En tan sólo tres años (1960-1963), John Fitzgerald Kennedy se convirtió en un mito. Su estrategia política pasó por vincular su imagen a la de la lucha por los derechos civiles y por erradicar la pobreza. Tres aspectos caracterizan en mayor medida su gestión política durante su corto mandato.
Nueva política económica contra la recesión
A mediados de los años 50, EEUU era un país inmerso en un profundo estancamiento económico que acabó en recesión en 1958. Durante su campaña electoral, Kennedy dejó claro que "el problema número uno del país es el estancamiento económico", y se mostró consciente de la urgente necesidad de reactivar la economía del país.
A pesar de que en un principio no era partidario de aumentar el déficit presupuestario como solución de la crisis económica, en febrero de 1961, el nuevo presidente propuso al Congreso un programa de inversiones sociales. Bajo la premisa de que la inyección de dinero del Estado era la única solución para arreglar las maltrechas finanzas norteamericanas, amplió las prestaciones de desempleo, aumentó el salario mínimo, y comenzó un plan para la construcción de viviendas sociales y otras inversiones públicas en educación y defensa.
Su política económica dio resultado en el segundo trimestre del mismo año: el PIB del país aumentó en un 3%. Sin embargo, Kennedy sabía que una hipotética subida de los precios podría frenar la recuperación económica, por lo que en 1962 adoptó medidas que buscaban la contención de la inflación.
En enero de 1963, el presidente demócrata cumplió una de sus grandes promesas: la reducción de los impuestos sobre la renta personal y sobre los de sociedades, "que dará lugar a más empleos y beneficios". En cambio, pese a que hizo crecer el PIB, el alto déficit presupuestario y la tasa de paro fueron los efectos negativos de su gestión económica.
Avances en derechos civiles
Algunos historiadores y analistas acusan a Kennedy de no haber hecho suficiente para mejorar la situación de la población afroamericana de EEUU. No obstante, a finales de 1962, el propio Martin Luther King reconoció la labor del presidente al afirmar que "esta Administración ha sobrepasado a todas las anteriores en la amplitud de sus esfuerzos para defender los derechos civiles". En este sentido cabe afirmar que uno de los aspectos que más deterioró la imagen del anterior presidente del país, Dwight Eisenhower, fue su incapacidad de solucionar la cuestión racial. A pesar de que en 1954 la segregación racial en los colegios públicos fue declarada inconstitucional, a principios de los años 60, ésta seguía siendo una realidad en muchos estados.
Sin duda alguna, conseguir eliminar la segregación racial en EEUU fue uno de los grandes objetivos de la Administración de Kennedy, pero él consideraba que esta batalla sólo se podía ganar en el Congreso. En este contexto, el presidente creía que las manifestaciones populares de movimientos antisegregacionistas obstaculizaban la aprobación de las leyes de derechos civiles al irritar a los políticos de los estados del sur. Por eso Kennedy se distanció de estos movimientos de derechos civiles, pero desde el inicio de su mandato trató de sacar adelante una legislación avanzada en este aspecto.
A principios de 1961, el presidente comenzó nombrar jueces y funcionarios afroamericanos, pero fue a principios de 1962 cuando su imagen de defensor de los derechos de los negros quedó consagrada. En aquel entonces, el alumno afroamericano, James Meredith, no pudo matricularse en la Universidad de Misisipi porque se lo impidieron las violentas manifestaciones de estudiantes blancos. Kennedy envió más de 3.000 soldados para asegurar que Meredith pudiera matricularse. En mayo del mismo año, Kennedy envió la Guardia Nacional de Alabama para frenar al gobernador, George Wallace, que impedía el paso a la universidad local a los estudiantes negros.
En junio de 1963, Kennedy sentó las bases de la futura Ley de Derechos Civiles al presentar en el Congreso un proyecto de ley que incluye medidas como la protección del derecho al voto así como el derecho de los ciudadanos afroamericanos a acceder libremente a todos los locales públicos.
De anticomunista a "socio" de Kruschev
Al llegar a la presidencia, Kennedy dejó claro que su política exterior hacia los países socialistas no variaría mucho con respecto a la de su antecesor, Dwight Eisenhower. El presidente demócrata vio con preocupación la llegada al poder en Cuba de Fidel Castro, y temía que esta revolución socialista contagiara a otros países latinoamericanos. Por eso, Kennedy intentó derrocar el régimen castrista al apoyar la Invasión de la Bahía de Cochinos por parte de exiliados cubanos.
La invasión fue aplastada por el ejército de Castro, convirtiendo esta operación militar en uno de los fracasos de la Administración de Kennedy. Además, tal y como asegura en sus memorias el entonces líder de la URSS, Nikita Kruschev, esta invasión hizo que los soviéticos decidieran instalar en secreto misiles nucleares en la isla para defender al régimen de Castro de un nuevo ataque norteamericano.
En este sentido, una de las claves de la política exterior de la presidencia de Kennedy radica en la evolución de su relación personal con el dirigente de la URSS. Kruschev recuerda en su libro sus iniciales diferencias ideológicas con Kennedy. "Él, igual que los anteriores presidentes de EEUU, sólo luchaba por los intereses del capitalismo monopolista , y no entendía los principios de la coexistencia pacífica. Kennedy quería preservar el statu quo político interno de todos los países, mientras yo opinaba que si estos países querían cambios políticos, nadie tenía derecho a intervenir en sus asuntos internos".
El primer momento crítico entre la URSS de Kruschev y los EEUU de Kennedy tuvo lugar en Berlín en octubre de 1961, cuando el presidente norteamericano ordenó a su ejército derribar el muro que separaba la ciudad. En un momento, se alinearon en el muro los tanques soviéticos y los estadounidenses frente a frente. Kruschev asegura que sabía que Kennedy no quería entrar en guerra, y ordenó la retirada de los tanques soviéticos, mientras que poco después lo mismo hicieron los estadounidenses.
Durante la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1963, Kennedy y Kruschev intercambiaban telegramas durante varios días y también consiguieron evitar un conflicto militar que hubiera supuesto una guerra mundial. En este contexto, el líder soviético elogió la "flexibilidad" y la "inteligencia" de John Kennedy, que optó por la paz al aceptar no invadir a Cuba a cambio de la retirada de los misiles. El dirigente comunista reconoció que "confiaba en Kennedy como persona y presidente, y él cumplió su palabra".
En sus memorias, Kruschev llegó a la conclusión de que, a pesar de sus diferencias ideológicas con el presidente estadounidense, ambos llegaron a ponerse de acuerdo en lo esencial: hacer concesiones para evitar un enfrentamiento militar y preservar la paz mundial. El soviético lamentó la muerte de su "socio inteligente" Kennedy, ya que considera que con él hubiera conseguido muchos más avances en los años siguientes.