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Los republicanos no se acaban de creer las encuestas

Las empresas demoscópicas estarían sobrevalorando los resultados de los demócratas, según denuncian analistas cercanos al Partido Republicano.

Romney y Obama en un momento del debate. | Cordon Press

La polémica ha decaído tras las buenas cifras que han dado a Romney las encuestas después de su victoria en el primer debate contra Obama. Tan grande fue el vapuleo que Gallup afirma que un 72% de los espectadores creen que ganó el republicano frente al 20% que asegura que lo hizo el demócrata: la diferencia es la más grande en la historia de estas mediciones. La más cercana fue la que obtuvo Clinton sobre Bush padre en 1992, una diferencia de 42 puntos frente a los 52 que ha logrado Romney. Tras el debate, la misma Gallup indica que ambos candidatos están empatados con el 47% del apoyo.

Sin embargo, numerosos analistas republicanos coinciden en denunciar que la mayoría de las encuestas no resultan creíbles y reducen las cifras del apoyo real a Romney. Una de las razones es que los datos de la mayoría de las encuestas divergen de las de Rasmussen Reports, una pequeña compañía que, pese a contar con unos medios mucho menores que los de grandes como Gallup o Zogby, fue una de las dos que clavó los resultados de las elecciones de 2008. De las otras 21 estudiadas, 17 sobreestimaron el resultado de Obama, y otras 4 el de McCain. Rasmussen afirma, con datos del 8 de octubre, que ambos candidatos están empatados con un 48% de diferencia, pero hasta el debate siempre ha ofrecido cifras muy cercanas entre ambos candidatos, con distancias mucho menores que las de otros encuestadores.

Los periodistas y activistas demócratas suelen despreciar este argumento calificando a la empresa como poco menos que una rama más de la campaña republicana, pese a su elevado nivel de acierto. Pero también hay que tener en cuenta que la otra encuestadora que acertó fue el Pew Research Center, que tras asegurar el mes pasado que Obama estaba por delante por una diferencia de 51-43%, tras el debate predice una victoria de Romney por una diferencia de 49% a 45%.

Una diferencia notable entre Pew y Rasmussen y otros encuestadores es que éstos preguntan a "probables votantes". Gallup lo hace a "votantes registrados". Otras encuestas se hacen al público general. Según se amplía la base, más grande es la ventaja demócrata.

Pero el argumento de más peso que ofrecen los analistas republicanos es la división entre partidos de los votantes encuestados. En Estados Unidos hay que registrarse para votar y la mayoría de los norteamericanos están registrados bien como republicanos, bien como independientes, bien como demócratas. Tras unas elecciones se sabe de los votantes qué porcentaje corresponde a cada grupo a través de las encuestas a pie de urna. Cuando se pregunta por la intención de voto también se pregunta por dicha afiliación. Y la mayoría de las encuestas está dando por buena la diferencia de 8 puntos en afiliación a favor de los demócratas que se dio en las elecciones de 2008.

El problema con esa presunción es que resulta muy poco realista. En estos cuatro años Obama ha decepcionado a muchos de sus votantes, mientras que los republicanos han tenido la revolución del Tea Party y están completamente movilizados para echar al actual presidente del poder. Aunque prácticamente siempre se produce una ventaja de afiliación demócrata al acudir a las urnas, Rasmussen estima que será de aproximadamente un 3%. Y como los votantes de cada partido suelen votar por él, una diferencia de 5 puntos en afiliación entre los dos partidos supone prácticamente 5 puntos en intención de voto.

¿Significa esto que Romney va a ganar en noviembre? Naturalmente que no. De hecho, incluso Rasmussen da ventaja a Obama en suficientes estados clave como para llevarle a la victoria. Pero sí indican, cuando menos, que la diferencia presumiblemente será mucho menor que la que dan la mayoría de las encuestas de las que se informa en los medios españoles y norteamericanos.

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