Qué hay en juego en las elecciones de mitad de mandato del 8 de noviembre en Estados Unidos
Tras dos años desastrosos bajo la presidencia de Joe Biden, los demócratas se enfrentan a la posibilidad de perder ambas cámaras y numerosos estados.
Se denominan estados rojos y azules a aquellos que, salvo catástrofe, pueden contar con la victoria de los candidatos del Partido Republicano y Demócrata, respectivamente, mientras que aquellos en los que hay mayor competencia entre ambos partidos son los púrpuras. Desde la debacle de Afganistán, las encuestas han mostrado un sesgo claramente favorable a los republicanos. Además, lo habitual es que el partido en la oposición crezca en las primeras elecciones que se celebren después de las presidenciales. Pero ¿cómo de grande puede llegar a ser esa "ola roja"?
Nadie sensato duda que la Cámara de Representantes tendrá mayoría republicana a partir del 20 de enero de 2023, que será cuando empiecen su mandato los elegidos en las urnas el 8 de noviembre. Pero el destino del Senado es más dudoso. Cada dos años se reelige un tercio de los senadores y en esta ocasión la mayoría de esas elecciones tienen lugar en estados rojos o en los que el senador en ejercicio es demócrata. Además, la influencia de Trump ha llevado a la victoria en las primarias a candidatos débiles en algunos estados púrpura clave, así que muchos esperaban que el Partido Demócrata conservara o incluso ampliase su mayoría. Pero el deterioro económico y el aumento de la delincuencia está rebajando mucho sus expectativas. Así, el 8 de noviembre habrá que estar especialmente atentos a las elecciones al Senado en Pensilvania y Georgia, dos estados púrpura con candidatos apoyados por Trump a los que no se concedían muchas posibilidades de ganar en enero: Mehmet Oz y Herschel Walker. Si ganan ambos, es difícil que los republicanos no se hagan con la Cámara Alta.
Pero más allá de las elecciones a las cámaras legislativas federales, en estas elecciones están en juego numerosos cargos estatales, de cámaras legislativas a fiscalías generales, pasando por consejos escolares. No obstante, las más importantes y las que serán seguidas con mayor atención por los medios aquí y allí son las de gobernador. Muchas de estas carreras electorales tienen un resultado cantado: Ron DeSantis arrasará en Florida y Gavin Newson en California, por ejemplo, y casi con total seguridad ambos usarán sus éxitos como trampolín para presentarse a las primarias para ser candidato a la presidencia en 2024 por sus respectivos partidos.
Hay sin embargo tres elecciones cuyo resultado también debería estar claro, pero que se encuentran ahora mismo en el alero. En Minnesota, Nueva York y Oregón, estados casi negros de tan azules que son, los demócratas deberían ganar con comodidad, pero las encuestas están tremendamente ajustadas. Las restricciones por el covid y la delincuencia son los principales factores que están perjudicando a los demócratas en estados donde la guerra cultural no es un factor tan importante.
Arizona y los republicanos pagados por demócratas
También serán interesantes las elecciones en Arizona, donde Kari Lake, de ganar, podría convertirse en una nueva estrella del Partido Republicano y posible candidata también en las primarias a la presidencia, gracias a sus dotes comunicativas, labradas durante una carrera de veinte años como presentadora de las noticias en una cadena local. Si además Blake Masters se convierte en el nuevo senador republicano del Estado, la "ola roja" podrá ser justamente calificada de tsunami.
Hay que tener en cuenta que durante las primarias republicanas ambos candidatos fueron apoyados por los demócratas mediante anuncios que atacaban a sus rivales, bajo la impresión de que al ser menos centristas que sus rivales serían más débiles en noviembre. Es algo que se ha repetido en numerosas jurisdicciones norteamericanas, dejando en ridícula la supuesta "amenaza para la democracia" que nos aseguran que son Trump y los candidatos a los que apoya. Si así fuera, ¿cómo es que los demócratas se han gastado dinero en apoyar sus campañas? Como tantas otras campañas ridículas de la izquierda, empezando por el comité del 6 de enero, no son más que excusas para conseguir votos que ni ellos mismos se creen.
Es algo parecido a lo sucedido en 2016, donde los medios impulsaron la campaña de Trump en parte por motivos pecuniarios –tanto la campaña como su mandato impulsaron enormemente sus audiencias– y en parte por un cálculo político: según todas las encuestas, era el que menos posibilidades tenía de ganar a Hillary Clinton. Entonces les salió mal, pero parece que no hayan aprendido nada.
¿Qué pasará después?
Las consecuencias de estas elecciones van más allá de los cambios concretos de nombres y partidos en los cargos que se eligen, y dependerán del tamaño de la victoria republicana. Lo más práctico e inmediato será la imposibilidad de los demócratas de sacar ninguna ley ni presupuesto que no esté pactada con los republicanos, los cuales posiblemente se resistan a llegar a acuerdos de ningún tipo después de dos años en que no se les ha intentado buscar para alcanzar consensos en ningún momento y se han aprobado leyes de parte como la IRA (ley de reducción de la inflación, que nada hace para reducir la inflación) gracias al voto de desempate que tiene en el Senado Kamala Harris como vicepresidente.
Otro posible efecto de una hipotética derrota demócrata contundente es que Joe Biden se convertiría, solo dos años después de ser investido, en lo que se conoce como un pato cojo, un presidente que está en el cargo, pero con un poder disminuido al no contar para el futuro. Suele suceder en los dos últimos años del segundo mandato, pero su evidente demencia senil y la imposibilidad de que sea reelegido incluso frente a Trump es probable que provoquen movimientos en su partido para lograr que no se presente a las primarias. Está por ver si Kamala Harris intentará activar la vigésimoquinta enmienda de la Constitución para declarar su incapacidad, pero su impopularidad tampoco la hace atractiva como candidata de su partido en 2024.
Las encuestas están mostrando que los republicanos han logrado un mayor apoyo en los sectores demográficos que más se le han resistido: hispanos, negros y mujeres que viven en los suburbios, esos clásicos barrios residenciales de chalets que vemos en las películas. Las posiciones ideológicas demócratas en asuntos como la imposición de la agenda trans en niños pequeños chocan con estos sectores que son más conservadores en esos asuntos. Pero son la complicidad con la inmigración ilegal, la inseguridad en las ciudades y el cierre de los colegios durante la pandemia, respectivamente, las principales razones por las que se está dando este trasvase. ¿Podría llevar estas elecciones a un reposicionamiento de los demócratas en su apoyo ciego a ilegales, delincuentes y profesores? Parece difícil, pero cosas más raras se han visto.
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