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Democracia en América

La crisis y las elecciones

Tras unos días marcados por la quiebra de Lehman Brothers, la compra de Merryl Lynch por parte de Bank of America y los "rescates" de Fannie Mae, Freddie Mac, y ahora AIG, varios de nuestros lectores nos han preguntado qué efecto puede tener la actual crisis bursátil estadounidense en el devenir de las elecciones de noviembre. Lo cierto es que la última semana nos ha devuelto a la realidad tras casi un mes en que sólo parecieron importar la pirotecnia de las convenciones Demócrata y Republicana, el Huracán Palin, el Vientecillo Biden, y la histeria de los medios pro-Demócratas (valga la redundancia). A día de hoy los americanos vuelven a comprender que el próximo presidente tendrá que hacerse cargo, por encima de la guerra de Irak o de una posible crisis con Irán o Rusia, de una situación económica verdaderamente grave que amenaza los pilares básicos de Wall Street. Que Lehman Brothers haya caído, cuando fue de las pocas firmas que sobrevivió a la Gran Depresión, es un mal augurio que devuelve el recuerdo (difuso pero siempre presente) del que es uno de los grandes traumas nacionales americanos.

La crisis no hace sino añadir incertidumbre a unas elecciones que ya estaban plagadas de variables. La economía no es el fuerte ni de Barack Obama ni de John McCain, ni tampoco de Joe Biden o Sarah Palin. Es más, parece que ambos candidatos, en su elección de vice, se olvidaron de que la economía va a ser el tema más determinante de las elecciones. Por ejemplo, e independientemente de lo que valga Palin (que ya hemos dicho que es mucho), un ticket McCain - Romney podría sacar mucho más partido de la crisis, aprovechando la reconocida pericia económica del antiguo gobernador de Massachussets. Y en cuanto a los Demócratas, tres cuartos de lo mismo: Joe Biden fue elegido única y exclusivamente para contrarrestar la experiencia en asuntos internacionales de McCain (bueno, y para que Michelle Obama no tuviera que luchar con Hillary por quién era la verdadera vice).

Así que volvemos a los dos candidatos a la presidencia. En teoría, y a pesar de que se le desconoce pericia económica ni logro legislativo alguno en ese terreno, Obama puede sacar más partido electoral de la crisis que McCain. Al fin y al cabo, lleva ya dos años diciendo que el modelo económico Republicano ha fracasado y que lo que se necesita es el Gran Cambio que él promete. Y varios comentaristas le están dando la razón, achacando la crisis actual a la falta de regulación de Wall Street que fue una de las principales características de la Revolución Reagan y que los Bush han continuado. Obama lo tiene muy fácil para pintar un escenario parecido al del ’29, con un modelo económico Republicano que a base de dejar que Wall Street campe por sus anchas ha permitido que la avaricia y el descontrol destruyan la economía más fuerte del mundo. Lo que se necesitaría, por supuesto, es un cambio radical, de las Reaganomics a un "New New Deal" a caballo entre Keynes y Marx. Obama no tiene más que dejar de pintarse como el nuevo Kennedy y proclamarse el nuevo Roosevelt.

Pero hay un problema: los americanos todavía creen en Wall Street, todavía creen en el modelo reaganita, todavía creen en el mercado libre y en el small government. Creen en todo eso porque es parte prácticamente indisoluble del liberalismo económico y conservadurismo sociológico que define gran parte de la identidad norteamericana. Y la crisis actual no es, a estas alturas, lo suficientemente dramática (no ha habido ningún "jueves negro," no hay imágenes de corredores de bolsa tirándose de los edificios de Wall Street como en el ’29) como para convencerles de que sea absolutamente necesario abandonar el modelo económico que tan bien les ha funcionado durante los últimos treinta años. Obama, además de la desconfianza hacia su inexperiencia y hacia un modelo keynesiano-socialista, hereda la desconfianza tradicional que generan los Demócratas en materia económica (el dato que no paran de repetir los comentaristas: Estados Unidos nunca ha elegido a un Demócrata en tiempos de recesión). Sobre todo cuando el único presidente Demócrata en la memoria reciente con un buen historial económico, Bill Clinton, ha sido uno de los más encarnizados enemigos de Obama.

¿Y McCain? McCain tiene que lograr convencer al electorado de que no es un Republicano del mismo tipo que llevan gobernando durante los ocho últimos años, que no es uno de los que (en teoría) han llevado al país a la crisis actual. Tampoco le es muy difícil: tanto él como Palin tienen un largo historial de ir contra su propio partido. Pero el gran problema del senador por Arizona es encontrar una explicación para la crisis que vender al electorado y que haga, a su vez, que él sea la opción lógica para salir de ella. Lo malo es que McCain no tiene la salida fácil que tiene Obama: no va a echarle la culpa a las Reaganomics y al liberalismo económico porque tanto él como su base sociológica todavía creen en ellos. Su única posibilidad es decir que el modelo de Reagan se ha ido corrompiendo poco a poco durante las últimas legislaturas, y que él (el gran reformista, el gran "maverick"), lo devolverá a sus raíces. En otras palabras: ante el nuevo Roosevelt, oponer al nuevo Reagan.

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