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¿Demócratas?

Hace ya tiempo que sabemos que, a menos que suceda un milagro (marca Wright o marca “Comeback Kid”), serán los superdelegados del Partido Demócrata los que elijan el vencedor de la lucha entre Barack Obama y Hillary Clinton. Hace tiempo también que los Obamitas llevan pidiendo a gritos que los superdelegados escuchen la voz del Pueblo, y que cada uno de ellos vote por el candidato que hayan escogido los votantes de su estado. Loable ejercicio de conciencia democrática, que, sólo por casualidad, entregaría la nominación al bebé mesiánico de Illinois, que a día de hoy le saca una ventaja a su rival de más de cien delegados.
Sin embargo, y quizás predeciblemente, esta propuesta que parece tan democrática y tan liberal se revela, tras algo de reflexión, como nada más que otra idea sectaria y ventajista de los Obamitas. Para empezar, porque una democracia moderna no debe evitar solamente la tiranía de una minoría, sino también (y especialmente) la tiranía de la mayoría; principio éste absolutamente esencial para el liberalismo y que, además, es una de las ideas fundamentales sobre las que se fundó Estados Unidos (véase, por ejemplo, el sistema del colegio electoral, bajo el cual se elige al presidente, o el que cada estado envíe el mismo número de senadores a Washington). El superdelegado es un individuo y como tal tiene tanto derecho a elegir por sí mismo a qué candidato apoyar como lo tienen los votantes Demócratas. La propuesta de los Obamitas parece, más que un sano principio liberal, una manifestación de la clásica creencia de la izquierda de que el individuo debe plegarse a los deseos de la mayoría.
Pero la idea no hace aguas solamente en el plano conceptual; también se traiciona a sí misma en la práctica. Y es que, si decimos que los superdelegados tienen que votar al candidato que hayan escogido los votantes de su estado, deberíamos aceptar que todos los que vengan de estados donde la vencedora fue Hillary voten por ella. Sin embargo, hay un número importante de líderes que provienen de estados en los que Hillary fue la vencedora y que han anunciado que apoyan a Obama. Véanse los casos  del inmortal Ted Kennedy, del antiguo candidato John Kerry, del “traidor” Bill Richardson y, desde esta mañana, del anti-abortista de Pennsylvanya, Bob Casey. El caso de Casey es especialmente grave, ya que las encuestas le dan a la Clinton doce puntos de ventaja sobre Obama de cara a las primarias del 22 de abril en ese estado; eso sin contar con que el propio Casey había prometido mantenerse neutral para poder formar parte de una élite imparcial que dé algo de estabilidad a la convención Demócrata dentro de unos meses. Quizás se ha dado cuenta de que es muy poco probable que de aquí a la convención quede alguien para formar dicha élite.
Y ya que estamos con el tema: ¿a alguien le parece verdaderamente democrático que los líderes del partido intenten influir el voto de los ciudadanos apoyando a tal o cual candidato? A mí me recuerda a los profesores que nos sueltan, en medio de una clase sobre la evolución humana o sobre la caída del Imperio Romano, que son partidarios de Hillary o de Obama (de McCain no, porque en ese caso no estarían enseñando en una Ivy…). El criterio bajo el que un ciudadano vota por un senador o un gobernador es (o puede ser, en principio), completamente distinto del que usa para votar a un presidente. Así que menos hablar de principios democráticos en todo este asunto; a menos que por democracia entiendan lo mismo que el senador Casey, que dice que una de las razones que le ha llevado a apoyar a Obama es que sus cuatro hijas son, por lo visto, ávidas Obamitas. La democracia puede estar en peligro dentro del partido demócrata, pero en casa de Casey parece vivir un estado de salud envidiable.

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comentarios
1 amoryfam, día

De acuerdo en todo menos en que los políticos no deben intentar por medio de la palabra que los ciudadanos voten en un sentido o en otro. ¡Pero si eso es la esencia de la política! A que se dedican sino los políticos: A convencernos de que votemos una u otra opción con el fin de llevar adelante un programa. Mal, muy mal don David. No todo vale para criticar a los democratas.