Seiscientas tragedias El de la ex candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, es el rostro de los secuestrados por los terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y por el Ejército de Liberación Nacional. Fue secuestrada el 23 de febrero de 2002 cuando viajaba por carretera entre la ciudad de Florencia y la población de San Vicente del Caguán (al sur del país). La zona había sido declarada neutral para la celebración de las negociaciones entre el Gobierno de Carlos Andrés Pastrana y las FARC. Los contactos se rompieron y la violencia volvió a imponerse. A Betancourt le acompañan otras seiscientas tragedias que permanecen retenidas, la mayoría, en lo más profundo de la selva o en las montañas. Las FARC los dividen en dos grupos: los civiles, cuya única finalidad es obtener dinero a través de la extorsión, y los "canjeables", es decir, políticos y elementos de las fuerzas de seguridad que podrían ser intercambiados con el Gobierno por quinientos de sus miembros que permanecen en cárceles del Estado.
El secuestro es la segunda fuente de financiación de las FARC tras el tráfico ilegal de drogas. La "industria" es muy rentable aunque castigue a unas veinte mil familias colombianas, según datos oficiales. La asociación de los Grupos de Acción Unificada por la Libertad Personal (Gaulas) afirma que en Colombia cada día ocurren siete secuestros, la tasa más alta en cualquier parte del mundo. Según el grupo País Libre, el promedio de años de cautiverio es de 2.5. Algunos de los seiscientos que actualmente permanecen en manos de las FARC rebasan los seis. Desde 1997 se estima que han sido secuestradas unas veinte mil personas, de ellos, nueve mil son menores de edad. La organización internacional no gubernamental "Human Rights Watch" afirmó en un informe que las organizaciones terroristas de izquierda y de derecha colombianas llegaron a retener a más de once mil menores de dieciocho años (algunos de apenas ocho) a los que forzaron a tomar las armas. Uno de cada cuatro es niña. Los datos anteriores mantienen cicatrices permanentes en la sociedad colombiana. Textos con información de EFE, Europapress, web de Ingrid Betancourt, El Tiempo, El Espectador, El Nuevo Herald y El Nuevo Siglo |