los bebés, lo del partido secesionista de Alaska, lo del fanatismo de las armas, lo de la multa por alcoholemia al marido (hace veintidós años...) o lo del mal llamado troopergate (donde no se cuenta que hubo amenazas de muerte al propio padre de la Palin...). Y así día tras día, la última hazaña es la falsa alegación de una vieja infidelidad matrimonial que ya airea babosamente en la prensa amarilla.
Asistimos así a la táctica del "insulta que algo queda" del aparato obamita-bideano. Sin embargo, la trayectoria personal de Palin, tanto en lo humano como en lo político, encierra en sí un valor extraordinario para la causa de la libertad y la democracia. Palin encarna una posible vuelta a aquellos años ochenta donde Reagan lideraba la lucha de la ciudadanía contra el establishment del Gran Gobierno. Sería deseable que las agencias y medios de comunicación, sobre todo en la cada vez más vendida Europa y no digamos ya en España, ofrecieran información más objetiva y contrastada sobre la verdadera Palin, sobre sus años en Alaska y sobre su auténtica dimensión ideológica. Federico Jiménez Losantos escribía este fin de semana en su blog con mucho acierto sobre Sarah Palin. Mucho nos honra y más agradecemos que él juzgue tan positivamente este humilde espacio nuestro "Democracia en América" aquí en LD. Con esta entrada empezaremos a desvelar quién es la auténtica Sarah Palin; hoy, en sus años de alcaldesa a gobernadora.
En la política local, Palin inició su carrera en Wasilla, la quinta ciudad en población de Alaska y situada en el área de Anchorage. Allí fue elegida en 1992 a una concejalía y cuatro años después ganó la alcaldía tras una dura campaña llena de promesas que Palin fue cumpliendo: entre ellas, la reducción de su propio salario y la drástica bajada de impuestos de propiedad a los habitantes de Wasilla, hasta un 40%. En sus primeros meses como alcaldesa, la Palin no dudó en despedir a los acomodados cargos públicos locales que no realizaban verdaderamente una labor en favor de los habitantes de Wasilla. Así ocurrió con el despido de varios directores de distintas áreas del gobierno local, con el director financiero de la ciudad, el de urbanismo y aun con el jefe de policía. Este último llevó a juicio a Palin pero la Justicia le dio la razón a la alcaldesa. En 1999 fue reelegida en su cargo por unos ciudadanos que vieron en la Palin otra ciudadana más.
Sin apoyo de la maquinaria oficial de su partido, Palin se presentó tres años después al puesto de vicegobernadora del estado de Alaska enfrentándose a tres legisladores estatales pertenecientes a la vieja y corrupta red de influencias en el estado. Palin perdió por apenas dos puntos pero no cesó en su carrera pública. En ese mismo año de 2002 entró a formar parte de la comisión reguladora de gas y petróleo de Alaska, puesto del que dimitió al quejarse de que otro de los miembros de esa comisión y político de su mismo partido (Randy Ruderich, el entonces presidente del Partido Republicano de Alaska) estaba abusando de su poder en esa posición. En pocas semanas, las alegaciones de Palin contra el mal uso de Ruderich fueron probadas ciertas y éste fue encontrado culpable y expulsado de dicho puesto, con una multa a pagar. Era otro paso más en esa limpieza de la corruptela política liderada por la Palin.
En 2006, un año muy poco propicio para los Republicanos, según se vio en las elecciones intermedias a nivel nacional, Palin no se acomplejó y decidió presentarse al puesto de gobernadora para seguir haciendo frente al sistema. Para ello derrotó primero en las primarias al corrupto senador republicano Frank Murkowski y después al antiguo senador por los Demócratas, Tony Knowles. Este último -igual que hace ahora la nerviosa campaña de Obama- calificaba a la Palin como la alcaldesa sin experiencia de un pueblito pequeño ("the untested mayor of a small town"). Sobre una agenda apoyada en la ética y la sinceridad política, los temas de la energía y la reforma fiscal, la Palin ganó las elecciones en 2006 y se convirtió en la gobernadora del estado de Alaska. Desde entonces, sobre ella cae la responsabilidad ejecutiva de un estado que es la sexta economía de los Estados Unidos y, en extensión, el estado más grande de la nación norteamericana: un millón y medio de kilómetros cuadrados, o sea, tres veces más grande que España, y también más grande que Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca y el Reino Unido juntos.
Como ya hiciera al ser elegida alcaldesa, siendo gobernadora la Palin también respetó y cumplió sus promesas electorales sacando adelante una legislación para la ética política, la reforma de los impuestos sobre el petróleo, la cuestión de la construcción del gaseoducto y la devolución de 1200 dólares a cada ciudadano de Alaska como resultado del superávit estatal. Era un dinero obtenido gracias al férreo uso del veto que como gobernadora puso al innecesario gasto del erario público. Los datos objetivos apuntan a que Palin tiene a día de hoy en Alaska un 82% de aprobación popular como gobernadora. Compárese esto al 17% de aprobación que tiene el Congreso de EEUU, controlado por los Demócratas. Las razones para el apoyo popular a la Palin se encuentran en lo realizado en la práctica política y en su inconfundible deseo de reformar y mejorar la sociedad sobre un claro ideario conservador. En otra entrada veremos temáticamente cuáles son esas particulares acciones de gobierno tomadas por la Palin en Alaska y, de forma general, cuál es su dimensión ideológica.