Consecuencias económicas Libertad Digital ha prestado mucha atención a las consecuencias económicas derivadas de la aplicación del protocolo de Kioto. En una serie de cinco artículos, publicados en la revista Ideas, se hizo un repaso de en qué consiste el protocolo de Kioto y cuáles son sus consecuencias más importantes. Fernando Díaz Villanueva hizo un breve repaso a si se está calentando el planeta, mientras que Gabriel Calzada explicó lo más básico sobre el acuerdo político firmado en la ciudad japonesa. Calzada advirtió que "a nivel internacional se producirá una distorsión de la competencia y una disminución de la productividad global que sufrirían especialmente los países más pobres. Por un lado, las empresas terminarán estableciéndose en lugares donde, a pesar de haber peores condiciones de negocio, la ausencia de limitaciones irracionales sobre la emisión de GEI las hace más atractivas. Por el otro lado, los países con exceso de derechos podrán subvencionar aquellas industrias que los gobernantes consideren necesario. El resultado no es otro que una gigantesca patada a la estructura de la división del trabajo internacional que dejará de tener relación con la productividad relativa de los factores de producción según las distintas regiones". Daniel Rodríguez Herrera alertaba sobre las consecuencias sociales de la adopción del tratado: "En Estados Unidos, que lo han rechazado porque tiene más costumbre que nosotros de mirar las consecuencias de las políticas que proponen, y no sólo lo bien que aplacan el sentimiento de culpa colectivo, han llegado a la conclusión de que los más perjudicados por la aplicación del protocolo serían los pobres. Por eso resulta extraño que la izquierda, supuesta defensora de los débiles, se haya apuntado de forma tan entusiasta a la defensa del protocolo." El motivo es que "los precios de la energía subirían tanto que el gasto en energía de los pobres (hogares con ingresos menores a 10.000 dólares), pasarían del 10 al 20% de su presupuesto en 2010. El precio de la electricidad crecería un 52%, el coste de la vivienda un 21% y los comestibles un 9%. Hay que tener en cuenta que los costos de la energía crecen para todos, incluyendo a quienes producen bienes y servicios, por lo que éstos subirían también para los consumidores". Gorka Echevarría centró su artículo en las consecuencias que tendrá en el sector del transporte. "En medio de una escalada de precios de la gasolina y el diesel que el International Council for Capital Formation estima entre un 17 y un 25%, un incremento del precio de la electricidad utilizado en los procesos de producción en un 70%, la reducción del PIB español en casi un 5% y el consiguiente aumento del paro en 850.000 puestos de trabajo anuales, utilizar el coche se va a convertir en un bien de lujo, casi tanto como comer caviar todos los días o ser dueño de un Ferrari". Y añade que "Si a esto le añadimos que actualmente el impacto de los impuestos especiales sobre los carburantes suponen el 75% del precio por litro de gasolina, el incremento de precios de los carburantes sería aún mayor de lo que ha estimado el ICCF". Por último, José Carlos Rodríguez hacía un repaso de la desindustrialización forzosa a que Kioto somete a la economía. Las razones son varias. Además de la pérdida directa de producción derivada de la reducción de actividad, "las empresas tendrían que adoptar otros métodos de producción que resultaran en una menor emisión de gases de efecto invernadero. Ello implicaría o bien recurrir a métodos que ahora no se utilizan porque son económicamente ruinosos, o bien invertir en la creación de los mismos; en ambos casos la sociedad acabaría perdiendo". Es más, "Mucho capital y horas de trabajo se destinarán tanto a cumplir con los requisitos gubernamentales o a conseguir las licencias como a |