Ante el inminente primer debate entre Obama y McCain, y tras una semana marcada por la crisis de Wall Street y la consecuente demagogia anti-liberal de todo progre americano o europeo, se me viene a la cabeza una imagen entre enternecedora y escalofriante. En toda tienda Urban Outfitters de Estados Unidos, en la sección de libros (donde se alternan la última novela de Chuck Palahniuk con la última fotobiogafía de Marylin Monroe), hay dos bestsellers que compiten codo con codo por la atención del consumidor: “How to Win a Fight with a Liberal”, de Daniel Kurtzman, y “How to Win a Fight with a Conservative", de… Daniel Kurtzman.
Ambos libros son una especie de manual de dialéctica para vencer al progre o conservador de turno. El que ambos estén escritos por la misma persona demuestra, primero, una capacidad humorística con respecto a la política considerable; segundo, lo envidiablemente cercanos que están ambos grandes partidos norteamericanos en muchísimas cosas (¿se imaginan que en España alguien pudiera escribir argumentos igual de convincentes contra la derecha y contra la izquierda? Uno se imagina una de esas escenas en que el sistema operativo de un robot se atasca y repite “Does not compute, does not compute” hasta que le estalle la cabeza); y tercero, que para ganar cualquier debate sobre cualquier tema hay que saber inyectar una dosis de demagogia en el argumento propio.
Menciono esto a raíz de los acontecimientos políticos de la última semana porque si Obama ha logrado escalar casi tres puntos en las encuestas no es sólo porque la crisis económica perjudique automáticamente al candidato Republicano (que lo hace), ni porque las CNN, MSNBC y ABC hayan aprovechado la oportunidad para ayudar descaradamente a su candidato (que lo han hecho), sino porque Obama ha sabido responder a la crisis con una buena dosis de demagogia y McCain no. El candidato Demócrata ha tirado del libro progre de toda la vida: el capitalismo salvaje lleva a la ruina, necesitamos imponer restricciones a la codicia de los ejecutivos, el Gran Hermano debe asegurar el bienestar económico de todo ciudadano, etc. Y le funciona, claro que le funciona: les ofrece a los ciudadanos una explicación de la crisis y una forma de salir de ella. Nadie puede decir que desconoce la opinión de Obama con respecto a la crisis; y recordemos que Bush ganó las últimas elecciones gracias a esa dinámica (el “sabéis de qué voy y en qué creo; no podéis decir lo mismo de mi adversario”).
McCain no ha podido responder con una dosis similar de demagogia “sound-bite-friendly” (como dicen los americanos). Un día echa la culpa a los ejecutivos, otro a Washington, otro a la intervención estatal y otro al librecambismo. ¿Por qué? Primero (y de esto estoy firmemente convencido), porque McCain no es ni ha sido nunca un demagogo. Entiéndanme: es capaz de emplear la retórica y de manipular como cualquier político que haya llegado a las cotas a que ha llegado él: pero sólo es capaz de alcanzar la demagogia pragmática o administrativa, no la ideológica. Segundo, porque se encuentra en la misma posición que todo liberal que no sabe mucho de economía (entre los que me incluyo), que acaba cayendo en los complejos de que es verdad que el libre mercado es moralmente superior al intervencionismo, pero luego es verdad que se necesita algo de intervención, y en tiempos de crisis hay que ser pragmático y dejar de lado los principios… etc. Para ser un demagogo hay que tener o una firme convicción moral o un enorme cinismo político: McCain nunca ha tenido lo segundo, y ahora mismo, tampoco tiene lo primero.
El viernes McCain tendrá la oportunidad de reconducir parte del debate político hacia un terreno que le es más favorable: la política exterior. El Consejo General de la ONU y las palabras de Ahmadinejad, además, le han dado pólvora de sobra. Pero en mi opinión el debate que verdaderamente influirá en las encuestas será el económico. McCain tiene una posibilidad interesante: ya que Obama aprueba en su mayor parte del plan de Bush, y que el intervencionismo Bush-Paulson es más del gusto de los Demócratas que de los Republicanos, y que la mayoría de los ciudadanos se oponen a dicha intervención… puede pintar a Bush y Obama como dos cabezas de un mismo dragón keynesiano, contraponiéndose como el verdadero “cambio”. Pero esa es una opción que sólo puede aprovechar un gran demagogo, no sólo un lector de Kurtzman.
(Interesante artículo de Ron Paul, ofreciendo una visión de la crisis contraria a la demagogia anti-librecambista de Obama y Cia)