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Democracia en América

A este Obama lo salva la campana

A mediados del pasado marzo, Pablo Kleinman les contaba aquí mismo la posible importancia que las primarias de Puerto Rico tendrían para los Demócratas. Celebradas anoche esas elecciones en la isla, la importancia ha resultado más simbólica que práctica, pero no por ello desechable de cara a lo que pase en el lado Demócrata en estos próximos días. La Clinton ha ganado en Puerto Rico de forma contundente, al derrotar por más del doble de votos a Obama. Aun así, a falta sólo de las dos últimas primarias de este martes, en Montana y Dakota del Sur, las cartas ganadoras las tiene ahora mismo Obama, quien con sólo 50 delegados más alcanzaría ya los necesarios para ser técnicamente el candidato presidencial Demócrata.

La Clinton no parece querer irse y busca todavía convencer, con toda razón, a los superdelegados, por lo que cuanto pueda pasar en estos próximos días está todavía en el aire. Lo que resulta más sintomático, sin embargo, es el lío en el que sigue metido el Partido Demócrata: un caos mucho mayor de lo que las informaciones y despachos de agencias vienen contando. Mientras la Clinton sigue en alza y ha ganado casi todas las primarias desde marzo, Obama está de baja y ha perdido no sólo ya varias elecciones importantes, sino una amplia parte del voto blanco y también del hispano. Si se contase el voto popular, incluidos los votos de Florida y los de Michigan, la Clinton superaría a Obama en voto popular; el número total de delegados estaría así todavía más igualado. Pero al Partido Demócrata, hay que decirlo de una vez, parece convenirle más cambiar las reglas estipuladas y hacer que no todos los votos cuenten igual.

Por eso, y con la manifiesta voluntad de favorecer a Obama (quien se convirtió muy temprano en el candidato estrella de la maquinaria de Howard Dean y Cía), y con el velado deseo de acabar con el poder interno de la saga de los Clinton, el Partido Demócrata, a través de su Comité de Reglamentos, decidió este fin de semana pasado cambiar las reglas de juego en medio de su pachanga electoral. El sábado noche, dicho comité aceptó reconocer las delegaciones de Michigan y Florida en la Convención Nacional Demócrata de agosto, siempre y cuando cada uno de sus 366 delegados tenga únicamente derecho a la mitad de un voto. La decisión, a estas alturas, resulta del todo injusta para la Clinton por lo que su campaña ha protestado y se ha reservado el derecho de impugnar la decisión ante el Comité de Acreditación.

Cierto es que el acuerdo inicial era que ni Florida ni Michigan contaran, en otro de esos malabarismos de los Demócratas. Sin embargo, quienes pierden de verdad son los votantes Demócratas norteamericanos, sobre todo los de Florida y Michigan, que ven cómo sus votos no iban primero a contar, luego sí, y al final sólo la mitad. En fin, todo un circo el que han montado estos que se definen como demócratas. Paradójicamente, estos son los mismos que llevan casi ocho años pataleando sobre la votación de Florida en 2000, lo del recuento Bush-Gore, y los que también en 2004 pedían también recuentos en Ohio alegando que Bush y los Republicanos habían impedido a muchos votantes depositar su voto... En suma, que Obama podrá ganar la candidatura, pero la manera en que lo va a hacer resulta tan dudosa como cuestionable, por no decir ya ilegítima. Tan dudosa será su victoria como su última e hipócrita hazaña de largarse de su iglesia, sí, la misma en la que pasó veinte años sin decir ni mú escuchando insultos y teatrillos racistas; el último, el de Michael Pfleger.

A Puerto Rico hay que agradecer que haya puesto a Obama en su lugar, si no ya en términos que afecten su casi segura nominación, sí al menos en cuanto a la acelerada caída en credibilidad popular ante millones de votantes norteamericanos. A este Obama lo salva la campana porque estas primarias están ya en su semana final. Aunque el martes por la noche, este mágico prodigioso salga con su teleprómpter ante las cámaras para proclamarse ya candidato, la Clinton tendrá todavía argumentos serios para seguir –si lo desea– reclamando su derecho a ser la nominada. O bien, acaso la Clinton piense más en su propio futuro político y mire hacia 2012 o 2016 esperando (y deseando en su interior) que McCain gane las presidenciales de 2008 y ponga en el sitio que merece a este artificio de humo llamado Obama.

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