Este jueves sale a la venta El Linchamiento, el nuevo libro de Federico Jiménez Losantos. El director de Es la Mañana y vicepresidente de Libertad Digital cuenta en esta obra los últimos años de su larga trayectoria profesional: la liquidación de la COPE y la aventura de esRadio. A lo largo de 656 páginas, el periodista relata las claves del largo asedio sufrido en su anterior emisora desde el Gobierno, Prisa, el PP y la monarquía, su resistencia frente al acoso judicial y las circunstancias de su salida junto a César Vidal.

Tras explicar su marcha de la COPE, el periodista relata cómo se gestó su nuevo proyecto, esRadio, y cómo fue posible que en sólo tres meses, un 7 de septiembre a las 7, arrancara una cadena de radio de ámbito nacional que se ha consolidado en sus tres años de vida.

La obra, publicada por La Esfera de los Libros, está a la venta desde el 1 de diciembre.

La presentación se celebrará en el hotel Intercontinental de Madrid (Paseo de la Castellana, 49) a las 19:30 horas, y contará con las intervenciones de Luis Herrero y César Vidal, además de la del autor.

En Libertad Digital puede disfrutar en primicia del siguiente adelanto:

Enrique de Diego y los policías del 11-M

El día 15 de noviembre de 2007, Periodista Digital, el diario en Internet que dirige Alfonso Rojo, que nunca pierde ocasión de atizarle a Pedro J. y que entonces no perdía ocasión de atizarnos a los de la COPE, fuera por lo religioso o por lo político, dio cuenta de un curioso evento político-policíaco-intelectual: la presentación en la sede del SUP del libro de Enrique de Diego, Conspiranoia. Asistieron al acto José Manuel Sánchez Fornet, secretario general del SUP, José Ángel Fuentes Gago, presidente del Sindicato Profesional de la Policía —al que pertenecía Sánchez Manzano— y José María Fuster-Fabra, al que —sin duda injustamente, tal vez por provenir de la extrema derecha catalana— se le atribuye ser letrado de las «cloacas de Interior». Esa desapacible consideración tal vez se debe a haber sido el abogado del general Galindo, condenado por los crímenes del GAL, y acaso a representar ahora a una variopinta serie de personas y grupos que tienen poco que ver entre sí, salvo su abogado y su dependencia, o excelente relación con el ministerio de Rubalcaba. Entre otros, cabe señalar a la Asociación de Víctimas del 11-M dirigida por Pilar Manjón, tan grata al gobierno; el SUP, del que casi huelga hablar; Sánchez Manzano, del que hablaremos, y otros policías denunciados por irregularidades en el 11-M, como el comisario Ortiz, el que encontró o al que se le «apareció» la «mochila de Vallecas».

Las declaraciones de Enrique de Diego ilustraban con su torrencialidad prosódica la gravedad de lo denunciado. Su propósito era claro: «Erradicar de la vida pública a los que han mentido y manipulado sin tener en cuenta que había 192 muertos». Pedro J. y yo habríamos escrito «la página más negra del periodismo español (que) es la utilización de las víctimas para vender periódicos y ganar dinero». Siempre según la reseña de Periodista Digital, «acusó de mentirosos a Federico Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez y Luis del Pino o, como él mismo dijo, “Luis del Timo” (…). “Era preciso poner en boca de los protagonistas sus motivaciones mercantilistas y su pérdida constante de sentido de la realidad, hasta acusar de asesinos a prácticamente todos los policías españoles” (…). El autor del libro dijo ser de derechas, pero estar en contra de la actuación del PP en el caso 11-M, tachándola de estúpida, refiriéndose a ella como “Gran Hermano cutre” y afirmando que Acebes y Zaplana deberían dimitir. El secretario general del SUP dijo haber recibido incluso llamadas para que cambiaran su postura, a lo que ellos se negaron, ya que de ser así podría contribuir favorablemente a medios como la COPE, entre otros. Por su parte, Enrique de Diego declaró que a los lectores de El Mundo y a los oyentes de la COPE debe gustarles que les mientan».

