Yolanda Díaz escribe el prólogo más cursi al Manifiesto Comunista: "Arroja luz sobre nuestro mundo"
La ministra de Trabajo escribe un prólogo para el 'Manifiesto comunista' con una prosa afectada y que deja claro que no entiende a Marx.
"El pensamiento de Karl Marx parece escrito, con tinta indeleble, sobre el viento de la Historia" con esta frase cursi, retórica y vacía empieza Yolanda Díaz el prólogo que ha escrito para el 'Manifiesto comunista' de Marx y Engels y que este sábado adelanta El País.
Ese tono exageradamente cursi y de falsa profundidad recorre -quizá como un fantasma- un texto en el que la ministra dice poco pero lo hace con palabras ampulosas y prosa alambicada, de la que quiere sorprender a un lector pero en realidad más bien lo confunde:
"Hay muchos marxismos en Marx, muchas refutaciones y rescates. Ópticas poscolonialistas u ortodoxas, visiones que condenan su sesgo patriarcal o que celebran su relación con la naturaleza y el medio ambiente".
Como por otra parte era previsible, Yolanda Díaz muestra un entusiasmo sin tasa que la lleva no sólo a alabar el contenido y el mensaje de Marx y Engels –"su mirada sobre los mecanismos de la producción capitalista sigue arrojando comprensión y luz sobre los principales problemas de nuestro mundo"-, sino a elogiar incluso su estilo literario, para lo que decide ella también ponerse 'literaria':
"El manifiesto comunista es un texto de propaganda, político, convendría no olvidarlo. Y, sin embargo, sorprende en él su alma literaria, su estilo límpido, asertivo, en el que se transparentan las cuatro manos de dos amigos, entrelazando sus juicios y sus anhelos".
La "dictadura del proletariado" mal interpretada
Pero además Díaz también se atreve a proponer interpretaciones doctrinales y enmendarle la plana a las traducciones del texto que "han instituido sintagmas y lugares comunes, como el de ‘dictadura del proletariado’, que no se corresponden con el sustrato exacto de sus tesis".
Asimismo, nos advierte de cómo hay que "abordar" actualmente la lectura del Manifiesto "no como un dogma estático, imperturbable, monocolor, anclado en su propia razón", sino más bien "como una clave interpretativa, tan borrosa como exacta, que nos permite pulir y retocar, una y otra vez, nuestra visión del mundo y de las cosas".
Un poquito de desmemoria histórica
La ministra aprovecha también para hacer un pequeño ejercicio de la desmemoria histórica tan propia del este Gobierno, ya que cuenta cómo se editaron en Madrid las primeras versiones de este Manifiesto en España, momento que relaciona incomprensiblemente con "una capital amnésica, cuyos gobernantes no han dudado en retirar del espacio público las placas y honores al socialista Francisco Largo Caballero".
De este recuerdo histórico lo mejor, no obstante, es como Yolanda Díaz asegura que se "conmueve" al recordar esas primeras copias "volando de mano en mano" y al mismo tiempo, "guardadas, como oro en paño, bajo el uniforme de trabajo o en los pliegues de una falda". Hay que reconocer el mérito de aquellas primeras socialistas que podían ir por ahí con el Manifiesto Comunista bajo los pliegues de una falda.
Finalmente, tras algunos párrafos de comprensión dificultosa y de una cursilería absolutamente demoledora:
"El "tiempo del ahora", afirmaba Walter Benjamin, es ese momento concreto en el que el pasado colisiona con el presente y resurge en él. Quizás como esa gran ola que se gesta lejos de la orilla, donde no alcanza la vista, en el medio del mar, y que acaba por romper en la roca bajo nuestros pies. Ahora".
La ministra se da el gusto de terminar con una referencia al capitalismo que "ha estado siempre" enfrente "en cualquiera de sus diversas y voraces mutaciones" y, por supuesto, "dispuesto a fagocitar, corromper y desintegrar la misma realidad que lo constituye". Un capitalismo que según Díaz no "ha podido escapar nunca a las teorías de Marx y al poder transformador de este texto".
Lo cierto es que, 173 años después, se podría decir sin mucho miedo a equivocarse que ese capitalismo que estaba destinado a su destrucción sí parece haber escapado de las confusas y equivocadas teorías de Marx, por mucho que sus seguidores se empeñen una y otra vez en insistir en su fracasada visión del mundo.
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