L D (EFE) Los más de trescientos delegados, que representan a unos cincuenta grupos políticos y religiosos opositores, tienen dos días para llegar a un acuerdo, siquiera de principio, sobre quién y cómo gobernará Irak tras una intervención militar aliada que todos ellos creen inminente. La oposición iraquí está tan dividida que esta misma conferencia ha tenido que ser, no ya auspiciada, sino forzada por Estados Unidos, cuya delegación de “observadores” está encabezada por Zamay Jalilizad, asesor del presidente George Bush, el hombre que tendió los puentes entre Washington y la Alianza Norte durante la guerra en Afganistán.
El denominador común de este foro es la ambición de formar, en el Irak post-Sadam, una república multiétnica, democrática y federal que se comprometa a respetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Entre bastidores está, inevitablemente, toda una lucha de poder por parte de quienes quieren controlar el país tras la sustitución del actual régimen en Bagdad. La idea es que se forme un comité de unas cuarenta o cincuenta personas que estará encargado de coordinarse con Estados Unidos y que debería plantar la semilla de lo que pudiera ser un futuro gobierno de transición.
El denominador común de este foro es la ambición de formar, en el Irak post-Sadam, una república multiétnica, democrática y federal que se comprometa a respetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Entre bastidores está, inevitablemente, toda una lucha de poder por parte de quienes quieren controlar el país tras la sustitución del actual régimen en Bagdad. La idea es que se forme un comité de unas cuarenta o cincuenta personas que estará encargado de coordinarse con Estados Unidos y que debería plantar la semilla de lo que pudiera ser un futuro gobierno de transición.