La Gran Vía cumple su primer siglo de vida. No fue la primera calle moderna de Madrid pero sí la que encarnó mejor que nadie el ajetreado siglo XX. Se diseñó para aliviar el casco histórico y llevar la modernidad a un barrio de Madrid que estaba muy degradado. Las obras comenzaron el 4 de abril de 1910. El rey Alfonso XIII tomó una piqueta de plata y dio el primer golpe simbólico. El proyecto implicaba la demolición de más de 300 casas y la remodelación integral de 48 calles. Los vecinos fueron realojados en viviendas sociales de la periferia.
La Gran Vía se construyó en tres tramos, amplias avenidas que, hasta 1981, tuvieron nombres distintos. A la primera se la bautizó como Avenida de Peñalver, a la segunda de Pi y Margall y a la tercera y última en construirse, Eduardo Dato. Luego los nombres irían cambiando; así durante la Guerra Civil renombró la calle como Avenida de la Unión Soviética y el primer Gobierno de Franco se la dedicó a José Antonio Primo de Rivera. Empezó a construirse desde la calle Alcalá. Su primer edificio fue el célebre Metrópolis, el último se levantaría en los años 50. Posteriormente algunas fincas han sido derribadas y sustituidas por edificios de nueva planta.
El conjunto arquitectónico de la Gran Vía es soberbio y no tiene nada que envidiar a otras capitales mundiales. En sus 1.300 metros se dan cita joyas de la arquitectura del siglo XX, edificios como el Carrión, el Coliseum, el Grassy o la sede de Telefónica ya son parte de la Historia del Arte
Pero Gran Vía es adorada por los madrileños por otras razones más mundanas. La Gran Vía pronto se convirtió en lugar de referencia para la diversión y el espectáculo. Desde sus inicios han proliferado bares americanos, teatros, salas de fiesta y cines. Algunas de las salas más importantes de España están o han estado en la Gran Vía. El primer gran almacén de España se abrió también aquí, los Almacenes Madrid-Paris, a quienes sucedería el SEPU hasta su cierre en 2002.
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