Hace apenas unas semanas las encuestas electorales favorecían a John McCain y Sarah Palin. La Convención Republicana había resultado un éxito y el notable ascenso del ticket Republicano era más que notable. Y todo eso… a pesar de que Barack Obama contaba con la importante ayuda mediática de la práctica totalidad de los medios, a pesar de los intentos políticos y mediáticos de revivir y recrear otros Katrinas y a pesar también de la falaz fabricación de Obama como figura con experiencia ejecutiva. Afortunadamente, parecía haber quedado atrás la insoportable levedad del centrismo moderado de John McCain (denunciada aquí cuando correspondió) y era visible su empuje hacia posiciones más conservadoras. Así lo mostró su excelente participación en un foro a finales de agosto y así lo probó su acertada selección de Palin como vicepresidenta. Había entonces fundadas razones para pensar que McCain podía ganar las elecciones.
El problema para McCain vino con la famosa (y uno cree que bien calculada) "sorpresa" de octubre: esa que se vistió de economista y trajo bajo el brazo una ristra de apocalípticos mensajes sobre los mercados seguidos de intervencionismos gubernamentales en el más puro estilo socialista y que llevaron a la opinión pública a creer cuanto se les contaba. Obviando que los dos últimos años lo han sido de un ineficaz Congreso de mayorías Demócratas (Pelosi y Reid dixit), los de Obama y sus acólitos mediáticos vieron entonces la oportunidad de oro para culpar a McCain, para acercarlo a Bush como origen -otra vez- de todas las plagas, y para minar así la campaña de McCain. El senador de Arizona cometió el error de votar a favor de un paquete intervencionista y no supo diferenciarse -como aquí pedimos- ni de Bush, ni de Obama, ni de una turba de ávidos depredadores en Washington. Añadan a eso que los debates televisados sirvieron para poco y que las diferencias en las encuestas acabaron por decantarse -como ocurre siempre en estos casos- a favor del candidato del partido que no ocupa la Casa Blanca.
Desde entonces, la demolición pública y mediática del ticket Republicano ha sido el pan nuestro de cada día. A Palin la han llamado de todo menos bonita y este mismo viernes los medios no perdieron ni un minuto en relatar a su manera la circense historia del troppergate que -tergiversada y adobada sectariamente por un informe preparado a petición de los enemigos de Palin y por un activista de Obama, babeado por la prensa- apunta a que la Palin "abusó" de su poder en Alaska. Bien leído, lo que el documento realmente concluye es que la Palin no rompió ninguna regla ni violó ninguna ley en su cargo de Gobernadora. Más bien, hizo lo que debía: seguir su autoridad constitucional y estatutaria de contratar o despedir a su discreción a los jefes de los departamentos de su ejecutivo. Ni más, ni menos.
Entre tanta faramalla, el escenario electoral a día de hoy no es ya el mismo que tras aquella Convención Republicana. Las cosas andan peor para McCain, sí, pero no tanto como para tirar la toalla y aceptar ciegamente la verdad conveniente y a medias que quieren meternos con embudo de que Obama tiene ya ganada la presidencia. En la política, como en el fútbol, los resultados dependen muy a menudo de meros estados de ánimo. Una falta directa o un buen remate en los minutos finales -y aun en la prórroga- dan la vuelta a un partido: lo mismo ocurre en los últimos días previos de campaña, en los días y hasta en las horas finales antes de ir a las urnas. Y si no, que se lo pregunten a Gore o a Kerry... favorecidos siempre en las encuestas. Por eso, si en estas tres semanas que restan hasta el 4 de noviembre McCain vuelve a actuar como debe, dejando atrás sus dudas de hacer frente abiertamente a Obama y contrastar sus propuestas y personalidades, McCain todavía puede ganar -y de sobra- la presidencia. Para ello, McCain debe martillear con datos y con ejemplos claros y prácticos que él es el mejor camino para los próximos cuatro años y no Obama; que el de Illinois no es la solución de nada, sino el producto artificial de una nefaria ingeniería política y mediática.
