El centro de datos submarino de Microsoft
Daniel Rodríguez Herrera
No sé si se acuerdan ustedes, pero antes había unos cacharros que se enchufaban al teléfono y que permitirían a nuestro interlocutor grabar mensajes cuando no nos pillaban en casa o no nos daba la gana cogerlo. En cinta de casete, oigan.
Muchos aficionados a la fotografía siguen empleando cámaras, aunque no es extraño que incluso ellos echen mano del móvil alguna vez. Pero para la mayoría, y para la mayor parte de los usos, las cámaras incorporadas en los móviles son la forma más habitual y casi la única de hacer fotos.
Puede parecer un poco de Perogrullo, pero no cabe duda de que la popularización de la telefonía móvil ha hecho que muchas personas jubilen del todo sus teléfonos fijos o, cuando menos, los tengan ahí aparcados sin usarlos casi nunca. Frases como "¿Se puede poner Fulanito?" cada vez se usan menos.
Ya puestos, cada vez imprimimos menos las fotos para conservarlas y enseñarlas por ahí. Aunque diminuta, como la mayoría de las fotografías que sacamos tampoco son como para necesitar de un gran nivel de detalle, la pantalla de los móviles es el soporte en el que más fotografías vemos.
Desde la aparición del Walkman original, hemos ido usando diferentes aparatos para llevar nuestra música con nosotros y poder escucharla en cualquier parte. Discman, Minidisc, iPod... Sin embargo, lo más habitual hoy día es llevarla en el móvil.
Aunque los grandes de la tecnología intenten revertir esta tendencia, lo cierto es que cada vez hay más muñecas desnudas. La razón es que, si llevamos la hora en el bolsillo y sólo hace falta sacar el móvil, ¿para qué llevar otro cacharro más encima?
Y si no llevamos reloj en nuestra pulsera, muchos tampoco tienen un despertador en la mesilla. Tienen el móvil, muchas veces cargándose para que nos aguante el día siguiente y no se le agote la batería antes de despertarnos, que igual al jefe no le hace gracia como excusa.
Las discusiones sobre tal o cual dato se resolvían en casa tirando de enciclopedia y, en el bar, confiando en quien parecía saber más. Ahora sacamos el móvil y consultamos la Wikipedia.
Tampoco es que tengamos muchos de estos en nuestra estantería. Escribimos en el móvil, y cometemos errores, y esperamos que el teléfono nos los corrija automáticamente. Muchas veces no lo hace y nos deja mal, la verdad, y a veces nos corrije cuando no debe.
Cada vez los utilizamos menos para informarnos y cada vez usamos más el móvil, en no pocas ocasiones para leer en digital el mismo medio que antes leíamos en papel. Pero la culpa de que vendan menos es de Google News, ya saben.
Ese gran invento, el LED de la cámara del móvil, ha sustituido a las apps que ponían la pantalla en blanco, como éstas sustituyeron antes a las linternas en la mayor parte de los usos cotidianos. Si nos vamos de acampada, igual sigue siendo recomendable llevar una, eso sí.
Ya fueron las agendas uno de los primeros objetos a los que muchos sustituyeron por una alternativa electrónica y portátil. Pero ahora nuestras citas las anotamos en servicios en la nube que nos avisan al móvil para que no se nos pase una. Y claro, no hablemos ya de los números de teléfono. ¿Qué mejor sitio para guardarlos que el propio teléfono?
Aunque sigan usándose profesionalmente y éxitos como GoPro las han resucitado para ciertos usos concretos, la mayoría de nuestros vídeos los grabamos ahora con el móvil. Especialmente esos que años después preferiríamos no haber grabado nunca.
Es posible que las películas de más de dos horas las sigamos viendo en la tele, aunque cada vez menos en reproductores de DVD o Bluray, pero un enorme porcentaje de los vídeos que vemos los vemos en un móvil, ya sea en Youtube o en envíos de amigos a través de redes sociales o aplicaciones de mensajería.
Si ya muchos sustituyeron el mapa de carreteras por un GPS, cada vez son más quienes no usan ni uno ni otro y confían en aplicaciones para su smartphone tanto la consulta de mapas como la navegación paso a paso mientras conducimos.
Cuando necesitábamos un fontanero, o una ferretería, o prácticamente cualquier cosa y no sabíamos donde encontrarlo recurríamos a estos voluminosos directorios de teléfonos. Ahora alguno emplea números de teléfono que ofrecen esa información, pero muchos usamos la búsqueda local en el móvil.
Existen unos objetos llamados buzones de correo en el que se metían papeles escritos ¡a mano! envueltos en sobres cerrados en los que se escribía la dirección de destino y se pegaba otro trozo de papel oficial por el que había que pagar. Esperabas días, o semanas, y le llegaba al destinatario. En serio. No había correo electrónico, SMS o Whatsapp.
Los crucigramas y sudokus no sólo existían en periódicos de papel, sino también en publicaciones específicas repletas de crucigramas, sopas de letras, jeroglíficos, autodefinidos, dibujos en los que encontrar las diferencias y otro montón de pasatiempos. Ahora sacamos el móvil y le damos al Candy Crash Saga, el Apalabrados o lo que esté de moda.
El primer paso que dieron las aerolíneas fue eliminar la necesidad de sacarte la tarjeta de embarque en el aeropuerto, pudiendo sacarla por internet y llevarla impresa de casa. El siguiente paso fue obligarte a hacerlo. El actual y cada vez más extendido es llevarlas en el móvil, sin necesidad de imprimirlas.
Quizá no sea algo que utilicemos todos los días, pero aunque fuera para juguetear con ella muchos hemos tenido en casa una grabadora que guardaba en una casete las chorradas que decíamos o, peor, nuestros patéticos intentos de tocar música. Los profesionales de la radio siguen utilizando unas digitales muy chulas. Los demás, el móvil.
Cenamos con un grupo de amigos y al terminar pedimos la cuenta. Cuando llega, un propio se saca el móvil y divide la dolorosa entre el número de comensales. Ya no usamos máquinas específicas para hacer cuentas, y eso que a principios de los 70 causaron furor.
Desde las Game & Watch de los años 80 que tenían un sólo juego hasta la Nintendo 3DS y la PS Vita de hoy, pasando por la Gameboy, las consolas portátiles han formado parte de las vidas de millones de niños. Pero ahora ya tenemos una plataforma de videojuegos en el bolsillo sin necesidad de comprar una específica.
Quizá no lo recuerden, pero hace muy poquitos años estos pequeños ordenadores, baratos y poco potentes, eran lo más de lo más en informática. No tenían capacidad para hacer un uso intensivo, de modo que se utilizaban sobre todo para que los usuarios menos exigentes accedieran a internet. Ahora esas mismas personas emplean el móvil, que lo han tenido que pagar de todos modos y son ya más potentes que los netbooks de antaño.
La gente muy ocupada e importante llevaba antes unos aparatos que les advertían, estuvieran donde estuvieran, que querían hablar con ellos desde un número de teléfono. Así que se levantaban de la mesa del restaurante, por ejemplo, y pedían usar el teléfono del local para llamar. Quizá lo hayan visto en las películas.
No son aún objetos que hayamos sustituido por el móvil, pero vamos camino de ello. Sistemas de pago como Apple Pay pretenden competir con las tarjetas, al menos a la hora de pagar, que no de sacar dinero, y no sería de extrañar que dentro de unos años su uso sea mayoritario. Algunos fabricantes de coches están incluyendo soporte para el uso del móvil como alternativa a las llaves. Y cada vez más móviles incluyen puerto de infrarrojos para que puedas controlar tu tele con ellos.