Este martes tienen lugar las elecciones de mitad de mandato presidencial. A nivel nacional, como cada dos años, se reelige por completo la Cámara de Representantes, cuyos 435 miembros son elegidos en distritos con una población relativamente parecida. Pero también se escoge a aproximadamente un tercio del Senado, en concreto 36 senadores, cuyos asientos se ganaron hace seis años. Además, en los estados, además de legislaturas estatales, también se escoge a un buen número de gobernadores cuyos puestos se renuevan cada cuatro años.
Este galimatías electoral provoca que sacar una conclusión de quién saldrá mejor o peor parado resulte complicado, porque cada una de estas elecciones parte de una base diferente. Así, 2008, el año en que fueron escogidos los senadores, fue el año en que Obama fue elegido por primera vez y los demócratas arrasaron, ganando incluso en estados donde parecía imposible. Así pues, lo más normal es que los republicanos recuperen una parte de esos puestos en el Senado. Si logran recuperar seis, recuperarán el control de la cámara alta. Y las encuestas parecen indicar que, aunque por los pelos, parece que lo lograrán.
Por otro lado, las elecciones a gobernador que ahora se repiten tuvieron lugar en 2010, un año en que quienes arrasaron fueron los republicanos. Fueron unas elecciones de mitad de mandato en las que muchos de los que acudieron a las urnas dos años antes bajo el eslogan del "Sí, podemos" de Obama se quedaron en casa, y por contra muchas personas horrorizadas por lo que Obama estaba haciendo realmente se movilizaron. De modo que muchos gobernadores republicanos que ganaron entonces, como el luchador antisindical Scott Walker en Wisconsin, podrían perder este año en el que las encuestas no indican un grado de movilización tan grande en el electorado republicano.
Por último, las últimas elecciones a la Cámara de Representantes fueron en 2012, coincidiendo con las presidenciales que ganó Obama de nuevo, pero sin tanta diferencia ni entusiasmo como en 2008. Así, aunque lo más probable es que los republicanos amplíen un poco la ventaja que sacaron entonces, probablemente no sea una ganancia muy grande.
Hay que tener en cuenta, además, que los distritos se redibujan cada diez años al actualizarse el censo para facilitar que la mayor parte de ellos no sean competitivos; es el llamado gerrymandering. La última ocasión en que esto se hizo fue durante la legislatura 2010-2012 y la mayoría republicana permitió a dicho partido crear un mapa electoral que le favoreciera. Así, pese a perder las presidenciales Romney, los republicanos mantuvieron el control de la Cámara. Pero ese mismo reparto de distritos que hace más difícil que durante esta década pierdan la Cámara, complica también que en elecciones favorables como ésta puedan mejorar mucho, porque hay pocos distritos competitivos.
Si todo termina como parece, las consecuencias políticas serán diversas. Algún posible candidato republicano para 2016, como el propio Scott Walker, podría caerse de las quinielas si pierde el puesto. Mucho poder real podría caer en los estados en manos demócratas pese a perder en general las elecciones. Si los demócratas logran conservar el Senado Obama se vería reivindicado, pese a que los suyos le eviten como la peste y las encuestas de popularidad le sitúen en mínimos históricos.
Por contra, si como parece los republicanos toman el Senado, las consecuencias prácticas podrían no ser demasiadas. Obama se ha demostrado incapaz de negociar en los últimos seis años y no va a empezar ahora. Pero no podrá sacar adelante ninguna iniciativa y seguramente se dedique a bloquear las que aprueben los republicanos en el Congreso. Pero si éstos logran aprobar iniciativas que calen en el electorado, podrían conformar un programa que impulse la candidatura presidencial en 2016. Pero si se le conoce como el partido estúpido es por alguna razón...