Si en algo se reconoce hoy al Partido Demócrata, controlado ya abiertamente por una izquierda lunática cada vez más radicalizada, es su obsesión por alcanzar la Casa Blanca a cualquier precio. No reconocieron la victoria de George W. Bush sobre Al Gore en 2000; esperaron, erróneamente, el triunfo de John F. Kerry en 2004, que nunca llegó; tergiversaron a su antojo lo de Irak, luego lo de Katrina, otra vez lo de Irak con Petraeus, después lo de Afganistán y ahora lo de los rusos en Georgia (culpa de Bush también, según ellos), y así… hasta noviembre. Ahora, a esta progresía norteamericana cada vez más desorientada, le ha dado por atacar a la compañera del ticket presidencial de John McCain, la Gobernadora Sarah Palin. En apenas cuatro días la prensa amarilla de la progresía no descansa. Y aun así, ni Obama, ni Biden, ni la Pelosi, ni Reid, ni ninguno de los santurrones Demócratas hacen apenas hueco en las encuestas contra McCain-Palin.
A Sarah Palin le están diciendo de todo: que si el hijo con síndrome de Down no es suyo realmente, sino de su hija; que si la Palin perteneció a un partido secesionista de Alaska; que si a su cuñado, separado de su hermana, lo quiso echar la Palin del trabajo como funcionario… Y lo último, que a pesar de haber sido Gobernadora, esta Palin -nos dicen los progres- no está lista para ser vicepresidenta. Y en medio de todo esto salta la noticia verídica -dada por la misma campaña de Palin- de que su hija Bristol está embarazada con dieciesiete años. Más caldo para la sopilla progre de los Demócratas que cree hallar, ahora sí, otro filón para desprestigiar a la Palin. Para ellos, al ser ésta mujer, madre y pronto abuela... mejor quedarse en casa y no meterse en políticas. Tal es la defensa de la independencia femenina que tienen estos progres y tal el miedo que les inspira la solidez conservadora de Sarah Palin.
El problema es que esta mujer, aparte de guapa e inteligente, está más que dotada para salir adelante. Sarah Palin está mucho más preparada para ser vicepresidenta que Joe Biden, y desde luego, mejor formada y experimentada que el propio Barack Obama en tareas ejecutivas. Cada ataque a la hija de Palin es una chispa más que va a encender a la base conservadora norteamericana de cara al voto de noviembre. La Palin ha gobernado el estado más grande en extensión de la Unión norteamericana; Alaska produce el 20% de la energía estadounidense y su Gobernadora sabe más que cualquiera de los otros candidatos sobre la cuestión energética, punto clave en estas elecciones. Pero más allá de eso, lo que cabrea realmente a la izquierda es que la Palin pone en la picota todo el montaje del victimismo de los Demócratas y cuestiona todo el catecismo pagano e idiotizado de la progresía: lo del feminismo radical, lo del derecho al aborto -o sea, el derecho de asesinar una vida humana- y también el cuento de más impuestos y más Gran Gobierno... La Palin defiende la vida, es creyente, da a luz con dignidad a un hijo con síndrome de Down y, cuando ahora su hija se queda embarazada, salen públicamente en familia para contarlo, sin reparos y con la seguridad de que la misma hija Bristol quiere casarse y desea que llegue el nacimiento del nuevo bebé.
Valga comparar: el 29 de marzo de 2008, Obama afirmó en Johnstown, Pennsylvania: "Miren, tengo dos hijas, una de nueve y otra de ocho. Voy a enseñarles valores y moral, pero si cometen un error, yo no quiero que se les castigue con un bebe". O sea, que mientras para Obama la llegada de un bebé al mundo en el futuro para una de sus hijas adolescentes sería un castigo, para la Palin ese bebé es motivo de satisfacción y no de rechazo. Hagan cuentas. Por eso la Palin apoya la decisión de su hija de tener el bebé, de casarse y de aprender las responsabilidades de toda madre. Este asunto, que inicialmente iba a ser motivo de ataques y burlas contra el conservadurismo de la Palin (eso que en la idiotizada Europa algunos llaman "ultraconservadurismo"), ha puesto a cada uno en su lugar evidenciando la autenticidad y la sinceridad de Palin como agente de verdadero cambio contra la falsía progresista que encarna Obama y su rebaño. Por eso quieren destruir a la Palin como sea; por eso insisten en sacarle trapos sucios y en desacreditarla, sin demasiado éxito.
La Convención Nacional Republicana ha echado a andar ya, respetando el lunes el paso del huracán Gustav por Luisiana -que ha probado, dicho sea, la eficiente labor de cinco gobernadores Republicanos y del mismo presidente Bush-. Los discursos de la noche del martes en la Convención, por parte de George W. Bush, de Fred Thompson y de Joe Lieberman, elogiando la candidatura McCain-Palin no han pasado desapercibidos. El miércoles y el jueves vienen los platos fuertes con los dicursos de aceptación y la traca final. Cuanto más se mira todo este espectáculo, uno más se da cuenta de que el pueblo norteamericano es un pueblo predominantemente conservador. Y McCain ha acertado, ya lo dijimos, con Palin.
Porque pese a los vómitos de muchos contra los conservadores, la historia de esta gran nación norteamericana muestra que desde Abraham Lincoln hasta hoy, es decir en el último siglo y medio, en Estados Unidos ha habido más del doble de presidentes Republicanos que Demócratas. Y de los Republicanos, muchos de ellos -los más grandes- se definieron como conservadores. Y esto, la izquierda ni lo soporta, ni lo quiere permitir. Pasa lo mismo con algunos de los que por la España raquítica siguen atacando a Bush, desprecian a quienes nos sentimos conservadores y andan a tientas a ver si se apuntan de algún modo al carrillo del helado de Obama por eso de que lo mismo el mesías se hace algún día libertario, o por eso de la apertura sexual que éste proclama con la boca medio abierta. O acaso por el cacao ideológico mental que portan, por lo del peccata carnis del fin de semana o vaya uno a saber si por lo de la increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Allá cada cual con su película. El caso es que Palin es lo mejor que le ha pasado al Partido Republicano en muchos años. Por eso los giliprogres y compañía están a matar con ella.