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Democracia en América

Obama el Invulnerable

En los primeros días en Cambridge, en medio de treinta mil actividades organizadas por los departamentos, por los colleges y por la universidad, los nuevos estudiantes nos convertimos en poco menos que autómatas que estrechamos la mano del primero que se nos ponga delante y repetimos las mismas seis preguntas a quien sea: ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu campo? ¿Doctorado o máster? ¿Dónde estás viviendo? Y, por supuesto, ¿qué piensas de las elecciones norteamericanas? En todo el año pasado en Estados Unidos no tuve tantas discusiones sobre política como he tenido en las últimas dos semanas. Y todo por la pregunta que en realidad no es una pregunta: nadie espera de veras que digas que estás del lado de McCain. Eso sería inconcebible. Eres un estudiante de doctorado, por lo cual debes tener al menos una carrera. Y nadie con una titulación superior a la ESO puede pensar en apoyar a McCain. Además, el septuagenario Republicano va a perder. ¿Qué persona medianamente inteligente apostaría por el caballo perdedor sabiendo con anterioridad el resultado de la carrera?

Uno se pregunta, sin embargo, si hace un par de semanas el obamita europeo podría haber formulado ese "¿de qué lado estás?" con tal seguridad, con tal certeza de saber con anterioridad la respuesta. En España, la pregunta iba acompañada de un ligero nerviosismo, de una súbita rigidez en los hombros. Hace dos semanas, cuando el Huracán Palin todavía dominaba los telediarios, el obamita europeo estaba convencido de que Obama era el candidato adecuado, pero no estaba seguro de que fuese a ganar. La Pregunta se formulaba con el temor de que tu respuesta pudiera chafar el triunfo de la Revolución; el "¿et tu, Brute?" asomaba entre líneas.

Ahora, esa inseguridad ha desaparecido por completo. Tu respuesta, por disparatada que sea, no puede alterar el destino histórico del antiguo bastión del capitalismo. Porque Obama el Redentor, Obama el Póster, Obama el Gran Unificador, Obama el Favorito, es ahora Obama el Invulnerable. Parece que nada puede dañarle en su marcha triunfal hacia la Casa Blanca. La falta de confianza en los mercados contribuye a su progresivo deterioro, y las noticias de dicho deterioro, proclamadas a los cuatro vientos por los medios, aumentan la desconfianza. Nadie habla de otra cosa que no sea la crisis económica, en gran medida porque a las CNN, MSNBC, New York Times, etc. no les conviene hablar de otra cosa. Cada pérdida del Dow Jones se ve compensada por una subida de Obama en las encuestas. Y McCain ha perdido cualquier posición de fuerza, cualquier iniciativa, al mostrarse indeciso y errático durante la batalla por el Plan Bush-Paulson.

No es que se equivoque el obamita europeo (o americano), por mucho que nos cueste admitirlo. Hasta posibles escándalos como que el congresista Demócrata Barney Frank, miembro durante décadas del comité que supervisaba a Fannie Mae y Freddie Mac, tuviera una larga relación sentimental con un alto ejecutivo de la primera, parecen resbalar al candidato Demócrata. A día de hoy, parece que los que nos oponemos a la candidatura de Obama sólo podemos recurrir a la vaga esperanza de que las encuestas no sean un fiel reflejo de la intención de voto. O que algún día nos despertemos y se haya producido una nueva sorpresa que altere la dinámica de la campaña. O que la vacuidad intelectual del bebé mesiánico le lleve a hacer caso a gente sensata una vez asentado en la Casa Blanca.

En un nuevo intento de alterar la dinámica de la campaña, McCain y sus estrategas han decidido volver a centrarse en los escándalos y las asociaciones dudosas que plagan el pasado del candidato Demócrata. Pero, contra todo pronóstico, parece que la larga batalla en las primarias entre Obama y Hillary Clinton fortaleció al senador por Illinois a la larga. Al haber salido entonces todos los escándalos del pasado de Obama, al haberse sabido de sus relaciones con el ex terrorista Ayers, con el mafioso Rezko y con el pastor racista Wright, y al haber considerado los votantes Demócratas que no eran razón suficiente para no apoyarle, todo esfuerzo de los Republicanos por resucitar la polémica es recibido con el desdén y la falta de interés que producen las "old news," aquellas antiguas controversias del pasado que hace tiempo que dejaron de importarnos. Lo que hubieran sido una serie de escandalazos en la campaña presidencial (¿se imaginan que hubiera salido hoy lo de Wright?) no son ahora más que anécdotas del pasado.

Puede que me equivoque, y puede que el nuevo enfoque de McCain surta efecto y consiga una remontada republicana en las encuestas. Puede. Pero lo cierto es que la dinámica de los "news cycles" parece inapelable. Y que, a estas alturas, la casi histriónica reacción de McCain al estallido de la crisis económica y al Plan Bush-Paulson se adivina el harakiri político del que hubiera sido un gran presidente de los Estados Unidos.

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