Estar jodidos, o estar jodiendo.

Está meridianamente claro, que nos están jodiendo, cuando la gacela está enferma y malherida por el león, todos, hasta el perro lulú de blanquecinos y encaracolados pelos, se atreve a morder.

Quien nos mandaría a nosotros meternos en ese berenjenal, lleno de depredadores inmisericordes, que éxito eso de “volver a ser europeos”, que relamida de labios pensando en que todo era orégano, y que ostias nos están dando.

Es posible, que nos merezcamos lo que nos está pasando, y quizás sea una forma de devolvernos a la realidad, dejando de ser ricos nuevos, para volver a ser los nuevos pobres de la vieja dama, y ahora a recibir palos hasta en el cielo la boca.

Hasta hay que dar un aval de 700 millones a Finlandia para que no se oponga a algo que no nos va a salvar, si no a alargar nuestra agonía. Nosotros, a nada que tengamos un momento de reflexión, no queremos estar dentro de ese extraño cuerpo, a ese precio.

Están, unos y otros, magreando la perdiz, para que al final, cuando hayamos hecho todo lo que nos han mandado, nos digan que no les gusta la letra, o que la música no es de Wagner, parece imposible acertar con estas gentes, o es que lo hacemos muy mal.

No se si esto nos servirá como cura de humildad, y si eso serviría de algo, pero si después de pasarlas canutas, como lo vamos a pasar, no sacamos conclusiones claras sobre quienes somos, lo que nos conviene, y con quienes queremos pasar nuestro tiempo libre, es que nos merecemos estar jodidos, en vez de estar jodiendo.