Enrique de Diego, pese a los muchos años y los muchos libros entregados a la actividad periodística e intelectual, es bastante desconocido. A los conocedores del liberalismo en España, que Enrique de Diego presentara un libro contra mí en la sede del sindicato policial más identificado con el PSOE les resultaría sorprendente. Más aún si asistieron a la presentación de su primer libro, El socialismo es el problema, escrito con Lorenzo Bernaldo de Quirós, y del que fuimos presentadores Luis María Anson, no demasiado liberal pero que dirigía el ABC donde entonces escribía Enrique, y yo. También con Lorenzo organizó unas jornadas sobre liberalismo en Benidorm, patrocinadas por el alcalde Zaplana, que, tras dar algunos tumbos, acabaron convirtiéndose durante una década en las Jornadas Liberales de Albarracín, en las que nació el grupo de Libertad Digital y, por supuesto, participó Enrique, hasta que una trifulca psico-conyugal, que por piadosa discreción no detallaré, le hizo abandonarlas.

El afecto, admiración o identificación de Enrique conmigo, que en no pocos momentos ha alcanzado niveles ruborizantes, se trasladó a Libertad Digital, periódico en el que colaboró desde el principio. El problema que le planteaba a su primer director, Javier Rubio, es que quería colaborar demasiado. Hasta tres artículos diarios llegó a enviar, según se me quejaba Javier; y esa reticencia a su inflamable inspiración provocó el enfriamiento de nuestras relaciones y, finalmente, su marcha. Roto el dique de su entorno liberal, se lanzó a escribir ensayos a porrillo y novelas en pandilla, lamentablemente sin éxito. Es raro que publicando tanto no se acierte alguna vez, pero el destino de los genios suele ser injusto. Tras esta colaboración con la «operación venganza» de los policías del 11-M, fundó el «Movimiento de las Clases Medias», con el que a partir de cierta popularidad alcanzada en Radio Intereconomía e Intereconomía TV, quiso regenerar España desde el Ayuntamiento de Madrid. Pero la injusticia que sabotea sus meritorios intentos en las letras, también lo impidió.

Enrique nunca se limita a publicar un libro, porque diríase que más que escribir le gusta reincidir, y en el primero sobre el 11-M no atacaba a Acebes ni Zaplana, aunque se zampó como un tragasables la tesis del atentado islamista propalada por el gobierno del PSOE. No merece censura por ello, ya que el propio gobierno del PP la creyó. Pero unos meses después Aznar dijo en ABC una frase sobre el 11-M con enorme eco: «Los autores no están en montañas remotas ni en desiertos lejanos». Y la base de las palabras del presidente del Gobierno cuando la masacre eran las incoherencias en la versión oficial detectadas y denunciadas por los tres medios que investigábamos el 11-M. A partir de ahí, los celos periodísticos y el celo político tal vez se confundieron.

Entre el islamismo de pega y el periodismo de traca

Hay algo que ni Enrique de Diego ni nadie con un mínimo de pulcritud intelectual puede seguir manteniendo: el origen islámico de la masacre. Es terrible que el gobierno del PP no se haya consagrado a averiguar la verdad sobre el 11-M y, de paso, aventar montajes y conjeturas; pero es todavía peor que ni la izquierda socialista ni la derecha gallardonista reconozcan públicamente que lo que defendieron durante años era falso. Que la supuesta autoría islamista, tan hábilmente aprovechada por el PSOE, quedó desacreditada en la propia sentencia del 11-M. Esa misma a cuyo autor condecoran, pero en la que Bermúdez reconoce no saber quiénes fueron los autores intelectuales de la matanza, niega que exista cualquier evidencia que la relacione con Al Qaeda o guarde relación con el respaldo político de España a la guerra de Irak. Pero la invención progre del atentado islamista tuvo tal éxito propagandístico que ha anulado la modesta constatación de los hechos. Y entre esos hechos destaca la siembra en el surco fértil del sumario de no pocas pruebas falsas. En este apartado delictivo y delictuoso las contradicciones de Bermúdez son terribles. Por ejemplo, la sentencia niega valor y por tanto reconoce como pieza falsa al Skoda Fabia, pero no manda investigar quién colocó ese coche después del 11-M, con el maletero cuajado de ADN de los supuestos asesinos. En cambio, da por verdaderas otras pruebas como la «mochila de Vallecas» o la furgoneta Renault Kangoo, más falsas aún que el Skoda Fabia.

