La noche del 7 de noviembre no sólo dio comienzo un nuevo mandato para Barack Obama. Paralelamente, se activó la maquinaria de dos carreras más: la del movimiento de sillas dentro del Ejecutivo y la del sucesor de Obama en el partido demócrata.
De la segunda, aún se sabe poco y depende en cierto grado del resultado de la primera. Hillary Clinton lleva meses avisando de su intención de abandonar la Secretaría de Estado, y junto a ella, se espera que también cause baja el secretario del Tesoro, Timothy Geithner. Ambas renuncias se dan por seguras, y se harán efectivas con la investidura de Barack Obama en enero. Pero además, por los pasillos de Washington se especula con otros posibles candidatos a no repetir en su cargo, como el del secretario de Defensa, Leon Panetta y su segundo, Ashton Carter. El director de Inteligencia James Clapper tampoco las tiene todas consigo para continuar en su puesto, y el general del Cuerpo de Marines James Cartwright podría sucederle.
El escándalo Too fast too furious (el caso Faisán de Obama) también podría pasarle factura a Eric Holder, secretario de Justicia, cuyo puesto pende de un hilo desde que se hiciera pública la polémica de la operación encubierta.
¿Y después de Hillary?
En torno al futuro de Hillary Clinton no existe demasiada suspicacia. Aunque ha proclamado que la Secretaría de Estado supondría su retirada de la política, ha sido cuidadosa con sus declaraciones –y las de su portavoz- y no ha cerrado la puerta a participar en la carrera por la sucesión de Obama en 2016. Pero, mientras se resuelve la incógnita, el presidente busca relevo a la exprimera dama, un puesto para el que se barajan varios candidatos.
El más repetido –aunque no por ello más probable- es el excandidato presidencial Jhon Kerry. Que fuera el tercer demócrata en pronunciar un discurso en la Convención del partido en septiembre en Charlotte -después de Obama y Biden- , desató los rumores. ¿Supuso esto una suerte de proclamación encubierta? Es difícil saberlo. Su nombre suena fuerte, aunque habrá que ver si supera a la otra firme candidata, Susan Rice. Actualmente embajadora de EEUU en la ONU, la demócrata tiene su estatus diplomático a favor, y su impulsividad en contra. Rice saltó como un resorte cuando se especuló, durante los primeros días, sobre que el asesinato de Chris Evans en Libia hubiera sido un ataque terrorista. Ahora que se ha demostrado que sí lo fue, esta equivocación podría costarle la sucesión de Clinton. Se resolverá en enero.
O no, porque existe una tercera opción en el baile de sillas. En una entrevista en The Wall Street Journal dejó la puerta entreabierta para permanecer unos meses más en su cargo, con motivo de la investigación del atentado de Bengasi. Esto retrasaría el nombramiento de su sucesor, y también la proliferación de más candidatos.