No queremos hoy olvidarnos de los cientos de miles de veteranos de guerra que fueron este martes homenajeados y recordados en Estados Unidos por su valentía y heroísmo. El Veterans Day es un recuerdo de todos ellos por luchar en favor de la libertad de Occidente. A esos héroes que salvaron Europa, que cruzaron mares y sobrevolaron los más recónditos cielos debemos muchas cosas: la primera de ellas, asegurar que su esfuerzo no fue en vano y que la misma libertad por la que lucharon entonces sigue hoy viva en Estados Unidos y en el mundo entero. Los próximos cuatro años, bajo una nueva presidencia norteamericana, prometen muchos retos y justo es exigir claridad en las decisiones del máximo ejecutivo.
Desde el inicio de su campaña electoral, Barack Obama buscó generar la suficiente crispación y confusión entre los electores como para poder ir derrotando uno a uno a sus rivales: primero fue Hillary Clinton, a la que desesperó (al marido también); después fue John McCain y luego su compañera de viaje. Como a estos últimos no podía derrotarlos con ideas, ni criticando su pasado, los identificó con George W. Bush, habló de ocho años de políticas fallidas e ignoró los datos reales con el único fin de generar siempre un ambiente deteriorado, ambiguo y hasta hostil frente a quienes cuestionaban su inexperiencia como candidato. Cuando peor estaban sus números en las encuestas, saltó la crisis financiera de septiembre y Obama navegó ya a favor de la corriente hasta el día 4 de noviembre. De la crispación inicial, y tras ser elegido, Obama pasa ahora ya a la total ambigϋedad cuando se trata de definir con claridad su verdadera agenda presidencial.
Aceptando los errores de la campaña de McCain -que no fueron pocos- y sin querer volver sobre la vergonzosa turba mediática pro-obamita (turba confirmada y verificada con espeluznantes datos de parcialidad informativa por Deborah Howell desde dentro mismo del Washington Post), el caso es que Obama vive ahora una luna de miel y el público general está a la espera de lo que se viene en estos años de la presidencia de Obama. Con todo, al alcance de cualquiera está conocer cuál es el plan de Obama para los próximos cuatro años. Basta con ver quién ha sido su primera elección como jefe de gabinete- Rahm Emanuel- y leer el libro que este congresista de Chicago (arriba en la foto), junto al sectario periodista Bruce Reed, publicó en el verano de 2006 con el título The Plan, Big Ideas for America.
Dicho libro constituyó entonces, como ahora, la hoja de ruta para el Partido Demócrata y, en buena medida, para la presidencia de Obama. Emanuel y Reed trazan un plan a modo de nuevo contrato social de corte colectivista incluyendo el servicio civil por parte de la ciudadanía (a modo de lo que Obama llama su "volunteer army" o ejército de voluntarios), la seguridad social pública, la nacionalización de la cuestión médica y otros inventos tan poco acordes con la tradición norteamericana, pero tan caros a Obama y su creciente grupo de congresistas socialdemócratas.
Varios de estos temas aparecían originalmente en la agenda política incluida en la página web de la campaña de Barack Obama, donde siguen estando, pese a que apenas nadie ya visite esa página tras haberse anunciado esta semana pasada el lanzamiento de una nueva web: la web de "transición" presidencial del propio Obama llamada Change.gov. En esta última se incluyeron inicialmente aquellos puntos de la agenda política de Obama en línea con los de Emanuel. Sin embargo, la gran mayoría de ellos han desaparecido de la nueva web o han sido alterados en apenas unas horas dejando atrás las promesas de hasta veinticinco iniciativas (desde temas de política exterior a cuestiones fiscales y políticas domésticas). Ha sido el diario The Washington Times el que ha llamado la atención sobre este particular, asunto del que han tratado también con detalle en NewsBusters respecto, por ejemplo, al servicio obligatorio para jóvenes que proponía Obama.
