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Democracia en América

La mayoría de los norteamericanos son conservadores

Si uno ha aprendido algo después de vivir veinte años en Estados Unidos es que esta gran nación resulta ser, ideológicamente hablando, una nación conservadora. Ni la virtual obamanía, ni los torpedos mediáticos contra el conservadurismo norteamericano van a cambiar esa realidad, y menos a estas alturas de la historia. Lo hecho en el último medio siglo por figuras como Barry Goldwater, William F. Buckley o Ronald Reagan es parte imborrable de esa tradición conservadora, la misma que hoy -a lo largo y ancho de Estados Unidos- parece volver a tomar forma con la entrada de Sarah Palin en la escena política.

La "Battleground Poll" es una de las encuestas más fiables en Estados Unidos. Lo es por su condición de ser una iniciativa seria e imparcial y porque cuenta con el esfuerzo de dos grupos interesados en sacar datos de rigor, contrastados y calibrados. Sus encuestas vienen empleando las mismas preguntas desde hace varios años de modo que los resultados pueden ser mejor comparados. Celinda Lake y Ed Goeas elaboran junto a los equipos del Tarrance Group y del Lake Research Partners un encomiable trabajo. Sus encuestas confirman ese carácter conservador del ciudadano medio norteamericano.

Hace unos días, Bruce Walker detallaba con especial clarividencia en las páginas de American Thinker el silencio general de los medios de comunicación sobre la consistencia del pueblo norteamericano al responder una de esas preguntas en las últimas trece encuestas realizadas en el "Battleground Poll". La pregunta plantea al ciudadano cuál es su ideología política y si éste se considera "muy conservador", "algo conservador", "moderado", "algo liberal" (en terminología anglo-norteamericana), "muy liberal" o no sabe/no contesta. En la última encuesta, de agosto de 2008, los norteamericanos respondieron del siguiente modo: el 20% se definió como muy conservador; el 40% como algo conservador; el 2% como moderado; el 27% como algo liberal y el 9% como muy liberal; el 3% no sabía o no contestó. Significa esto, en fin, que el 60% de los norteamericanos se identifican de algún modo con el conservadurismo frente al 36% que se definen como "liberals".

Si se compara esto con los últimos trece resultados de esas encuestas del "Battleground Poll", es decir, desde junio de 2002 hasta agosto de 2008 se observa que hay una reincidente opinión pública norteamericana a favor del conservadurismo; se trata de una consistente autodefinición de la ciudadanía como ideológicamente conservadora, en un porcentaje que gira en torno al 60%, concretamente entre el 58% y el 63%. Por otro lado, la autodefinición de la ciudadanía como "liberal" no ha pasado nunca del 38% y ha sido generalmente más baja.

Pese a los permanentes intentos de muchos en la farándula mediática progresista dentro y fuera de Estados Unidos por presentar a los conservadores como grupos peligrosos ligados al autoritarismo, no hace falta ser un lince para observar lo confundidos que andan. Conservadurismo aquí significa avance, progreso real, libertad. Todo ello se ve en la importancia de lo conservador en estas tierras y en la positiva visión de los norteamericanos respecto a ese ideario. Es esto lo que los "liberals" progres de aquí y de Europa no acaban de digerir del todo. Lo que se ha escrito sobre Sarah Palin en Europa en los últimos días muestra esa confusión, como bien acaba de probar Soeren Kern en brillante y recomendable artículo.

Por eso la izquierda internacional -y también ya ahora los tontos útiles ubicados en la actual Derecha española anidada en el Partido Popular- buscan razones para vejar cuanto pueden lo conservador. Pero una mirada seria a la izquierda norteamericana, tal y como ha hecho Daniel J. Flynn en un excelente libro, prueba precisamente que el peligro está en el otro lado, en esa izquierda progre norteamericana de nefasta historia y cada vez más radicalizada. A ella pertenece Obama a pesar de los cantos de sirena.

No cabe llamarse a engaño: Estados Unidos es una nación predominantemente conservadora, como ya historió José María Marco y como han vuelto a documentar en otro libro John Micklethwait y Adrian Wooldridge. Cuando esos valores conservadores son alterados por el puente a ninguna parte que es el centrismo o por políticas no del todo conservadoras, Estados Unidos se resiente. Un conservador como Ronald Reagan ganó de calle dos elecciones con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo norteamericano. Aquella mayoría no ha desaparecido; sigue viva aguardando un verdadero líder conservador: es la mayoría que se entusiasmó a finales de agosto con el golpe de timón conservador dado por John McCain en su campaña durante el foro del Saddleback Church; es la misma mayoría que anda ahora llena de energía con la aparición de Sarah Palin.

La encuesta arriba señalada se realizó antes de la entrada en escena de Sarah Palin. Su estrellato a día de hoy vuelve a probar que Estados Unidos no es un país de "progres", aunque estos se hayan apropiado de buena parte de los medios de comunicación, de muchas universidades y de las postizas calles de Hollywood. En las últimas elecciones intermedias de 2006, el triunfo de los Demócratas se debió -como ya escribimos en su día- a que sus candidatos se presentaron más como conservadores que como "liberals". Y es que en el corazón de América late un sano sentido conservador de la vida, conservadurismo que busca progresar más por vía del individuo que de la ingeniería intervencionista del Gran Gobierno. Si McCain y Palin son consecuentes con los principios conservadores, la falsa ingeniería mediática y política generada en torno a Barack Obama y babeada desde Europa fallará estrepitosamente en noviembre.

Un último apunte para lo que queda de la Derecha española: algunos allí deberían tomar seria nota, dejar de presentar erróneamente los valores conservadores norteamericanos; deberían también dejar de atacar los principios auténticamente liberal-conservadores representados por LD; harían bien, en fin, quitándose los complejos de encima y entendiendo que el Partido Popular sólo podrá volver a ganar las elecciones en España si es fiel a los principios del auténtico liberalismo conservador. No entender esto y seguir haciéndole la comba a la izquierda constituye, además de un grave fallo de cálculo, un error histórico abismal.

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