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Las tensas negociaciones del pacto de gobierno en Castilla y León que salva la relación de PP y Vox en el último momento

Mañueco y Gallardo dirigirán el primer gobierno de PP y Vox como paso previo a las andaluzas y las generales.

Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco muestran el acuerdo de gobierno firmado | EFE

El acuerdo alcanzado entre PP y Vox en Castilla y León para gobernar en coalición trasciende el ámbito autonómico para adquirir relevancia a nivel nacional. De él no sólo dependía el futuro de una comunidad autónoma, sino la relación de dos partidos obligados a entenderse para hacer frente al Gobierno de Pedro Sánchez. Su firma destensa la dura relación que ambos han manteniendo desde que Pablo Casado rompió con Santiago Abascal y avanza un giro estratégico del nuevo PP de Alberto Núñez Feijoo para no vetar a Vox.

El resultado final endulza unas negociaciones muy duras que a punto han estado de fracasar y dar la oportunidad al PSOE de hacerse, de forma inesperada, con más cotas de poder ante la incapacidad de PP y Vox para ponerse de acuerdo. Que el acuerdo pendía de un hilo lo demuestra el hecho de que ni siquiera ha habido firma formal del mismo ante la prensa, como es habitual, hasta después del la constitución de las Cortes.

Mañueco y García-Gallardo comparecían de forma conjunta una vez finalizada la sesión plenaria para explicar el pacto y sus puntos más importantes, sin ni siquiera ser capaces de desvelar qué consejerías ocupará cada partido, es decir, la estructura final de un gobierno que todavía no está cerrado.

Las horas clave de la negociación

Apenas quince minutos antes de las doce del mediodía de este jueves, Alfonso Fernández anunciaba por sorpresa el acuerdo de gobierno con Vox en Castilla y León para, segundos después, dirigirse al Parlamento autonómico sin apenas margen de tiempo. El Partido Popular daba un giro en el último minuto y concedía a Vox todas sus exigencias, algo que hasta las 11 de la mañana de este mismo jueves habían rechazado de plano.

Los de Abascal sospechan que el PP creyó en todo momento que "iban de farol", de ahí lo frenético de una jornada en la que Vox lograba su objetivo de hacerse con la presidencia de la Cortes, que ocupará Carlos Pollán; la vicepresidencia del Gobierno y tres consejerías, como exigían ayer pasadas las 21.00 de la noche cuando lanzaban un ultimátum muy arriesgado, que desvelaba sus cartas, con la publicación de un documento escrito en el que incluían sus peticiones.

Mañueco, animado por las declaraciones del gallego Núñez Feijóo que había reclamado por la tarde la presidencia de la Cámara autonómica para el PP, respondía a la advertencia de Vox elevando la apuesta y acusándoles de "no ceder en nada", lo que avanzaba una ruptura que parecía definitiva y que a primera hora de este jueves confirmaba el propio Santiago Abascal en el Congreso cuando lanzaba un órdago al PP advirtiéndole de que "en estas condiciones no podían apoyar la investidura de Mañueco".

El líder de Vox destapaba con sus declaraciones lo que era una evidencia: que tanto él como su mano derecha, Kiko Méndez Monasterio, han estado implicados en todo momento en las negociaciones, al margen de que Juan García-Gallardo ha pilotado los contactos con Alfonso Fernández Mañueco, con el que sólo ha mantenido un encuentro formal, en presencia de los medios, y al que han seguido interminables jornadas de contactos a través del teléfono para intercambiar documentos y limar asperezas.

El acuerdo sorprendía al propio PP de Feijoo

Una hora después de las declaraciones del líder de Vox, a las 11 y media de la mañana, Cuca Gamarra y Esteban González Pons, considerados la cabeza de la dirección en funciones del PP hasta el congreso del 1 y 2 de abril, comparecían en Sevilla y apelaban al PSOE para que les apoyara y les sacara de un túnel en el que parecía no haber luz. Una periodista llegaba a preguntar a Pons si "se retractaba por haber llamado extrema derecha a Vox" a lo que el dirigente popular respondía tajante: "Yo no me retracto", añadiendo tensión a un momento clave de las negociaciones que parecían irremediablemente destinadas al fracaso.

Pons seguía la estela marcada por el propio Feijóo cuando durante su comparecencia en la sala de prensa de Génova 13 reclamaba al PSOE que no "bloquease" la investidura de Mañueco para no depender de Vox, en un último intento de evitar un acuerdo con los de Abascal sin perder la Mesa del Parlamento autonómico y el gobierno regional. El propio Feijóo se declaraba sorprendido ante los medios después de que se hiciera público el acuerdo que decía desconocer.

El empeño del PP por no pactar con Vox ha marcado sus actuaciones durante los últimos dos días en los que han intentado evitar hasta el último minuto apoyarse en su socio natural, llegando a negociar esta misma mañana con Soria Ya para lograr su apoyo en la Mesa, obviando así la amenaza del partido de Abascal de que no pactarían un gobierno sin conseguir la presidencia de la Cámara por ser un puesto clave para defender a su electorado y hacer frente al cordón sanitario que quiere imponerles la izquierda.

El marco de Vox para negociar

El marco en el que Vox se ha movido desde el primer momento ha sido el de "no ser más ni menos que otros partidos" para romper el esquema en el que la izquierda pretende colocarles cuando les tacha de extrema derecha, antidemócratas o populistas. El partido niega que el objetivo final sea ocupar sillones, de hecho admiten hacer cedido en el acuerdo programático para facilitar el acuerdo. Pero una "línea roja" ha sido siempre no dejar que sus votantes fueran "menospreciados".

El éxito cosechado por Vox este jueves les permite desprenderse de la imagen de partido antisistema que sólo se mueve bien en la arenga política. Con este acuerdo suben un peldaño en la escalera del poder para incorporarse definitivamente a la política adulta, con responsabilidades de gestión y asumiendo al mismo tiempo el desgaste de tomar decisiones ante la opinión pública. Se trata también de un duro examen del que puede depender su resultado en las elecciones andaluzas y en las generales con la ventaja de que Castilla y León ya ha desbrozado parte del camino para que PP y Vox puedan hacer frente a la izquierda.

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