En estas primarias algunos estados como Michigan y Florida adelantaron la fecha de sus elecciones bajo la excusa de dar cierto balance al calendario en términos del perfil demográfico de los votantes. Las directivas de uno y otro partido no aceptaron que esos estados decidieran unilateralmente y acabaron sancionándolos. A Michigan y Florida, por ejemplo, el Partido Republicano decidió quitarles la mitad de los delegados elegidos, restando así fuerza de cara a la Convención Republicana. Por su parte, el Partido Demócrata fue mucho más allá al sancionar a esos dos mismos estados de forma contundente y despojarlos de todos sus delegados. La bravuconada autoritaria de los directivos del Partido Demócrata -muy común entre estos que se llaman "demócratas" del progreso- les pasa ahora factura, en lo que sera un lío electoral monumental de importantes consecuencias.
Porque a día de hoy, y a la vista de lo que ya se mueve, los responsables demócratas locales en ambos estados -animados por la incansable maquinaria de los Clinton- ya están queriendo cambiar las reglas del juego en busca de que la dirección nacional revoque su decision y les permita tener representación en Denver. Hacer eso sería quitarle fuerza a Obama, que es el objetivo final de los clintonistas. El capo
coronado de la directiva Demócrata -Howard Dean- ya está cediendo a las presiones, lo que perjudica seriamente a Obama y favorece a la Clinton a la hora de obtener los delegados necesarios para obtener la nominación. Hacer válidos los votos y sus correspondientes delegados en estos estados previamente anulados resultaría un error. Sería jugar sucia y descaradamente contra Obama y pondría en evidencia la esquizofrénica manipulación de los Demócratas en todo lo que hacen y tocan. Las acusaciones de racismo saltarían a la palestra y confirmarían lo que ya hemos venido escribiendo sobre el talante (¿les suena?) de esta banda de chipiritiflaúticos del Partido Demócrata.La única salida, la menos mala, sería volver a tener esas primarias en ambos estados, pero esta vez con la presencia completa de los dos candidatos y dejar que los votantes de Florida y Michigan decidan. Pero eso requiere de dinero y ni Howard Dean, ni los correspondientes gobernadores de cada estado quieren gastárselo. Y menos aún los contribuyentes republicanos, a quienes este trapicheo ni les va ni les viene. La mujer de Obama no piensa callarse, Hillary tampoco. Y Bill Clinton, entretanto, ya sueña con habitar de nuevo la Casa Blanca para contestar el telefonillo que suene a las 3 de la madrugada, como en el anuncio que ideó la esposa para su campaña en Texas. Claro que Bill no sueña con contestar una llamada de esas de emergencia o de seguridad nacional, sino en todo caso con la llamadita de alguna nueva becaria despistada que por allí pase.