Hay otros muchos datos en la sentencia que merecerían investigación policial y judicial, o, mientras tanto, periodística. Así, la sentencia no asume ninguno de los itinerarios oficiales propuestos para explicar que los explosivos llegaran a Madrid, ni que el cerco al piso de Leganés, donde presuntamente se suicidaron los terroristas, tuviera lugar, según dijo la policía, tras un tiroteo en Zarzaquemada. Tampoco explica que no se hiciera la autopsia de los terroristas supuestamente suicidados. Y en cuanto a los explosivos, al arma del crimen, ni asume ni niega que en los trenes estallara «Goma 2 ECO y vale ya», como dijo la fiscal Sánchez en la instrucción del caso. En realidad, según supimos después de la sentencia, la pericia que ordenó Gómez Bermúdez, pero luego ocultó a los imputados y a sus abogados, privándoles de una herramienta esencial para su defensa, había llegado a la conclusión de que el explosivo que estalló en los trenes fue Titadyn. Lo primero que dijo la policía al gobierno del PP.

¿Por qué ante estos datos incompletos pero indiscutibles algunos periodistas prefieren negar la evidencia? ¿Por qué Enrique de Diego se retrata junto a policías implicados en tenebrosas ilegalidades o notorias irregularidades en la manipulación de las pruebas del 11-M? No lo sé. No conozco a ese tipo, aunque se llame igual que uno que traté hace años. Nunca lo hubiera creído capaz de formar parte de un piquete parapolicial para difundir que los que denunciamos irregularidades en la investigación del 11-M habíamos sido desmentidos por la sentencia. Falso: a nuestros «agujeros negros» probados la sentencia añade grietas abismales, simas abisales y mucho más.

Del piquete parapolicial al enjuague multiconfesional

La frenética actividad difamatoria de Enrique de Diego contra Pedro J. y contra mí, que alcanzó su apogeo con ese libro, duró varios años. Sin embargo tuvo un punto de inflexión en septiembre de 2010. Se acababa de conocer que Pedro J. se iba a la COPE con Buruaga, a quien encargaba también la dirección de Veo7. Mientras tanto, yo había llegado a un acuerdo de colaboración con Julio Ariza e Intereconomía que incluía la emisión gratis de la señal de esRadio por TDT, la participación de Carlos Dávila en mi tertulia y la mía en El gato al agua. Los observadores superficiales o ayunos de información vieron en la operación Unedisa-COPE-Buruaga una especie de traición de Pedro J. contra mí que, a su vez, provocaba una alianza entre Ariza y yo. Y ese fue el momento en que Enrique de Diego quiso hacer una voltereta con tirabuzón, sostenella pero enmendalla, mantener su discurso contra los medios que denunciamos la versión oficial del 11-M y, al mismo tiempo, evitar que mi pacto con Ariza le costara la cabeza y acabara con su flamante partido político, el Movimiento de las Clases Medias, nacido gracias a la plataforma que le brindaba Julio Ariza en Intereconomía. Enrique, que no ha sido nunca un maestro de los matices, tuvo serias dificultades para decir lo mismo y lo contrario. No era fácil que dos periodistas a los que llevaba años injuriando junto con los Manzano, Ruiz y demás criaturas policíacas del PSOE pudieran tener de pronto un tratamiento diferenciado e incluso antagónico. Pero, a su manera tosca, lo hizo; o, al menos, lo intentó. El resultado de su esfuerzo es esta pieza que lo retrata de cuerpo entero, en lo periodístico y lo moral:

