La responsabilidad del actual gobierno...++

es enfrentarse a la CRISIS, y no otra cosa. Y pongo crisis con mayúsculas, porque es la
verdaderamente importante.

Hace unos pocos años se inició un debate en algunos medios de comunicación sobre la
crisis del modelo de Estado. La necesariedad de un cambio por la insostenibilidad del
actual modelo autonómico. El problema de estos debates sociales es la lentitud de su
ejecución incluso una vez instaurado un placet social generalizado. Un tiempo que a
España le falta.

Sin duda los agentes extranjeros que tienen la posibilidad de ayudar a España han
identificado ya correctamente el problema fundamental de la economía; y que reside en
la desviación masiva de los recursos a un aparataje estatal que por definición es
improductivo, más en la economía globalizada.

Cuando se instauró el debate en España sobre el modelo de Estado el PP se posicionó
clara y explícitamente en favor del Estado autonómico; su viabilidad. También es cierto
que creía en la bajada impositiva como receta mágica. Sea como fuere parece que
asumir la realidad le supone al PP más que la simple visión de esta; la modificación de
sus creencias sobre España, y en términos materiales (algo que comparte con el PSOE)
el enfrentamiento a su militante colocado en el espacio público, como pudo verse bien
en la pequeña rebelión autonómica que le escenificaron a Montoro.

¿Puede Mariano Rajoy imponerse a su propio partido?. Sinceramente creo que no.
Estamos ante un registrador de la propiedad metido en política, es decir, un opositor,
inteligente, sin duda, pero sin el empuje del mundo privado. Habría sido más beneficioso
para España alguien acostumbrado a la asunción de riesgos personales, que a la
analítica de la situación maquiavélica propia de la política.

De otro lado, como explicó mayor Oreja hace unas semanas en un programa de radio,
la estructuración interna de los partidos políticos sigue el modelo autonómico en su
escala; por lo que si los partidos estaban llamados a ser la columna vertebral
integradora del Estado, como contrapeso a los movimientos centrífugos autonómicos, o
siquiera taifales, lejos de ello, portencian el proceso. De hecho, resulta muy difícil el
enfrentamiento a nivel político en los propios términos de durabilidad.

Lo ideal sería el cambio constitucional, carro al que el PSOE podría ser llamado, como
modo constructivo de oposición y forma de volver a la escena política. No parece que el
equipo de Rubalcaba vaya por esa senda, por lo demás lenta, y cuyos problemas
propios son similares a los de Rajoy.

La crisis traerá, seguramente un ascenso jacobino encarnado en UpD que recogerá
también votos del populismo, pudiendo triplicar o cuadriplicar su estatus actual. también
podría surgir un partido de extrema derecha al estilo francés, desvestido de cualquier
ropaje nostálgico español, y de corte moderno; por lo demás necesario en España, para
suplir el agujero ideológico popular.

Lo cierto es que es la sociedad la que va a marcar el ritmo, lo quieran Rajoy y
Rubalcaba o no, puesto que al debate sobre el modelo de Estado, se le va a superponer
rápidamente el debate sobre el modelo social; la solidaridad personal y regional y la
cultura del gratis total, en plena crisis de valor finalizada la opulencia. Instaurado ese
debate, todo el proceso se sobreacelerará.

La responsabilidad del actual gobierno es enfrentarse a la CRISIS, y eso exige, sin lugar
a dudas, su propio sacrificio en la situación actual. Si no lo hace no durará dos años de
legislatura por la sociedad lo hará; enfrentarse a la crisis, sobrerevolucionando los
postulados políticos que los dos partidos hegemónicos y con resultados inciertos para la
propia nación.

Si opta por el sacrificio tampoco durará dos años, pero España, como idea, y con otra
forma político social, quizá se salve.

Saludos.

P.D. La corrupción no es el caso que presentan los periódicos de alguien al que han
pillado y acusado; la corrupción es la del propio sistema, la del amigo, la del favor, la
que no se ve, la político financiera y cuesta 800.000 millones de euros.