Hasta hace dos décadas, no había problema con llegar al aeropuerto apenas 20 minutos antes de que saliese tu vuelo y dirigirte directamente a la puerta de embarque. Era posible incluso que tu familia pasara el control de seguridad para acompañarte hasta el último momento y despedirse de ti. Tu neceser podía ir en tu equipaje de mano hasta arriba de artilugios punzantes para el aseo personal, como cuchillas o tijeras. Pero todo eso cambió el 11 de septiembre de 2001, el día en que Al Qaeda atacó el corazón financiero del mundo.
Aquella mañana, un equipo de 19 secuestradores logró embarcar en cuatro vuelos nacionales, en territorio estadounidense. Los aviones acabaron estrellados contra las Torres Gemelas, el Pentágono y un campo de Virginia. Una serie de ataques terroristas coordinados en los que murieron 3.000 personas.
Desde entonces, volar no volvió a ser igual. Lo cuenta, para LD, el piloto madrileño y director del departamento técnico del SEPLA Javier Martín Chico, de 48 años de edad. Cuenta con 25 años de experiencia en línea aérea, es comandante de A320 y un auténtico experto en seguridad. Él reconoce que entonces no estábamos preparados para que algo así ocurriera. Nuestra mente ni siquiera alcanzaba a imaginarlo. Desgraciadamente, hoy es distinto.
El día en que se cerró el cielo
Aquel 11 de septiembre, estaba de vacaciones en La Manga del Mar Menor. "Afortunadamente no me pilló volando", afirma aliviado. "Fue un shock increíble. Un íntimo amigo -Carlos- estaba precisamente allí, en Nueva York, para volver al día siguiente. Se tuvo que quedar una semana. Se paró el tráfico aéreo. Se cerró el cielo".
En su sector, lo vivieron como el resto. Fue un momento de "incredulidad total". "Nadie imaginaba que podía secuestrar un avión una persona que estaba dispuesta a matar a los pilotos y suicidarse con el pasaje", explica Martín Chico.
"Se contemplaban diferentes tipos de escenarios, en lo que se refiere a secuestros, en base a los que habían ocurrido a lo largo de la historia". Pero no este. Superaba todo lo imaginable.
Por eso, "los procedimientos no estaban preparados o diseñados para ello". Hasta entonces, las tripulaciones estaban fuera de sospecha. "Nos recogían del hotel y entrábamos directamente. No había ni controles, ni nada. Era comodísimo, pero hoy es ciencia ficción. Ya no pasa en ningún sitio". A partir del 11-S, es lo primero que se cambia. Los controles son mucho más estrictos, para todos.
En la actualidad, "hay escáneres en todos los aeropuertos, se escanean los equipajes, están restringidos los líquidos y metales que puedes llevar en el equipaje...". El objetivo no es otro que el de "controlar el acceso de personas sospechosas y posibles explosivos al avión".
"De este tipo de situaciones, siempre se aprende. Se saca información y sirven para cambiar protocolos, regulaciones y hasta nuestros entrenamientos", advierte Martín Chico. Menciona, por ejemplo, el siniestro del avión de Germanwings, que el copiloto estrelló el avión contra los Alpes. "Se hicieron más rigurosos los controles psicológicos para los pilotos", asegura.
El bloqueo de la cabina obligatorio es otro de los cambios más significativos de las dos últimas décadas.
"Se acabó lo de dejar pasar a los niños para que la vean. Cerramos la puerta una vez que está embarcando el avión y ya no se abre hasta que estás en tierra", señala el experto en seguridad.
"Ha sido un cambio progresivo o continuo. No para. Es un engranaje. Por eso, se ha conseguido que sea un sector ultra seguro", lo que le lleva a pensar que "hoy en día, es difícil pensar que se pudiera volver a dar un 11-S con los controles que tenemos". Aunque, recuerda, "no hay ningún tipo de transporte en el que se pueda garantizar una seguridad al 100%".
No podemos bajar la guardia
"La aviación civil ha sido, desde hace muchos años, uno de los objetivos del terrorismo por diversas razones. Y continúa siéndolo", explica la Agencia Estatal de Seguridad Aérea para este reportaje. "Los terroristas siguen buscando la forma de aprovechar las vulnerabilidades reales o percibidas del sistema".
Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, "la industria de las aerolíneas tuvo que establecer nuevas medidas de seguridad para permitir que las personas se sintieran seguras mientras volaban". Y así fue, en su opinión. Considera que fue "uno de los sectores más rápidos en mejorar su seguridad tras los atentados".
Tras este "suceso disruptivo de alto impacto", señala la AESA, se llevaron a cabo cambios significativos en el ámbito de la seguridad de la aviación civil. Especialmente en lo que respecta a los procedimientos de control de los pasajeros, sus pertenencias y su equipaje (de mano y bodega).
Antes de la masacre del 11-S, no era necesario quitarse los zapatos, los cinturones, o la ropa de abrigo para pasar el control de seguridad. Y, con relación al equipaje de mano, tampoco había que declarar separadamente los equipos electrónicos, líquidos, geles y aerosoles en cualquier cantidad.
Desde 2001, los gobiernos de todo el mundo han creado nuevas organizaciones para implementar sistemas de seguridad aeroportuaria, y se han realizado inversiones masivas tanto en tecnología como en la contratación y capacitación de personal de seguridad. Además, se fortalecieron las regulaciones y normas internacionales de seguridad de la aviación. Y la OACI enmendó el Anexo 17 del Convenio sobre Aviación Civil Internacional para exigir el cumplimiento de unos estándares de seguridad superiores a los establecidos antes del 11-S en todos los aeropuertos del mundo.
En concreto, la Comisión Europea adoptó "una política común de seguridad aérea para la protección de la aviación civil contra actos de interferencia ilícita" y cada Estado Miembro -explica la AESA- tuvo que adoptar su propio programa nacional "para garantizar la aplicación de las normas comunes y designar una autoridad competente". España creó el Programa Nacional de Seguridad de la aviación civil y determinó que la Agencia Estatal de Seguridad Aérea debía ser la encargada de su coordinación y control.