La traición de Pedrojota

Entre los cambios en los medios con los que se inicia el curso destaca la traición de Pedrojota a Jiménez Losantos. Traición tortuosa y oportunista, que se mueve a medio camino entre el descarnado utilitarismo y la bajeza moral sin paliativos. La alianza entre Pedrojota y Jiménez Losantos ha sido una de las más sólidas y duraderas del panorama mediático español. Viene de los lejanos tiempos en que Losantos era jefe de Opinión de Diario 16, siendo Pedrojota director. Más allá de lo mercantil, la relación siempre ha transmitido la imagen de que iba más allá del interés coyuntural para asentarse en una sólida amistad. En el balance, puede decirse que quien ha puesto más, quien tiene su saldo a favor es Losantos, quien desde la COPE generó la especie de un grupo de comunicación conjunto. Mientras los otros diarios bajaban, El Mundo no sólo frenaba la sangría sino que incrementaba sus ventas. Efecto casi milagroso, debido al entusiasta respaldo de Losantos.

Según se ha publicado reiteradamente, la traición de Pedrojota —casi un instinto en el personaje— se debería, precisamente, a la consideración de que ha pagado muy caro, en ventas, su ausencia de la COPE. Es un diagnóstico simplista que elimina la crisis general del papel, acosado por la competencia de los gratuitos e Internet, cada vez con más oferta y pulso, y también el hecho notorio de que El Mundo ha perdido a chorros la fibra, la investigación, la crítica y la independencia (llegó a defender a Bono o «A Bono le salen las cuentas») que le dieron frescura y éxito en los primeros tiempos. Desde luego, lo que ha hecho Pedrojota es un asalto en toda regla a la COPE, para el que Jiménez Losantos simplemente sobraba, y de nada han valido viejas amistades, sólidas alianzas de antaño, ni patentes servicios prestados más allá del deber y la conveniencia. El asalto se ha llevado a cabo en una operación a dos bandas con Ernesto Sáenz de Buruaga, que deja en lugar muy desmerecido a la Conferencia Episcopal. De nuevo la COPE se pone al servicio de la «derecha pagana», sin principios pero con muchos intereses, sin línea editorial ninguna o incluso contraria a lo esperable.

Pero la COPE de Buruaga no es, obviamente, la de Losantos, y no va a producir, por tanto, efectos parecidos. Buruaga es la acomodación plena al sistema y, por ende, la inhabilitación; el periodismo entendido como una forma menor de las relaciones públicas. Buruaga, otrora emblema y sonrisa del aznarismo, es el biotipo de periodista de partido, aliñado, ajeno a la crítica y a la exclusiva, que ha hecho de no ofender a nadie una bella arte, por no defender nada. Estricto periodismo cortesano. Es fácil vaticinar que la COPE de Buruaga no va a ser la panacea que Pedrojota espera para revertir la caída libre de ventas de El Mundo.

Buruaga y Losantos

He combatido a Losantos su conspiranoia sobre el 11-M por su manifiesta inconsistencia, por ser objetivamente lesiva para las víctimas y por desarmar a la sociedad española respecto al gravísimo problema de islamización. En su descargo, hizo seguidismo de El Mundo y quizás creyó en una capacidad de investigación que hace tiempo no existe. Siempre he reconocido los méritos innegables de Losantos en independencia, patriotismo, lúcida e insobornable crítica a los nacionalismos y defensa de las libertades, con excelente pedagogía del liberalismo, de fuerte influencia en la juventud. (…).

La traición de Pedrojota a Losantos conlleva, como efecto colateral, el intento de decretar la muerte civil de Federico. No se producirá. Tiene un espíritu combativo y un sólido discurso liberal de los que el tándem Pedrojota-Buruaga carecen. Un par de oportunistas cuando el tiempo de los oportunistas ha pasado.

Sinceramente, esta última afirmación me parece arriesgadísima. El autor y el artículo la desmienten.

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