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Democracia en América

McCain debe votar NO al plan intervencionista

Llevamos ya una semana escuchando el apocalíptico discurso lanzado desde Washington sobre la crisis financiera en Estados Unidos. Aun así, y reconociendo que no todo son rosas, un simple paseo con la familia por los repletos centros comerciales, cines, tiendas y restaurantes de Phoenix este mismo fin de semana no parecía reflejar tan negro panorama económico, ni tampoco la imperante necesidad de una urgente intervención financiera por parte del Gobierno. El secretario del Tesoro, Henry Paulson -un Demócrata elegido incomprensiblemente por George W. Bush para el cargo-, ha venido equivocándose una y otra vez, poniendo parches en los mercados pero nunca solucionando los problemas existentes. No se trata, es verdad, de problemas nuevos, sino de asuntos que se mezclan con errores anteriores de otros secretarios del Tesoro, de la Reserva Federal y también de varios presidentes y de otros tantos políticos corruptos en ambos partidos.

La última hazaña del Gran Gobierno, y particularmente de Paulson, ha sido el monstruoso plan intervencionista que le ha encasquetado a George W. Bush -cada día más despistado- con el apoyo del Congreso, cuyas dos cámaras están desde hace dos años en manos de la sectaria mayoría Demócrata. Hace una semana ya escribimos sobre el error del plan Paulson, no sólo por lo cuestionable que resulta intervenir 700.000 millones de dólares de dinero público, sino sobre todo porque dicho plan contradice los principios del liberalismo económico. Una semana después, asistimos ya al desastroso acercamiento del sistema financiero norteamericano al fallido modelo europeo.

Poco han tardado algunos visionarios en dar por muerto al capitalismo e intentar mostrar las virtudes del trasnochado intervencionismo socialista. La confusión general está siendo mayúscula y a la hora de escribir estas líneas, aquel monstruoso plan Paulson parece ser ya una realidad que -con cierto maquillaje añadido- se aprobará definitivamente esta misma semana en Washington. Quede claro, pues, el rechazo que dicho plan nos provoca y la oposición popular que la ciudadanía norteamericana está mostrando a tan indecoroso plan. Los estadounidenses de a pie dudamos del éxito de dicho intervencionismo a corto, medio y largo plazo. Aun así, tanto desde la Casa Blanca como desde la mayoría Demócrata del Congreso se está exigiendo optar precipitadamente entre lo que se presenta como un terremoto financiero o la alegórica bancarrota de los contribuyentes. En otras palabras, se está dando vía libre para la triunfal entrada de la nefasta socialdemocracia en el corazón de Estados Unidos. Barack Obama -como era previsible- ya ha señalado que apoyará este plan y votará a favor. John McCain ha dicho, cuando esto escribimos, que quiere estudiar el plan completo… Mal hará McCain apoyando este intervencionismo y votando a favor de semejante farsa.

Contra lo que se ha escrito, justo es reconocer que el tan criticado viaje de McCain a Washington el pasado jueves antes del debate sirvió para incluir en las negociaciones a quienes se oponían a ese plan inicial de Paulson y a quienes tenían serios inconvenientes para apoyarlo. Lo que McCain logró fue pedir a todos los grupos en el Congreso la reconsideración de esa errada propuesta inicial de Paulson. Aquel plan inicial perdió su forma original y fue revisado durante el fin de semana gracias a las exigencias de un grupo de congresistas conservadores ubicados en el Partido Republicano que hablaron claro y que han sido los únicos en denunciar públicamente la monstruosidad de ese intervencionismo gubernamental y el error de firmar un cheque en blanco a Paulson. Con todo, y estando en minoría, los conservadores liderados por Roy Blunt no han podido hacer por ahora demasiado frente a la mayoría proteccionista de Harry Reid, Nancy Pelosi y los amigos Demócratas. Aun así, los conservadores han dejado claro que el problema de esta crisis financiera no radica en el liberalismo económico capitalista, sino en las excesivas regulaciones proteccionistas impuestas desde Washington.