El hecho mismo de haber borrado de la nueva web esa agenda que Obama proponía confirma esa voluntaria ambigϋedad y significa que, frente a lo que el equipo de Obama esperaba, las primeras reacciones a esa web no fueron todo lo favorables que se esperaba. La actual agenda de Obama en esa nueva web de transición presidencial se limita a siete líneas breves, descafeinadas y alejadas de lo propuesto originalmente en la campaña. Como ahora Obama ya no es candidato, sino Presidente Electo, ha optado por dejar atrás esas iniciativas a fin de aparentar un bendito centrismo y entrar con buen pie en la Casa Blanca. Lo mismo hará con temas que desde su posición ejecutiva privilegiada podrá solventar desde el 20 de enero de 2009 sin pasar por el Congreso y con una simple orden ejecutiva (así hará, por ejemplo, con la cuestión de apoyo con fondos federales para la investigación con embriones humanos y hasta con varias decenas de asuntos que están siendo ahora revisados por sus asesores capitaneados por el socialísimo John Podesta y su progresista Center for American Progress).
Lo importante de todo lo que estamos apuntando no es ya tanto que Obama esconda sus cartas, que las mantenga en una nueva pero las altere en otra, o que limpie lo que no le interese de lo que fue su agenda inicial. Lo que importa es buscar las razones que le llevan a esconder o disimular ciertas cosas. Y esas razones se resumen en un hecho incontestable: que un alto número de ciudadanos estadounidenses votaron a Obama pensando que éste mejoraría la economía, pero no para desarrollar unas agendas pseudo-progresistas alejadas del sentir popular. Así lo muestran las encuestas, por mucho voto y mucho bombo que se quiera ahora otorgar a la no tan amplia victoria de Obama. Nadie aquí olvida que, como senador, Obama fue valorado como el más radicalmente a la izquierda de todo el Senado de los Estados Unidos. Por eso, resulta poco creíble que ahora vaya a cambiar mucho sus ideas, aunque quiera disimularlo escondiendo del público general ciertas agendas.
El libro del Soprano de Chicago, o sea Rahm Emanuel (lo de Soprano es definición graciosilla del propio Obama sobre su colega en 2005) testimonia la asesoría que va a tener Obama y que falla en un punto clave: en no entender que -pese a la elección de Obama- el pueblo norteamericano sigue siendo mayoritariamente conservador, especialmente en línea con los presupuestos de Reagan que siguen hoy vivos y aunque algunos no quieran creerlo. Basta mirar las encuestas de Scott Rasmussen para darse cuenta de ello y de que Obama ganó precisamente esta elección en lo económico, utilizando demagógicamente fórmulas conservadoras (que luego incumplirá, claro está) como la rebaja de impuestos fiscales. Obama fue capaz así de vender al pueblo norteamericano una agenda económica que no se va a corresponder con la realidad de su gestión, pero que sonaba mejor en la campaña que las inseguridades y precipitaciones de McCain en este terreno.
El caso de esta web de transición borrando ciertas cosas prometidas y alterando otras prueba, a la larga, que Obama anda algo inseguro con la manera de hacer frente a las realidades sociales y de seguridad nacional que está conociendo ya como Presidente Electo. Pero a Obama le interesa mantener por ahora este ambiente difuso, ambiguo, siempre cambiante. En esa ambigϋedad es incluso capaz de permitir que su gente filtre a la prensa detalles inexactos de su entrevista con George W. Bush, como hemos visto ahora en el New York Times. A Obama le importa poco que Bush le haya puesto con ejemplar nobleza la alfombra roja en la Casa Blanca comprobando así lo lejos que está Bush de la falsa y negativa caricatura fabricada contra él en los últimos ocho años. Y menos aún le interesa a Obama que los norteamericanos sospechen que lo que se les viene encima es una agenda mucho más radical que lo que la mayoría de votantes desea. Acabada la crispación, bienvenida la ambigϋedad. Y Obama a lo suyo.