Falta todavía un debate más y McCain tiene a Obama en las encuestas a una distancia más que superable, por mucho que los medios a uno y otro lado del Atlántico quieran vender ya no sólo el seguro triunfo de Obama, sino hasta el fin del capitalismo. Por encima de la media de encuestas nacionales y los siete u ocho puntos de distancia que puedan existir en estos momentos, lo importante es ver cómo en aquellos estados claves donde se librará verdaderamente la presidencia, McCain está a distancias tan cortas que entran éstas dentro del margen de error de las encuestas. Todo ello es razón más que suficiente para que el senador de Arizona no se muestre pesimista. El día 4 de noviembre, además, la mayoría de los norteamericanos van a mirar otra vez a los dos tickets presidenciales. McCain debe asegurarse de que en el casillero McCain-Palin vean la verdadera cara del pueblo norteamericano y no el artificio impredecible que sería una presidencia de Obama con un errante apoltronado como Joe Biden. Sabedores los ciudadanos de que casi con toda seguridad los Demócratas mantendrán la mayoría en las dos cámaras del Congreso, no resulta descabellado pensar que los norteamericanos opten -como casi siempre han hecho históricamente- por un equilibrio de poderes y por un presidente del otro partido, en este caso... McCain.
Todavía hoy los medios de comunicación metidos descaradamente en el tanque hollywoodiano de Obama siguen sin investigar ni exigir una aclaración sobre los lazos de este joven político con una turba de oscuros individuos, reconocidos terroristas, mafiosos de Chicago, pastores racistas y otras tantas turbias asociaciones fraudulentas: Ayers, Dohrn, Rezko, Khalidii, Wright, Farrakhan, Pfleger… y ACORN (el grupo activista partidario de Obama y al que éste representó legalmente y que que está en la actualidad siendo investigado por un masivo intento de fraude electoral a favor de los Demócratas en más de diez estados de la nación). McCain, por cierto, también debe pedir explicaciones en el debate sobre todas estas cosas y sobre todos esos nombres...
Porque mientras muchos dan ya por hecho el triunfo de Obama, resulta sintomático que ni en su misma campaña tienen tan clara esa victoria. Por eso se echa mano de las prácticas ilegales y fraudulentas de ACORN para registrar con voto Demócrata a decenas de miles de nombres falsificados (incluidos los de la alineación entera del equipo de los Dallas Cowboys… que tiene guasa…); por eso emplean la carta racista contra McCain y contra Palin; por eso también Obama se compra y reserva media hora de televisión en la cadena ABC pagando un millón de dólares para aparecer tres días antes del 4 de noviembre… (y eso que la economía -dice- está tan mal...). Lo que pasa es que Obama y su campaña no lo tienen tan claro; pasa que Obama tiene que comprar esos minutos en la televisión y a horas de máxima audiencia para asegurarse de que le crean porque, a sus solas, tanto él como su campaña saben que es difícil que los norteamericanos voten mayoritariamente por él; dudan en el fondo de que voten por alguien que -como el propio Obama- no ha querido hacer públicos ninguno de los informes de financiación de su campaña, ningún informe personal, ningún informe académico o laboral, ningún informe médico… ni siquiera su propio certificado de nacimiento, tema objeto de un pleito todavía hoy en marcha…
Por eso, en fin, nos machacan con el cuento de que Obama tiene ya ganadas las llaves de la Casa Blanca. Pero eso sólo será así si McCain se lo permite porque todavía está más que a tiempo de impedirlo. Para ello, McCain debe empezar este mismo miércoles en el debate a quitarse los complejos y a denunciar todas esas lagunas en la historia de Obama. McCain debe, además, articular con claridad sus propuestas y las notables diferencias con lo que serían cuatro años catastróficos con Obama en la Casa Blanca y con Harry Reid y Nancy Pelosi en el Congreso… En fin, que esto aún no se ha acabado…