El nuevo plan, todavía insuficiente, se presenta a estas horas como uno que dota de mayor seguridad a los ciudadanos contribuyentes, asegurando que éstos compartan cualquier tipo de beneficio. Así, el primer paso del plan se recorta presupuestariamente a la mitad y condiciona cualquier otro pago a la aprobación del Congreso. Las nuevas provisiones limitan las compensaciones excesivas a los primeros responsables ejecutivos, aseguran la supervisión del proceso de este rescate de manera que sea independiente y transparente, a fin de hacer frente al fraude y al abuso. Con el nuevo plan, además, nos dicen que se busca impulsar la solución y prevención de embargos hipotecarios. A falta de analizar cuidadosamente la letra pequeña, la impresión es que todo es mera fachada, con escaso respeto al librecambismo e insuficiente para poder apoyar con honestidad de principios esta nueva versión del plan. Comparativamente, la nueva versión resulta mejorada, pero todavía insuficiente. Por eso no cabe otra opción que oponerse a esta nacionalización masiva de impredecibles consecuencias, tal y como ya han empezado a hacer algunos congresistas conservadores.

No nos cansaremos de insistir que esta situación financiera fue anunciada y denunciada ya desde hace tiempo por el conservadurismo fiscal norteamericano y que es consecuencia de las numerosas y ridículas regulaciones que, con el consentimiento de la mayorías Demócratas y con el lastre de muchos Republicanos de sangre azul, han estado minando vergonzosamente el erario público. Las hemerotecas no engañan y hoy sabemos ya que muchos de esos senadores que protegieron a compañías fraudulentas como Fannie Mae y Freddie Mac incluían a políticos Demócratas como el propio Barack Obama, Hillary Clinton, Christopher Dodd, Barney Frank, Chuck Schumer y otros tantos peces gordos del zoo político norteamericano más antiliberal. Obama, sin ir más lejos, obtuvo de Fannie Mae y Freddie Mac más de 125.000 dólares en contribuciones a su campaña, sólo detrás de lo recibido por Chris Dodd -el senador Demócrata que paradójicamente preside el Comité de Bancos del Senado-, quien recibió 165.000 dólares. Mientras todo esto estaba ocurriendo, hace ya tres años y medio McCain alertó de estos graves escándalos financieros en Fannie Mae al patrocinar en el Senado la proposición de ley S. 190 junto a otros dos senadores republicanos. Aquel proyecto de ley no tuvo nunca el apoyo necesario para poder aprobarse.

También sabemos ya que desde el año 2001 hasta la propia Casa Blanca, con Bush a la cabeza, intentó hasta un total de diecisiete veces arreglar los problemas de estas agencias gubernamentales, sin recibir jamás el apoyo de los Demócratas, tal y como se comprueba en los documentos oficiales entregados por la Casa Blanca. Hasta el diario The New York Times informó del serio intento de Bush, ya en septiembre de 2003, de arreglar el desaguisado de la agencia Fannie Mae -fuente de muchos de los actuales problemas financieros-, así como de la oposición que Bush encontró entre los Demócratas y el bloqueo de éstos al plan para acabar con las prácticas fraudulentas de dichas agencias. Contamos, en fin, hasta con vídeos donde el Demócrata Barnie Frank -hoy presidente de un importante comité financieros en el Senado- afirmaba por entonces de la imposibilidad de que hubiera una crisis económica resultante de esas agencias, como bien muestra este interesante reportaje preparado por Brett Baer.

Para los escépticos, valga remitir a varios expertos económicos. Así, el catedrático de economía del Columbia Business School, Charles Calomiris, por ejemplo, ha apuntado más datos que confirman los certeros avisos lanzados ya por McCain en 2005 sobre esta situación hipotecaria fraudulenta, así como la pasividad mostrada por Obama -ya entonces, igual que ahora- para hacer frente a esta cuestión. Ahí está también la opinión del director del American Enterprise Institute, Kevin Hasset, quien explica con detalle el fondo de toda esta crisis y el bloqueo perpetrado por los Demócratas en 2005 a estas necesarias reformas, justo las que no se aplicaron y las que han llevado a la situación actual.

En resumen, detrás de todo esto y más allá de las crisis financieras innatas en lo que es el desarrollo natural del libre mercado, cada vez resulta más claro que nos encontramos ante una turba de caóticos políticos apoltronados en Washington, quienes en uno y otro bando están haciendo un flaco favor a la ciudadanía. Lo más desafortunado es que los mismos zorros que se han ido comiendo las gallinas de los huevos de oro en estos años pasados a costa de los contribuyentes son ahora quienes siguen estando encargados de organizar el nuevo gallinero que propone este plan. En clave electoral, ahí es donde John McCain puede y debe marcar la diferencia demostrando realmente su talante reformista y votando contra este vergonzoso plan. Hacerlo, claro está, es un riesgo político de cara a la elección de noviembre, pero sería lo necesario y lo justo para Estados Unidos. Además de ello, dejaría claro a la ciudadanía que la presidencia de McCain no significaría un tercer mandato de Bush como insiste demagógicamente la campaña de Obama.

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