El 14 de julio de 1975 la portada de la revista norteamericana Time (véase la fotografía de abajo) se preguntaba si el capitalismo podía sobrevivir: "Can Capitalism Survive?". Más de tres décadas después, y pese a los grandes avances humanos proporcionados por el capitalismo, algunos siguen lanzando la misma pregunta intentando crear un ambiente de duda, augurando el fracaso del capitalismo y la necesidad del Estado Niñera, o sea el Gobierno todopoderoso que controle la vida de los ciudadanos. Entonces, como ahora, tan apocalípticos temores son el arma de las izquierdas políticas para avanzar sus agendas, para impedir que el libre mercado actúe y autocorrija la situación económica en una marcha normal de altos y bajos propios de la misma naturaleza del libre intercambio de capital. El "desastre" económico del que habla Barack Obama y sus "reformas" a lo F.D. Roosevelt entran dentro de esos mismos parámetros del intento de limitar y controlar la libertad económica. Hora es ya de que el Partido Republicano haga frente de verdad a tanto intervencionismo gubernamental.
Tras la caída del Muro de Berlín las izquierdas entendieron que no podían ganar la batalla de las ideas y que su receta económica, al margen de muchas otras cosas, resultaba un errado callejón sin salida. Lo de la "socialdemocracia" y el "estado del bienestar" fue un eufemístico apaño que no ha supuesto otra cosa que continuos fracasos económicos, como Europa bien sabe. En Estados Unidos, el grave error de la Derecha posterior a Ronald Reagan consistió en creerse el cuento del Gran Estado de sus "amigos" europeos y en intentar, como ellos, conciliar y agradar a sus rivales políticos actuando como moderados centristas o como "conservadores compasivos". La paulatina ampliación de programas sociales y el vertiginoso aumento del déficit público coincidieron con el fin de un ciclo económico natural de expansión que, veinte años después y bajo una bien dispuesta alarma económica, ha llevado en palmitas a Obama hasta la Casa Blanca.
Ha hecho falta todo eso, además de tres derrotas electorales, para que en el seno del Partido Republicano empiecen ya a moverse. Más vale tarde que nunca. De momento, el mal llamado "paquete de estímulo económico" que proponen ahora Obama y los Demócratas en el Congreso norteamericano sufrió esta semana pasada un humillante varapalo al no contar con el apoyo de ningún congresista Republicano. Ni uno solo, lo cual es ya un éxito. Aun así, el paquete pasó la primera de las dos cámaras gracias a la mayoría Demócrata y en estos días está siendo debatido en el Senado. Harry Reid y los senadores Demócratas intentarán realizar algunas enmiendas al paquete a fin de contentar a algunos Republicanos y lograr aprobarlo definitivamente. Mal harán en el GOP permitiendo que dicho paquete se apruebe, sobre todo porque este es el primer paso para otras acciones dirigidas a crear una "socialdemocracia" en Estados Unidos.
Los senadores Republicanos deben empezar a dar un golpe de timón en esta nueva etapa política y han de negarse a aprobar dicho paquete que, a día de hoy (y mucho tendría que cambiar su contenido) no es más que una iniciativa colectivista que nada tiene de estímulo y mucho de herramienta para perpetuar al Partido Demócrata en el poder a través del aumento del Gran Gobierno. La Heritage Foundation ha demostrado ya con especial clarividencia lo que contiene dicho paquete, lo nocivo de su aprobación para Estados Unidos e, indirectamente, para todo el mundo. En todo caso, de aprobarse esta locura, Obama y los Demócratas deberían ser los únicos responsables de ello, sin ningún apoyo ni voto tampoco en el Senado por parte de los Republicanos.
El líder del GOP en el Senado, Mitch McConnell, y sus senadores deben votar en contra y oponerse a cualquier intervencionismo económico gubernamental. Erraron ya hace tres meses al apoyar el paquete intervencionista de Bush-Paulson -que no ha funcionado- y en estos días deben empezar a mostrar a sus votantes una nueva dirección, de vuelta a su ideario de conservadurismo fiscal. Cuentan con la posibilidad de detener todo esto usando el lote completo de sus senadores, aunque Obama esté ya buscando ver el modo de decapitar a la minoría Republicana en el Senado invitando al buen senador Republicano Judd Gregg a unirse a su gabinete… como Secretario de Comercio. Mientras otros congresistas Demócratas como Charlie Rangel y nuevas gentes del equipo "Tim y Tom" de Obama (Tim Geithner y Tom Daschle) dejan de pagar sus impuestos, el nuevo paquete empujado por Obama es una garantía de fracaso económico que inevitablemente subirá, a la larga, las cargas fiscales de la ciudadanía y extenderá la recesión.
En esta hora importante para el futuro de Estados Unidos los conservadores norteamericanos deben mirar a su propia historia y entender que en su mano está recuperar las mayorías en 2010 y en 2012. Si se analizan las victorias presidenciales Demócratas en los últimos cuarenta y cinco años, es posible encontrar razones para confiar en el regreso de los conservadores. En 1964, Lyndon B. Johnson derrotó a Barry Goldwater; en 1976, Jimmy Carter venció a Gerald Ford en una elección muy ajustada; en 1992, Bill Clinton venció al primer George H. Bush. Sin embargo, cada una de esas derrotas supuso una inmediata reacción victoriosa del Partido Republicano.
Entre 1976 y 1980, Reagan lanzó la gran revolución conservadora que se asentó en los ochenta con espectaculares éxitos económicos. De igual modo, hay un parecido claro entre el triunfo de Clinton en 1992 y el de Obama en 2008. De aquella derrota surgió el "Contract with America" de Newt Gingrich y la segunda revolución conservadora que llevó a mayorías en las dos cámaras del Congreso en 1994, así como a sendas victorias presidenciales en 2000 y 2004 por parte del George W. Bush. La derrota de McCain y el talante intervencionista y socializante que está tomando ya la presidencia de Obama, puede ahora permitir a los conservadores tomar serias posiciones de cara a las intermedias de 2010 y las presidenciales de 2012.
Entre 1974 y 1976, con el triunfo de Carter, las portadas de las revistas apuntaban hacia la imposibilidad de que el Partido Republicano sobreviviera y aun al posible fin del capitalismo, como señalamos antes. En el Comité Nacional Republicano se debatió incluso en esos años el cambio de nombre del partido. También… un poco como en estas últimas semanas…. Pero hoy sabemos ya del error de aquellos falsos y apocalípticos pronósticos de fracaso del conservadurismo y del capitalismo. Porque en esta hora decisiva, en pleno 2009, con un recién elegido Presidente del Comité Nacional Republicano, Michael Steele, los conservadores deben ya mover ficha, defender sus principios sin fisuras y devolver a Estados Unidos la cordura, más allá de las emociones irracionales de las últimas elecciones. Sólo la idea de que Estados Unidos se ha movido más rápido hacia la socialdemocracia en los últimos cuatro meses que en los últimos treinta años es una razón para animar a las bases electorales conservadoras y regresar al ideario de Goldwater y de Reagan.